La aurora comenzó el 7O
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A José Pivín y a Marienbad Belugheilig amantes de la verdad, la fe, el verbo, el amor.
La verdad es hija de la imprudencia y la libertad se conquista con riesgos.
El día 07 de este mes, en Analítica, escribí al inicio del texto, La Aurora comienza el 07 que, “El hecho político de mayor trascendida en nuestro tiempo de república, por su valor histórico, ético, psicológico e, incluso, ideológico y religioso, empieza el domingo 07 de Octubre”. Advertí sobre lo que pudiese ser una exageración, empero, el propio texto demostraba, en lo posible, la verdad de la hipótesis. Repuesto de los resultados electorales, siento la imperiosa necesidad de pedir perdón a quienes entusiasmé con la posibilidad del triunfo de HCR, a mi terapeuta y a algunos poetas, dada la información parcial que manejaba, así como el entusiasmo y fervor que iluminaba los rostros de multitudes, quienes sin ataduras, asistían a lo mítines con sus sueños de libertad, de justicia, de paz; pienso, a ratos, que de amor también, si como yo, tenían la ilusión del encuentro libres de miedos, ajenos al terrorismo de estado que tanto pesa y que nos hace abúlicos, primero, ataráxicos, luego, que destruye a quien lo vive y hace normal el verse en la obligación de tener que repetir con Pedro que no conocía a ese Señor, que no sabe quien es y hacerlo tres veces y todas las veces que fuese necesario, y con ello incurrir en la más grave de todas las traiciones, negar a Cristo, explicable me es, le ocurre a diario, mas negar la verdad es la negación de sí mismo y, entonces, se cae en el suicidio. Sí, el suicidio con la mentira que engaña más a quien miente que a quien, por cobardía u otros motivos, se autoengaña y desde ese momento vive muerto.
La verdad de mi tesis alcanza hoy más sentido y trascendencia. Asociamos, casi inconscientemente, la aurora con lo plácido, luz tenue in crescendo hasta hacerse sol luz un tanto fuego, como su alumbramiento, y por eso, no lo se de otro modo, los anhelos y deseos del corazón se impusieron y no advertí que la paz, la armonía no podían ser secuencia de una noche turbia, aciaga, ventiscas, tormentas, catástrofes, como la larga noche que vivimos día a días, todo los días, noche de 14 años, en esta larga noche que no tiene luceros, solo un agujero negro la domina. Y como alguna vez repetía Bolívar, en la obscuridad se oculta el crimen y por ser todo ese día obscuridad, aquí el crimen vive, a su solaz, sobre la tristeza de sus víctimas trágicos. A catorce (14) años, pues, de obscuridad era iluso que un Henrique en tres (3) meses pudiese derrotar a Goliat. El Goliat bíblico fue mas limpio, confiado en sus fuerzas, propias de su descomunal tamaño, su escafandra, por si a Jehová se le ocurría un diluvio, sus armas, todas fiables de usar según sabía, pero fueron limpias las reglas. David, chirriquitico, cierto es, pero con la claridad de quien piensa. Un misil, que era francamente la piedra en su honda, exterminó al gigante sin grandeza. Lo demás lo sabemos, la sabiduría de David lo convirtió en el Rey sobre cuyos hombros camina Israel.
Hasta aquí la analogía. Nuestro Goliat no sabe de reglas. Ni sus ejércitos conocen la hidalguía. No saben, ni el supremo y absoluto líder ni ellos, sus secuaces, de palabras que honren las apuestas. Desde el primer día (4F) cuando apareció en la escena y de allí hasta ahora, en lugar de razón tuvo la fuerza. En lugar de la verdad, el engaño. En lugar de la honra, la difamación, en lugar de la idea, la calumnia. En lugar de la paz, el terror. En lugar de la libertad, el pánico. En lugar del amor, el odio. En lugar de la vida, la muerte, que inevitable llegaría si no alcanzaba su socialismo. “Patria, socialismo o muerte” fue su grito de guerra. Nadie sabe aun qué es el socialismo de tan macabra alternativa, todos sí sabemos qué es la muerte. ¿Pero, como, entonces siendo así que es verdad y verdad es, tanta y tanta gente lo sigue? Unos, incluso, lo idolatran. Lo asumen su mesías, su salvador. No importa pasar hambre, no importa que la muerte se adueñe de las calles, las casas, las plazas, las iglesias, hospitales, no importa… no importa que no importe nada, nada importe. La importancia y lo importante es él, corazón de la patria. Su voz es la verdad y será verdad que mas allá del tiempo de esta espera se alcanzará su paraíso, se alcanzará el reino de la felicidad. Así piensan sus fieles. Todo lo demás carece de importancia y si alguien se queja, siéntase en el purgatorio, mientras lava sus penas, todo el tiempo que sea, al final, la justicia vendrá y podrán vivir la felicidad que su dios les genera, que de su ser brota en equidad perfecta, ya no habrá a cada quien según cada quien sea, necesite y conozca, allí todos iguales serán, salvo, según es su justicia, quienes, siquiera una vez contra él estuvieron, para ellos la definitiva condena, nunca disfrutarán la dicha de su cercanía, para ellos el infierno será el castigo permanente y devendrá en perenne.
A esta altura las causas de este hecho son múltiples pero no tan complejas. Las incompletitudes del “antiguo régimen” son apenas referencia, donde rumia el presidente y los suyos, para la justificación de cuanto peor hace de cuantos aquellos mal hicieron. Sirven de marco gris al cuento de nunca acabar, como el del gallo pelón, que no tiene fin y nunca jamás tuvo comienzo. La cuestión es bien simple. El presidente es ducho en manejar lo que en él es consubstancial e incontrolable. El odio. La envidia. La mentira. Esta para crear el mito de la esperanza. El odio es la patología social mas arraigada en cada quien que es, correlativa al miedo. Odio y miedo son anverso y reverso de la misma moneda. Se odia la verdad porque se tiene miedo a ella. Y es sencillo cultivar el odio, se miente para culpar al otro de ser responsable de las frustraciones, de las miserias propias; se culpa a quien tiene bienes, riqueza, bienestar, de la pobreza de quien nada emprende, nada arriesga, y se le justifica como justicia el asalto y apropiación de lo ajeno. Se cultiva la envidia, como fuente del odio. Se envidia la felicidad del otro, y se le asalta su tranquilidad, su dicha, muchas veces mas por verlo destruido que por el propio placer de poseerlas. El odio anda con el amor reunido, juntos e inseparables son, así piensan los sabios chinos, y que es ontogénico, sin riesgos, opinan algunos biólogos de nuestro tiempo. Pero sin desatender esas observaciones, el odio es, en su magnitud mayor, una construcción social hecha a mano, labrada en las ideologías más aberrantes. El racismo, el macarthysmo, la judeofobia, el fascismo, la inquisición, sean ejemplo, y ejemplos sean también que el poderoso odia al humilde porque tiene miedo de perder su poder, el miserable odia al poderoso porque tiene miedo de emprender el camino del esfuerzo tras la libertad, la dignidad para superar sus propios miedos. Romper el miedo, entones, es la primera necesidad de todos los venezolanos. Es la condición necesaria para salir del odio y enterrar la envidia. El odio que se ha posesionado, tal la habilidad del impulsor, de casi todos, de quienes lo asumen como su salvación y de quienes ven en él, su tragedia.
El odio se cultiva con la infamia y la palabra huera de la injuria, la difamación, son el ser de la envidia, ya circulan, a manera de prueba señalo esto, mensajes que traducen el odio, “que se jodan, eso es lo que querían” sin percatarse que esa conducta es la que quiere el manipulador-dictador que sea asumida. Mas, el miedo se rompe con la palabra buena. Y es buena la palabra cuando se fundamenta bien y bien se orienta. La ciencia y la ética se hacen una en ella. Y la palabra ha de dirigirse a demostrar que la libertad es un acto de consciencia. Capriles ha probado en sus actos de palabra y de hechos que asume el liderazgo, pero el ser solitario fracasa en su desierto. Toca entonces a todos, asumir el riesgo necesario que buscar la verdad impone en todo tiempo y en todos los espacios. Una inmensa multitud sigue a Capriles, digo mejor no siguen a Capriles, se buscan ellos, al acompañarlo a construir un país nuevo, se buscan a sí mismos en el camino que bien dirige Henrique y en la acera de en frente ya ha empezado a sentirse que se inician los primeros pasos. Es cierto que el supremo líder sigue siendo el jefe de los suyos presos, pero no es menos cierto que su universo empieza a sacudirse, son frecuentes los temblores en su seno. Muchos de los suyos han izado las velas de la lucha en su intento por hacer verdad de hecho la democracia participativa y en esa lucha debemos y tenemos que estar con ellos. La inscripción de diversos candidatos distinto al dedo, para la opción de las gobernaciones, es una expresión digna de ejemplo. Muchos de entre ellos quieren y reclaman la contratación colectiva y con ella, lo más importante, la libertad del sindicalismo. Muchos, muchos más, reclaman manos limpias, libres de corrupción y ya tiene comienzo el rechazo a la inmoralidad de la justificación de que todo es legítimo por la revolución. Se empieza a cuestionar y se saber qué hacer. Luchar, asumir los riesgos por la libertad.
Estamos en la urgente necesidad de que la verdad gane la guerra a la mentira, tal como en mi anterior texto, se determina y define la política. Es tiempo de la verdead y la verdad no puede horrorizarnos y menos servir de pretexto para huir de ella. Pero la verdad, bien lo reitero, nos suele provocar miedo. Miedo a quienes quedan descubiertos por ella, miedos a que se caigan los ídolos, los fetiches y los mitos que conforman el piso sobre el cual se camina. Miedo a la libertad, que a tantos asusta y se recrean en las miserias del qué dirán. Miedo porque la verdad tiene intensos e inmenso riesgos, hija de la imprudencia no conoce el silencio, por ello el pánico puede afectar a quien debe expresarla y se esconde para huir de sí mismo en el silencio. Y es este el mayor de los riesgos. Es el miedo a la verdad el que alimenta el odio del tirano. Y la verdad reclama como condición necesaria para su existencia, la libertad.
Y una de las formas de superar el miedo es unirnos tras al verdad. No porque sea verdad que en la unión está la fuerza. La fuerza no tiene espacio en la conciencia. Pero sí reclama en estas circunstancias que la fuerza de todos se haga consciencia. Seguro estoy, pluga a Dios me equivoque, que Chávez no cambiará. Que sus esfuerzos todos, se dirigen a aferrarse al poder y con el poder controlarlo todo, sin dejar nada fuera. Su llamado a concordia es parte de su farsa, de ese teatro que hace de los actores marionetas. Pero, además de eso, es parte de su miedo. Miedo a la verdad que ya anda suelta, miedo a al verdad que tiene un liderazgo, Capriles, miedo a la verdad que echó a volar en todos para conquistar la libertad.
Y como dije ayer y que hoy insisto. No podemos recostar nuestra responsabilidad a Capriles y que sea él, el nuevo portador del mesianismo, eso, nunca mas. A cada quien compete la obligación de entrar en la lucha. Para que la verdad sea, se imponga y la libertad llegue y se quede creciendo. La Iglesia, las iglesias, no pueden continuar con su oficio de sombras. Obligados están a salir de las casas, de esas confortables, donde tienen prisionero a Dios. Casa a casa, casa por casa, han de ir, con al verdad de Cristo en las manos y el alma, para dialogar con el humilde, con quien hasta en nombre de Cristo engañado ha sido. Los maestros, ah, los maestros, si hubiera maestros de verdad, como verdad fueron, para dar un ejemplo, Andrés Bello, Rodríguez, fueron, no habría posibilidad de autócratas mitómanos crueles. Y los maestros han de ocupar su lugar verdadero en sus espacios verdaderos, desde el Kínder hasta los más ilustres doctorados. El médico, el ingeniero, el arquitecto, el sociólogo, el filósofo, y mas y todos los creadores de arte y ciencia, obligados estamos a llevar la verdad a cada casa a cada rincón a cada ser que habite en ella. No se cómo, pero quiero pedir a los poetas, a los maestros, como Marienbad Belugheilig, a J Aurelio Bustot, a Emilio, a Solano, a Luis Morales, a Cira, L Sánchez, y a todos tantos que tan buenos son en sus oficios y en sus actos, que nos ayuden a sacar ese Chávez que llevamos dentro.
A cada venezolano en el exilio, a todos quienes por mil angustias de estas tierras se fueron o huyeron, que sigan dándonos fe con su magno ejemplo, tal como fue su sacrificio para poder votar, estando lejos. Desconfíen, eso sí, de los indiferentes, de los que denigran de la verdad política y guardan su lengua en el bolsillo de sus intereses. Esos no huyeron, se fueron por negocios a hacer negocios y como buitres esperan si es negocio el regreso. A esos, bien vale repetir a Capriles, los melandros no tiene espacio en este juego. El interés esencial de nuestra lucha, la libertad. La esencia de esos, el dinero.