Ahora
Lo de menos son los huesos adoloridos y los innumerables chichones, inevitables después de un cuerpo a cuerpo como el librado el fin de semana antepasado y donde el contrincante utilizó toda clase de golpes bajos y armas prohibidas mientras el réferi volteaba para otro lado. Las heridas y magulladuras más dolorosas vienen sobre todo de las expectativas fallidas y las metas no alcanzadas, de la ilusión frustrada de que en el corto plazo era posible emprender la urgente tarea de reconstrucción de una sociedad que unos gobernantes tan soberbios como ignaros quieren arrastrar hacia lo peor de nuestro siglo XIX, jactándose de ello como si de la más brillante empresa se tratara.
Para la ciudad todas las tareas quedan pendientes: nadie puede creer que después de 14 años vayan a convertirse ahora en tema de interés para quienes no sólo las condenaron al abandono y a la improvisación, sino que dieron abundantes pruebas de su deseo de aniquilarlas.
Pero aunque muy importante, ese descalabro de las fuerzas del progreso no fue el final de la contienda. Aun derrotadas, ellas salen fortalecidas: no sólo con un caudal electoral enorme sino con un liderazgo consolidado, encarnado en Henrique Capriles pero en verdad estructurado en un vasto colectivo que va desde la dirección de la Mesa de la Unidad hasta la legión que trabajó en el plan de gobierno, los candidatos a las gobernaciones y alcaldías y los testigos electorales, héroes anónimos pero incontables. Ciertamente, el reelecto consiguió prorrogar su mandato (tramposamente, recuérdese) por otros seis largos años, pero hoy tiene enfrente una alternativa fuerte como nunca, articulada además alrededor de un plan de gobierno que debe transformarse en la hoja de ruta de la oposición en todos sus frentes.
En esta coyuntura las elecciones de gobernadores y alcaldes tienen una importancia crucial: hay que seguir construyendo la alternativa democrática no en el discurso, sino sobre realizaciones concretas que vayan al encuentro de las necesidades de los venezolanos: probablemente sea esa la palanca que finalmente permita quitarle la máscara populista a un régimen corrompido y reaccionario, mantenido sobre el chantaje a los más pobres y que por eso no tiene interés real en cambiar su situación.
El objetivo inmediato del gobierno no es secreto: hace tiempo anunció su intención de acabar con las gobernaciones y alcaldías; defenderlas es vital para preservar el proyecto del progreso. Contar con un abanico de candidatos nacidos de elecciones primarias, no del Dedazo, afirmados líderes regionales inscritos en una fuerza potenciada nacionalmente pese a la derrota, con programas de gobierno claros, abre una posibilidad real de victoria. Es poco probable que la aspiradora chavista pueda funcionar en esas condiciones porque, además, quien persevera vence.