La xenofobia
Los acontecimientos ocurridos este martes en Lima en el marco del juego de fútbol entre las selecciones de Perú y Venezuela deben servir para llamar la atención de la opinión pública.
Si a las autoridades peruanas no les importó la exposición mediática de las medidas de claro contenido xenofóbico que tomaron en contra de jugadores y del público venezolano, hay que detenerse a pensar en el calvario que significa para los emigrantes la estigmatización a la que son sometidos a diario y con la connivencia de las esferas gubernamentales.
Lamentablemente, Perú no es el único caso. Ya hemos visto las expresiones públicas de la alcaldesa de Bogotá, Claudia López, quien abiertamente ha señalado a los venezolanos de ser responsables de la criminalidad en esa ciudad o la terrible muerte de 39 venezolanos a quienes encerraron en un refugio en Ciudad Juárez, México y terminaron calcinados o asfixiados.
Según la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados, Acnur, son 7,7 millones los venezolanos que han salido del país buscando protección y mejor vida, que evidentemente causan inconvenientes en los países receptores, no preparados para esta migración masiva.
La mejor forma de que los países de acogida colaboren para revertir la situación, es que se involucren en la solución de fondo. Que la comunidad internacional propicie el diálogo y el acuerdo en Venezuela, podría servir para la reinstitucionalización y así abrir las puertas para el cambio y el retorno de los venezolanos. Mientras tanto, el rechazo a la xenofobia es una obligación irrenunciable de los Estados.