El colapso de Haití
Haití está colapsando ante la mirada indolente de la comunidad internacional. Unas 200 bandas criminales han desatado toda su furia, robando, matando y saqueando para presionar la salida del poder de su primer ministro, Ariel Henry, quien observa los acontecimientos desde Puerto Rico.
Se ha convertido Haití en un estado fallido, con instituciones que no tienen control del territorio, producto de un largo proceso histórico que se originó en su nacimiento al constituirse en la primera nación negra independiente de la historia, por lo que debió pagar un alto costo impuesto por las potencias colonialistas de la época. La crisis social y económica entonces ha estado permanentemente acompañada de la inestabilidad política, hasta llegar a la actual circunstancia de un país dominado por el hampa.
Llama la atención la inacción de la región que ha permitido semejante desastre. La Organización de Estados Americanos y la Carta Democrática Interamericana parecen haber perdido su peso político, la Celac, una nueva instancia, es apenas una Cumbre presidencial para los discursos y con escaso impacto, mientras el proceder de la ONU, es extremadamente lento y solo se mueve en el Consejo de Seguridad al ritmo de las grandes potencias, sobre todo de Rusia, Estados Unidos y China.
Haití no parece interesarle hoy a nadie, pero su colapso es evidencia también de la quiebra del sistema internacional, sus valores y sus instituciones, cuando no hay grandes intereses económicos o políticos que estimulen la acción.