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Basura, moscas y política “barata”

El origen del socialismo, en los umbrales del siglo pasado, no pudo contener la vorágine que su propia representación determinó a manera de contrarrestar las determinaciones que impulsaba el capitalismo desde su cuna geopolítica, la Europa Occidental. Ese problema, nunca fue considerado por réplicas ideológicas cuyas deficiencias teóricas obligaron a capitular imposiciones y gestiones subscritas por la noción primigenia del socialismo.

De esa misma forma, surgió en Venezuela un remedo de socialismo que al pretender replicarlo, aunque apegado a las exigencias del siglo XXI, se dio de bruces contra todo lo que estaba en mitad de su camino. Ni siquiera pudo lidiar con su sombra pues salía malogrado.

Del remedo de un socialismo pretendido

De esa manera, nació el proyecto que contaminó al sistema político venezolano. Que, aún cuando con las carencias y limitaciones con que contaba, en virtud del impudor de la dirigencia política que presumió actuar de cara a las motivaciones de significativos postulados y criterios del capitalismo, alcanzó a menguar el pensamiento político de los gobernantes cuyos discursos anunciaban una “democracia participativa y protagónica”.

Así como otras tantas estupideces ideológicas que sólo sirvieron para rellenar espacio en las líneas de la Constitución de la República sancionada el 15 de Diciembre de 1999.

La inercia causada por la furiosa avalancha que produjo el socialismo pretendido, sobre todo a nivel de aquella parte de la sociedad que no contaba con educación política, ni con el civismo que requería la transformación social y económica planteada del país, indujo un comportamiento social alejado de una convivencia aceptable.

Sin embargo, más que eso, el país comenzó a declinar en sus más connotados indicadores. Indicadores en lo político, lo administrativo, lo económico, lo social, lo cultural, lo educacional, por mencionar algunos, se vinieron a menos. Indicadores que desnudaron las intenciones encubiertas de someter al país.

Realidades saqueadas

Así que luego de tanta promesa o declaraciones que intentaban encubrir el desastre que venía colándose por debajo de tanto adorno con el cual pretendía acicalarse lo escabrosa que ya estaba Venezuela, se afianzaron vicios propios de conductas insanas. Ocurría, por causa de una desmedida corrupción que cundía por todos lados. Pero asimismo, por efecto de hábitos adquiridos en respuesta a la destemplanza de un modelo socioeconómico que no consideraba (y sigue haciéndolo) otra cosa que no fuera el populismo servil, fanfarrón y mugriento. Ni siquiera el proyecto de “Plan de la Patria”, ha servido para contrarrestar tanta desvergüenza junta, pues se quedó corto para reordenar lo que explicitan sus páginas.

Cada vez que ese pueblo subordinado, reprimido y humillado por el gobierno militarista que dominaba sobre ese mismo sector social se veía desenmascarado o desplazado del poder político, asume un desconsiderado comportamiento.

Protesta ensuciando calles y avenidas, pintando paredes o fachadas. Descaradamente, se ha dado a afectar la propiedad privada mediante saboteos al funcionamiento institucional, invasiones o saqueos. Todo con la alcahuetería de fuerzas del orden público. O sea, con la impunidad de por medio. Aunque el problema no son las protestas como tales pues el texto constitucional las permite. El problema supera dichas realidades.

Lo peor es que tanta iniquidad se convirtió en un ejercicio mal concebido de ofensiva y contraofensiva política. Hoy día, tal práctica se hizo vicio. Y esa misma población, somatizó tan desvergonzada actitud la cual riñe con la convivencia ciudadana.

Hoy día, las calles se convirtieron en depósitos de basura que llaman moscas, pestilencia y enfermedades. Además que exponen al país a una horrible referencia propia del más cruento subdesarrollo. He ahí el fondo de la situación. Aunque vale reconocer que el problema que a todas luces se ve, es el absurdo vínculo que se establece entre: basura, moscas y política “barata”.

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