Zona de confort
La gran causa cívica que se necesita para superar al poder establecido, requiere que también se supere la mentalidad de la zona de confort.
Esto es el tratar de navegar en espacios en los que no me opongo realmente a la hegemonía, esperando que ésta no perjudique mis intereses, de la naturaleza que sean, incluso políticos, y así se mantenga un precario modus vivendi para el beneficiario de la zona de confort.
Precario digo, porque en el mundo mafioso del poder despótico, nadie está a salvo, por más que hayan colaborado con el continuismo jugando sus juegos. Vale decir: el disimulo de la seudo-democracia.
Por lo general, los que creen que han encontrado un nicho adecuado en la zona de confort, son también «bomberos» de las chispas generadas por el malestar social. El poder reprime de frente: estos bomberos justifican de lado. Las tramoyas de diálogo o el voluntarismo comicial, son ejemplos de ello.
En la medida que el ambiente pueda activarse con la articulación del rechazo social y un cauce político de compromiso, en esa medida es posible que una gran causa cívica vaya tomando cuerpo en dirección a un cambio efectivo.
Ojalá y las zonas de confort, al igual que las burbujas comerciales, se vayan estrechando para que ya no logren estorbar la expresión de la voluntad popular.