Opinión Nacional

Desenlace desconcertante

Los resultados de las elecciones del 7 de octubre causaron sorpresa y desconcierto. La mayoría de los venezolanos esperábamos el triunfo holgado de Capriles Radonski. La esperanza no era expresión de triunfalismo ingenuo, de wishful-thinking, como dicen en inglés.

Datos objetivos del desarrollo de la campaña electoral alimentaban ese optimismo. Las concentraciones multitudinarias congregadas por Capriles en casi la totalidad de los centros urbanos del país -grandes, medianos y pequeños- no eran virtuales. Las vimos en las pantallas de televisión, apreciando claramente que la mayoría de los asistentes era gente del pueblo llano, humilde, golpeada por la pobreza y la desesperanza. Se impone que un equipo variopinto de expertos electorales y analistas políticos de alta calificación examinen con detenimiento el copioso material grabado para determinar, aproximadamente, el número de asistentes, comparándolo con la cifra de votos obtenidos por uno y otro candidato y tomando en cuenta la población total de cada localidad. No para reclamos, puesto que estamos ante un hecho cumplido, sino para saber a qué atenernos en venideras elecciones, sin excluir las regionales del 16 de diciembre.

¿Qué paso? Es la gran interrogante que la oposición está obligada a despejar para hacer viable el retorno y consolidación de un régimen de democracia genuina en Venezuela. Si persistiesen las dudas y la desconfianza, resultaría cuesta arriba lograrlo. Este señalamiento es compatible con el hecho de que Capriles anunciara la misma noche que reconocía el triunfo de su contendor. No podía actuar de otra manera, a riesgo de generar situaciones de gran incertidumbre. Pero, lo reiteramos, después de aceptar el hecho cumplido, la oposición -bajo el liderazgo indiscutido de la MUD- no puede cruzarse de brazos permitiendo que este estado de imperfección democrática se prolongue indefinidamente.

El 16 de diciembre elegiremos los gobernadores y los parlamentarios regionales. La tendencia histórica es que quien gana las presidenciales arrasa en las regionales; pero esa tendencia no es irreversible. Los candidatos unitarios a gobernadores y diputados regionales tienen varias cartas de triunfo. Una, muy importante, es que fueron seleccionados en elecciones primarias, no escogidos a dedo e impuestos desde arriba –y en algunos casos ni nacidos ni residentes en el estado. Otra carta de triunfo es la pésima gestión de los gobernadores chavistas. (Quiera Dios que no prevalezca la directriz estratégica de que para no “polarizar” no se debe criticar al gobierno, pues se correría el riesgo de que mucha gente se acoja al conocido refrán: “mejor malo conocido que bueno por conocer”).

Me cuento entre quienes consideran que Capriles hizo bien en aspirar a la reelección como gobernador de Miranda. Eso le da presencia política permanente, eliminando el riesgo de deslizarse imperceptiblemente hacia el olvido. Por supuesto que habrá que echar el resto para que gane las elecciones, lo que no debe resultar difícil ya que los mirandinos, por percepción propia, saben que Capriles ha sido un excelente gobernador.

 

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