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EEUU y Corea del Norte, de la inminente guerra nuclear al apretón de manos

La percepción mundial en 2017 era la inminencia de una guerra nuclear entre Estados Unidos y Corea de Norte, tras las recurrentes pruebas misilísticas de Pionyang y el discurso amenazante del gobierno estadounidense para intentar persuadir a la nación asiática de no continuar con el desarrollo de su programa atómico.

La retórica belicista era cada vez más altisonante. Por un lado el mandatario norcoreano Kim Jong-un repetía que sus misiles tenían capacidad de llegar hasta el territorio estadounidense. Y, por el otro, el presidente de EEUU, Donald Trump, amenazó en septiembre de 2017, durante su discurso ante la Asamblea General de la ONU, que su país destruiría completamente a Corea del Norte.

Y con esas apuestas iba a cerrar el año, de no ser por el sorpresivo discurso de fin de año de Kim quien aceptó retomar el diálogo con Seúl en respuesta a una invitación formulada por el presidente surcoreano, Moon Jae-in, para que Corea del Norte participara en los Juegos Olímpicos de Invierno que el Sur acogería en febrero de 2018.

Apretón de manos

Esa respuesta de Kim provocó inmediatamente un giro diplomático histórico en las relaciones, primero, en las dos coreas, y, segundo, entre Corea del Norte y Estados Unidos.

Pionyang aceptó y envió a sus primeros representantes al sur del paralelo 38 desde 2014, entre ellos Kim Yo-jong, hermana del líder norcoreano que se convertiría en el primer miembro de la dinastía que gobierna su país en pisar suelo surcoreao.

El acercamiento fructificó muy rápidamente, y Moon y Kim acabaron manteniendo tres cumbres en el lapso de seis meses, la primera ocurrió en marzo, todo un logro teniendo en cuenta que anteriores líderes de ambas coreas apenas lograron celebrar dos a lo largo de 72 años.

Estos encuentros resultaron a la postre fundamentales para que los máximos representantes de EEUU y Corea del Norte se reunieran en junio en Singapur, por primera vez en la historia, y hablaran sobre desnuclearización.

El presidente estadounidense, que gusta de presumir sobre sus dotes para la negociación en el ámbito empresarial, aceptó convencido de que sus predecesores en la Casa Blanca no habían logrado meter en vereda a Corea del Norte precisamente por rechazar la posibilidad de mantener un careo con el líder asiático.

Así y todo, la cita estuvo a punto de descarrilar por las desavenencias en torno a un posible modelo para desarmar al gobierno de Kim (que rechazó de plano la solución libia) y solo un segundo encuentro -por sorpresa y en secreto- entre Kim y Moon el 27 de abril salvó la situación y posibilitó finalmente la histórica cumbre en el archipiélago asiático.

En la ciudad-estado las dos singulares figuras que lideran EEUU y Corea del Norte parecieron mostrar buena sintonía en lo personal, se dieron la mano y acabaron firmando una declaración con la que decidieron abrir una nueva era de relaciones tras permanecer casi siete décadas en guerra a raíz del conflicto que arrasó la península coreana de 1950 a 1953.

Ante todo, ambas partes se comprometieron a trabajar por la «total desnuclearización de la península» siempre que Washington garantice la supervivencia del gobierno de Kim.

Washington se comprometió a suspender las maniobras militares con Seúl y Pionyang a suspender sus pruebas nucleares. Pero EEUU no levantó las sanciones contra Corea del Norte.

Gran avance

El documento supone un tremendo avance en contraste con el panorama de 2017, pero plantea dudas sobre la sostenibilidad del proceso de diálogo al carecer de cualquier detalle en cuanto a plazos o metodología para llevar a cabo el supuesto desarme norcoreano y de la península, tomando en cuenta el arsenal que tiene EEUU en la zona.

La mayoría de expertos considera genuino el interés de Kim por desactivar la tensión y apostar por el desarrollo de su economía aunque al mismo tiempo ve casi imposible un abandono total de su programa nuclear, el cual, con Libia e Irak en mente, ve como un seguro de vida.

De ahí que considere suicida el ofrecer un inventario de sus capacidades atómicas que le exige Washington, que, por contra, le pide salvaguardas adicionales, como la firma de un tratado de paz, antes de comenzar siquiera con el regateo.

Dudas

Kim Jong-un y Moon Jae-in también sostuvieron encuentros históricos este año/ Foto: EFE

Aunque ambas partes manifiestan disposición a celebrar una segunda cumbre Kim-Trump, 2018 se cierra con este enroque y con la sensación de que la falta de armazón técnico del acuerdo de Singapur va a requerir de un largo proceso diplomático para cristalizar en una desnuclearización norcoreana, aunque sea parcial.

A mediados noviembre, Pionyang denunció que Washington y Seúl reiniciaron sus maniobras militares y en la Cumbre del G20, celebrada en Argentina a inicios de diciembre, Washington acordó con Tokio mantener la presión sobre el gobierno norcoreano.

Mientras, otras potencias como Rusia y China ven con buenos ojos los avances alcanzados, y Seúl, que planea lograr la desnuclearización de la península en cinco años, se muestra favorable a empezar a aliviar gradualmente las sanciones sobre Pionyang de cara a acelerar el diálogo sobre desarme y a hacer que su acercamiento con el vecino del norte no vuelva a descarrilar, como ya sucedió la pasada década.

 

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