Mefisto y la secta fraudulenta
La victoria no tiene sustitutos» dijo el General Douglas MacArthur súper héroe de la Segunda Guerra que despreciaba «los políticos», como muchos ahora, y le hizo desplantes al propio Presidente de Estados Unidos. Triunfó apoteósicamente, sometió a los asiáticos, regresó a NY en medio de la manifestación más grande que recuerde la ciudad. Pero lo derrotó el poder civil, Truman, que parcamente ordenó -dice la leyenda: «ese sargento está destituido».
Es verdad que nada sustituye ganar aunque pueden ocurrir cantidades de fenómenos que hagan la derrota tolerable, menos destructiva, o preanuncio de futuras victorias. Felipe González perdió las primeras elecciones de la transición, pero toda España lo vio como «el próximo». Otras derrotas liberan demonios escondidos que la victoria exorciza, fortalecidos, dispuestos a sembrar la confusión y la desesperanza.
Quienes se sintieron menospreciados u olvidados creen que llegó el momento de la venganza. En la victoria se hubieran mimetizado para disfrutarla detrás de un prudente silencio. En la derrota se exponen las gargantas a los lobos.
La envidia, el odio, los celos y otras bajas pasiones producen crímenes terribles. Deyanira, carcomida por el resentimiento, le dio a su marido, Hércules, una capa envenenada que lo mató.
Fue una víctima de su persona más cercana. Estos delirios destructivos, fratricidas, se suelen presentar en las derrotas y del sitio menos esperado sale la mano de la traición. Ahora se quiere desmerecer el magno esfuerzo del candidato y de la alternativa con la estúpida acusación de fraude, recontranegada por los hechos. Salida de los laboratorios del gobierno, como los «videos aficionados» que circulan, pretende dejarlos como idiotas, pobres diablos no confiables.
Como todo mentiroso, los menos elementales enredan el argumento: «el fraude no es sólo lo que ocurre el día de la votación, sino los gastos perversos del Estado, las cadenas, las decisiones sesgadas del CNE, el manejo abusivo de los medios de comunicación». Los más ingenuos (?) o descolgados llegan a sostener que «si no hay un cambio en las condiciones no se debe participar», dos meses antes de las elecciones regionales, desestimulando la próxima contienda.
En un esfuerzo organizado y tenaz para desacreditar se publicaron videos con «pruebas» de inconsistencia en los resultados, que se explicaban por la deserción de algunos partiduchos. Otro video, claramente de laboratorio, exhibía chavistas «llenar» una supuesta urna con militantes vestidos de rojos. Pero lo más patético es haber visto a unos tales expertos dar explicaciones infantiles y bochornosas sobre un fraude que se medía en el «carómetro». Y la argumentación matemática de éste por una persona que no sabía sumar ni restar
Cómo es que alguien quiere «elecciones transparentes» si al mismo tiempo denuncia un gobierno bellaco. Quienes deseen votar sin ventajismo, pulcramente, deberán irse a Noruega o Dinamarca. La oposición venezolana tendrá que quedarse aquí, defender fieramente sus espacios y atravesar obstáculos al avance del totalitarismo en estas condiciones, tal como ha hecho.
La versión más canalla de la teoría «fraudulera» es la de «expertos» que con habilidad perversa y ramplona anunciaron la extorsión: «Capriles sólo pierde con fraude». De nada vale que el candidato, el comando, los que dieron la cara reconozcan la derrota. Los que pasan el tiempo en rascarse la barriga y dar consejos en la computadora, tienen la verdad. Ignorantes temerarios cuestionan que el REP crezca 7% mientras el Registro Civil lo hace 4%, sin saber que se ha reducido el crecimiento de la natalidad
Son planteamientos que corresponden exactamente a los intereses del comando chavista y que juegan, al estilo mefistofélico, con las bajas pasiones y la frustración de ciudadanos poco informados. Mefistófeles sopla al oído falsas verdades para inducir al pecado y al error. Los resultados adversos del domingo se deben en gran medida a los esfuerzos conjuntos del gobierno y los «frauduleros» para convencer a chavistas blandos que el voto no era secreto. Y el cacerolazo del sábado los aterró.
Influidos por la prédica mefistofélica de los «radicales,» algunos anuncian heroicos, que escatimarán en las regionales el único aporte que a veces han dado a esta lucha: ir a votar y derramar algunas gotas de sudor en el pulcro Bermuda. Si se impone la tesis suicida de los neoabstencionistas, los larenses tendrán de gobernador a Reyes Reyes, los maracuchos a Arias y los carabobeños a Ameliach.