Cuando se pagan $ 250.000 por morir
El domingo 18 de junio de 2023, el sumergible Titan, propiedad de quien lo construyó, la empresa Ocean Gate, cuyo Director Ejecutivo era Stockton Rush, se sumergió en el océano Atlántico, a unas 400 millas náuticas al oeste de la Costa de Terranova, Canadá, con cinco personas a bordo que emprendían una misión turística para observar los restos del Titanic, a 4.000 metros de profundidad. Los pasajeros eran un grupo de esos que ahora se conoce como “turistas millonarios”. Eran: Hamish Harding, empresario, piloto, explorador y turista espacial británico con sede en los Emiratos Árabes Unidos, el fundador de Action Group y presidente de Action Aviation, una empresa internacional de corretaje de aeronaves con sede en Dubái, Emiratos Árabes Unidos; Zhahzada Dawood, un millonario pakistaní, junto con su hijo Suleman; Paul Henri Nargeolet, explorador de aguas profundas y piloto francés de sumergibles, quien fue conocido por haber realizado más de 35 inmersiones a la zona del naufragio del Titanic; Sockton Rush, un renombrado piloto comercial y empresario estadounidense, cofundador y director ejecutivo (CEO) de Ocean Gate, la empresa que construyó el sumergible Titan.
A parir del 18 de junio se perdió comunicación con el Titan y se desarrolló un inmenso esfuerzo de búsqueda y rescate del sumergible que culminó cuando se determinó que el Titan se había destruido a causa de una implosión, en la que fallecieron sus cinco tripulantes.
Se ha dicho que los cinco pasajeros del sumergible habían pagado, cada uno 250.000 dólares por hacer turismo, o sea un total de 1.250.000 dólares. A mi juicio, pagaron esa suma por morir. Piénsese que hubiera sido mucho más loable que esa suma se hubiera invertido en obras o acciones en beneficio de la humanidad.