Ya no es tiempo de divisiones
La estrategia sistemática del régimen ha sido dividir para reinar. En muchas oportunidades ha tenido éxito porque las ambiciones personales y la desconfianza mutua prevalecieron y fue imposible ponerse de acuerdo para tener candidatos comunes en cualquier cargo electoral.
En otras ocasiones, aunque con menor impacto, algunos dirigentes políticos aceptaron el secuestro de los signos de sus organizaciones políticas, llevado a cabo por el TSJ.
Pero tal vez la situación más perversa ha sido cuando organizaciones políticas que pretenden actuar como si fueran de oposición, mantienen acuerdos subrepticios con el régimen para fortalecer sus respectivas organizaciones.
Ahora la primaria será la gran encuestadora, permitirá saber quiénes son y quiénes no, líderes populares. Pero, más allá de eso, lo que importa es que todos los que participen en este proceso se comprometan, ab initio, a firmar un acuerdo de gobernabilidad y, sobre todo, apoyar sin reservas a quien gane y que el ganador cree un gobierno de unidad nacional.
El nivel de deterioro de nuestro país es tal que si no luchamos unidos por el cambio, lo único que nos quedará es aún mayor desolación y destrucción y la única opción que quedará será la emigración.
La división entre el gobierno y los partidos se ha extendido hacia formas de acuerdo con los intereses personales de los partidos. La confusión no beneficia a los grupos, a causa de la intervención de gobiernos o grupos sociales en busca de acuerdos.
Veremos si se logra el impulso de las primarias.