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¿A cualquier precio?

“Una paz nunca es honrosa para el vencido”.  Jean Lartéguy

Entre la enorme cantidad de nubarrones que se ciernen, amenazadoras, sobre la Argentina, la que más me preocupa es la que se deriva el viaje a China que está realizando Sergio Massa, inexplicablemente acompañado por Máximo Kirchner, el tan laborioso hijísimo bi-presidencial. La nueva humillación impuesta al auto-percibido Presidente con el estreno de la nueva y carísima joya de la flota de aviones oficiales por el Ministro de Economía y por su ex-mayor enemigo interno, constituye al mismo tiempo un irracional gesto de derroche de un Estado quebrado que va a pasar la gorra.

Superada la anécdota, vamos a lo importante. El Aceitoso y su nuevo socio turista tienen un objetivo básico, conseguir las divisas que el Banco Central necesita tanto como una transfusión de sangre, sea en yuanes, reales o dólares, que permitan coronar con éxito el famoso “plan llegar”, al menos hasta las PASO. Pero encuentran dificultades cruzadas.

La primera es que el organismo internacional, al cual se le ha pedido adelantar en junio o julio todos los giros previstos para el segundo semestre para pagarse a sí mismo, está demorando su resolución, en especial porque países importantes, como Alemania (que se encuentra en recesión) y Japón, no quieren prestar más dinero de los impuestos de sus ciudadanos a un deudor recalcitrante como la Argentina y, tampoco, logra el acuerdo de los funcionarios de su staff sobre qué porcentaje podría ser “de libre disponibilidad”, o sea, como herramienta para intervenir en los mercados de divisas local.

Es más que razonable porque, si el Gobierno argentino actúa tan irresponsablemente como siempre y dilapidara esas divisas (ingresó, durante el gobierno de los Fernández², la friolera de 110.000 millones de dólares y hoy las reservas son negativas en once mil), caería en default con el propio FMI. Y por si eso fuera poco, tanto Cristina Fernández cuanto Máximo Kirchner despotrican permanentemente en su contra, acusando al organismo de ser el único responsable de la inflación y de la recesión.

La segunda es que Brasília, tal como le explicó con sorna Lula da Silva en la cara a Alberto Fernández, no está dispuesta a prestarnos fondos sin garantía, ni siquiera bajo la forma de un swap. Para intentar obtenerla del Nuevo Banco de Desarrollo, recién creado por los BRICS, que será presidido por Dilma Rousseff, la destituida (por utilizar “contabilidad creativa” en las cuentas públicas, algo usual en los gobiernos kirchneristas en la Argentina) ex Presidente de Brasil, otorgue ese aval o un préstamo, algo prohibido por el estatuto del propio banco, se fueron a China nuestros Batman y Robin.

La tercera, y en esto radica mi mayor preocupación, es que todos los contratos de financiación que firma China contienen una cláusula específica de confidencialidad para evitar que trasciendan sus condiciones y sus tasas de interés, ambas leoninas. A simple título de ejemplo, basta señalar que Montenegro pidió un préstamo a Beijing para construir una autopista, que fue construida por empresas y con obreros chinos; cuando no pudo pagarlo, Xi Jinping se quedó con el camino; y eso mismo ha sucedido alrededor del mundo entero, donde China se ha hecho de puertos, centrales eléctricas, yacimientos de minerales estratégicos y hasta bases militares, como la que el kirchnerismo le entregó, con cesión de soberanía, en Neuquén.

Es probable que China acepte ampliar el swap, el acuerdo para pagar en monedas locales –sin usar dólares- los intercambios comerciales entre ambos países, y hasta liberar una porción del mismo para permitirle a Massa seguir postergando la devaluación que le exige el FMI, pero no será inmediato; los tiempos orientales son sensiblemente distintos a los nuestros y es difícil que se adecuen a las urgencias argentinas. Según parece el mayor logro de la carísima misión del dúo dinámico será la promesa de una empresa china de invertir US$ 1.000 millones, en yuanes, en el noroeste argentino.

Hoy Beijing tiene interés estratégico en aumentar su presencia en la Argentina, a través de la construcción de las represas Kirchner y Cepernic y de una central atómica (sería la primera para exhibir su tecnología), la administración de la esencial Hidrovía, un puerto pesquero y militar en Tierra del Fuego, la geopolítica en el Atlántico Sur y la Antártida, la concesión del sistema 5G (sospechado de espionaje en Occidente), el litio, la pesca y los alimentos, etc.. ¿Cuántas y qué gravosas concesiones estará dispuesto a hacer el kirchnerismo en fuga para obtener los favores de Xi Jinping, a quien lo une además una sumisión ideológica?

¿Se puede pedir mayor patología psiquiátrica que perorar contra la Constitución Nacional y la descripción que la misma hace del Poder Judicial por ser una “rémora monárquica”, como dijo Cristina Fernández el 25 de Mayo, y a la vez adherir sin tapujos ni fisuras a dictaduras como las que encabezan Xi Jinping, Nicolás Maduro, Miguel Díaz-Canel, Daniel Ortega, Vladimir Putin o los ayatollahs? Eso es lo que hicieron, esta misma semana, tanto Massa y Máximo cuanto Alberto Fernández, acompañando a un Lula da Silva que está volando sin escalas hacia el ridículo de abjurar de su propia historia democrática.

Merece destacarse, en la reunión de Brasília que buscó dar nueva vida a la extinta UNASUR, la actitud del chileno Gabriel Boric, un claro exponente de la joven izquierda latinoaméricana, quien –con el más que esperable acompañamiento del uruguayo Luis Lacalle Pou, al cual la televisión pública brasileña le censuró el discurso pero lo grabó y consiguió difundirlo por YouTube- repudió claramente el respaldo que el resto de sus colegas de la región dieron al criminal régimen venezolano.

Entre ambos, arruinaron la fiestita organizada por Lula da Silva y su Foro de São Paulo, ya que dejaron en claro que es profundamente inmoral disculpar, en nombre de una presunta ideología común, las permanentes y generalizadas violaciones a los derechos humanos, la persecución a la prensa y, sobre todo, los crímenes de lesa humanidad que comete a diario, tal como hacía su predecesor, el asesino heredero de Hugo Chávez Frías.


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