Benjamín Netanyahu busca evitar la fragmentación de la derecha nacionalista
Con un bloque de izquierdas pisándole los talones, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, debe evitar que la derecha nacionalista se fragmente demasiado como para poder aspirar a un cuarto mandato tras las elecciones anticipadas del 17 de marzo.
Netanyahu, que ve terminado su tercer mandato de forma abrupta con tan sólo 20 meses de vida, es consciente de que en el circo electoral que él mismo montó con el cese de los ministros Tzipi Livni y Yair Lapid, el pasado día 2, le han comenzado a crecer los problemas tanto dentro como fuera de su partido, informó Efe.
El primer rival que amenaza su liderazgo es el ex ministro del Interior Guideón Saar, que dejó la política el 2 de noviembre y tiene aspiraciones de mando, amén de un fuerte respaldo dentro de las instancias partidistas.
Para torpedear sus aspiraciones, Netanyahu ha conseguido adelantar las elecciones primarias internas en el Likud del 6 de enero al 31 de diciembre, impidiendo con ello que Saar pueda organizar sus filas como él quisiera.
«Cambiar las reglas del juego en medio de campaña no es honesto», se quejó ayer el aspirante durante la convención del organismo central del partido, que votó en un 65 por ciento a favor de esa y otras peticiones de Netanyahu, entre ellas la no menos polémica de definir personalmente el mecanismo de elección de candidatos a diputado.
Una encuesta difundida unos días antes por el Canal 10 de la televisión local había reflejado que Saar tenía las mismas posibilidad de éxito que Netanyahu, 20 escaños, si bien en las nuevas condiciones es difícil saber si podrá desbancarle de la cabeza del partido.
A tres meses de los comicios, los sondeos son aún demasiado prematuros cómo para saber qué bloque gobernará Israel, si lo hace uno constituido por partidos nacionalistas y ortodoxos encabezado por el Likud, o por el contrario uno de centro izquierda liderado por el Laborismo.
En la derecha la fragmentación parece beneficiar a la formación colonizadora Hogar Judío, que encabezado por el actual ministro de Economía, Naftalí Bennet, sube en la intención de votos de 12 a 17 escaños, lo que le convertiría en el principal apoyo de un cada vez más derechizado Likud.
Otro de los problemas es el nuevo partido «Todos nosotros», que liderado por el ex ministro de Comunicaciones, Moshé Kajlón, aspira a representar al electorado derechista más pragmático.
«Yo soy y tengo una visión likudista», asegura Kajlón antes de agregar que: «del Likud de la era de Menahem Beguin», el primer ministro que en 1979 devolvió el Sinaí a Egipto a cambio de un histórico acuerdo de paz.
El ex ministro, decepcionado del capitalismo a ultranza de Netanyahu y por tanto muy popular por su defensa de los menos favorecidos, se haría con al menos 8 escaños en los comicios, y no se descarta su alineamiento con un gobierno laborista.
Sin embargo, Kajlón, que repudia el derechismo casi mesiánico del actual Likud, tampoco descarta estar en un nuevo ejecutivo bajo el mando de Netanyahu.
En esa misma circunstancia, otro enano que podría arrebatarle la jefatura del gobierno es su ex socio y aliado Avigdor Lieberman, ministro de Exteriores circunscrito a la derecha nacionalista laica con su partido Israel Betenu.
Mucho más pragmático de lo que su imagen y discurso suelen reflejar, Lieberman se ha situado en la última legislatura a la izquierda del Likud, y está por tanto dentro del espectro gubernamental que el Laborismo concibe como puntos de apoyo en una futura coalición.
El Laborismo anunció ayer un pacto preelectoral con el partido de centro Hatenuá, de la cesada ministra de Justicia Tzipi Livni, para acudir juntos a los comicios, y al frente de una coalición de centro izquierda que aún tratarán de ampliar.
El denominador común de todos estos enanos es más su rechazo a la persona del siempre oportunista Netanyahu que una idea política común, y todo dependerá de cuán fragmentada quede la derecha para que el nuevo frente de centroizquierda sirva de algo.