El principio del vacío (en política)
Aunque el Principio del vacío, formulado por el abogado y ministro bautista norteamericano Joseph Fort Newton, explica la tendencia del Universo por llenar siempre los espacios vacíos, o que nunca deja un espacio sin ser ocupado, al mismo tiempo tiene otra explicación que compromete al hombre en términos de su vida.
Esta otra explicación del Principio del vacío, refiere cómo la naturaleza del ser humano lo induce a asumir una conducta que lo amarra al pasado al creer que el futuro le proveerá de oportunidades para servirse de lo guardado o acumulado. Sin embargo, en el ánimo de dicha actitud, tiende a confundir razones con emociones, necesidades con recuerdos.
El hombre incurre en el problema de no comprender que no son los objetos guardados o acumulados los que retienen el discurrir inercial de la vida. Y que interrumpen la dinámica de proyectos de vida. Es el significado que depara la actitud de guardar cosas sin alguna justificación de peso.
Es acá cuando la desconfianza domina al ser humano al hacerle creer que lo nuevo no le pertenece. Cuando es todo lo contrario pues ahí radica el secreto de dar con oportunidades alineadas con posibilidades de optar por lo mejor. He ahí la garantía que lleva a convertir dicha creencia en actitud de vida.
Las contradicciones de la política
La política, en tanto que mecanismo de acción social, viene ejerciéndose a manera de suerte tendenciosa supeditada al capricho de quien detenta el poder en medio de cualquier circunstancia de gobierno. Precisamente, es el problema que ha atrofiado su desarrollo pues su ejercicio ha dependido de las presunciones y amorfas ideas que determinan la generalidad de una gestión gubernamental. Son las razones que hablan de sus contradicciones. Y de sus reveses.
Más aún, cuando el arribo al poder de una facción político-partidista, ha descansado en actitudes inspiradas en la mediocridad que reviste la popularidad entendida desde la perspectiva del populismo demagógico.
El ejercicio de una política inspirada en la trivialidad, ha logrado contaminarla en todas sus manifestaciones. El gobernante, al actuar investido del poder que le provee la política, cree que todas sus decisiones están debidamente soportadas y encaminadas.
El ejercicio de la política, ha pecado de engreimientos que la hacen oscilar entre decisiones equivocadas. Particularmente, cuando se apega a fundamentar las determinaciones del gobernante buscan hallar el espacio suficiente para que en sus vacíos guardar rencores, pesimismos, miedos y desesperaciones, generalmente. Todo ello, provocado por la vocación de actuar apegado no sólo a actitudes enfermizas. Sino al “principio del vacío”.
Estos políticos de viejo cuño, presumen alcanzar la gobernabilidad necesaria, basándose en mecanismos de gobernanza tan falseados, que no atinan a reconocer la trascendencia de las crisis que abruman toda una realidad política, económica y social. Es otra de las consecuencias de ejercer la política según el modelo pautado por el “principio del vacío”.
Ha sido “cuesta arriba”, históricamente, intentar que la política, en sus trazados de gestión pública entienda que el tiempo es heterogéneo en virtud de sus variaciones y efectos políticos hacia la interioridad de los procesos que precede y preside. Lo contrario, apunta a fraguar tendencias infectadas de hábitos retorcidos de los mismos gobernantes.
Sería el camino expedito para instaurar e institucionalizar espacios colmados de obsoletos criterios, razones y determinaciones manchadas por pautas caducas e inútiles (como ha ocurrido con la aplicación del socialismo, aunque se adjetive del siglo XXI) insinuadas por el “principio del vacío”. Lo cual terminaría condenando las realidades a someterse a “tiempos impolíticos”. Que no es otra cosa distinta que el principio del vacío (en política).