Adam Smith: Su legado y enseñanzas
Adam Smith (1723 – 1790) fue un economista y filósofo escocés, pionero en el pensamiento de la economía política y una figura clave durante la Ilustración escocesa. Considerado por algunos como «El padre de la economía», escribió dos obras clásicas, “La teoría de los sentimientos morales” (1759) y lo que se considera su libro más famoso, “Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de Naciones” (1776). Este último, a menudo abreviado como ‘La riqueza de las Naciones’, se considera su obra magna y el primer trabajo moderno que trata la economía como un sistema integral y como una disciplina académica.
Smith estudió filosofía social en la Universidad de Glasgow y en Balliol College, Oxford. Después de graduarse, pronunció una exitosa serie de conferencias públicas en la Universidad de Edimburgo, lo que lo llevó a colaborar con David Hume[1] durante el periodo llamado la Ilustración escocesa. Smith obtuvo una cátedra en Glasgow, enseñando filosofía moral y durante este tiempo, escribió y publicó La teoría de los sentimientos morales. Años más tarde ocupó un puesto de tutor que le permitió viajar por toda Europa, donde conoció a otros líderes intelectuales de su época.
Una antigua visión de la economía.
En la época de Smith, la gente veía la riqueza nacional en términos de las existencias de oro y plata de un país. La importación de bienes del extranjero se consideraba perjudicial porque significaba que se debía renunciar a esta riqueza para pagarlos; exportar bienes, por el otro lado, se consideraba bueno porque estos metales preciosos regresaban a la nación. En ese entonces, los países mantenían una amplia red de controles para evitar que esta riqueza de metales se fugara: impuestos a las importaciones, subsidios a los exportadores y protección para las industrias nacionales. El mismo proteccionismo reinaba también en la economía local: las ciudades impedían que los artesanos de otros pueblos se mudaran para ejercer su oficio; y los fabricantes y comerciantes solicitaban monopolios protectores.
Como reacción a la política común de proteger los mercados nacionales y los comerciantes, lo que llegó a conocerse como mercantilismo, Smith sentó las bases de la teoría económica clásica del libre mercado. La Riqueza de las Naciones fue un precursor de la disciplina académica moderna de la economía. En uno de sus tratados más importantes, desarrolló el concepto de división del trabajo y expuso cómo el interés propio racional y la competencia pueden conducir a la prosperidad económica.
La teoría de los sentimientos morales
La reputación de Smith surgió inicialmente por un libro sobre ética, La teoría de los Sentimientos Morales, donde a través de la psicología social descubriría el fundamento de la moralidad humana. Los seres humanos tienen una «simpatía» natural por los demás, decía, lo que les permitiría entender cómo moderar su comportamiento y preservar la armonía, lo cual es la base de nuestras ideas morales y acciones morales.
Este primer trabajo, titulado The Theory of Moral Sentiments, -aunque continuó haciendo extensas revisiones del libro hasta su muerte- fue según el mismo Smith, su obra más importante. En ella Smith examina críticamente el pensamiento moral de su tiempo y sugiere que la conciencia surge de relaciones sociales dinámicas e interactivas a través de las cuales las personas buscan «simpatía mutua de sentimientos». Su objetivo al escribir sobre el tema era explicar la fuente de la capacidad de la humanidad para formarse un juicio moral, dado que las personas comienzan la vida sin sentimientos morales en absoluto. Smith propuso una teoría de la simpatía, en la que el acto de observar a los demás y ver los juicios que forman tanto de los demás como de uno mismo hace que las personas sean conscientes de sí mismas y de cómo los demás perciben su comportamiento.
La riqueza de las naciones
Existe desacuerdo entre los economistas clásicos y neoclásicos sobre el mensaje central de la obra más influyente de Smith: Investigación sobre la Naturaleza y Las Causas de la Riqueza de las Naciones (1776) o The Wealth of Nations. Los economistas neoclásicos enfatizan la mano invisible de Smith, concepto mencionado en la mitad de su obra –Libro IV, Capítulo II– y los economistas clásicos creen que Smith enunció su programa para promover la «riqueza de las naciones» en las primeras frases, que atribuye el crecimiento de la riqueza y la prosperidad a la división del trabajo. Smith profundizó en la virtud de la prudencia, que para él significaba las relaciones entre las personas en el ámbito privado de la economía.
La Riqueza de las Naciones[2] fue publicada como una serie de cinco libros que buscaba revelar la naturaleza y la causa de la prosperidad de una nación. Smith vio que la principal razón para generar prosperidad era una creciente división del trabajo.
Usando el famoso ejemplo de los alfileres, Smith afirmó que diez trabajadores podrían producir 48 000 alfileres por día si cada una de las dieciocho tareas especializadas se asignara a trabajadores particulares; argumentaba que la productividad media era de 4.800 pines por trabajador al día. Pero que por el contrario, sin la división del trabajo, un trabajador tendría la suerte de producir aunque fuera un solo alfiler por día.
Uno de los temas centrales en el primer libro de la serie es cómo los individuos pueden aplicar mejor su propio trabajo o cualquier otro recurso. Smith afirmó que un individuo invertiría un recurso, por ejemplo, tierra o mano de obra, para obtener el mayor rendimiento posible. En consecuencia, todos los usos del recurso deben producir una tasa de retorno; de lo contrario, se produciría una reasignación de dichos recursos a otro uso. George Stigler[3], economista estadounidense de la escuela de Chicago, llamó a esta idea la proposición central de la teoría económica.
Smith usó esta idea sobre la igualdad de rendimientos para explicar por qué diferían los salarios. Estos serían más altos, argumentó, para los oficios que eran más difíciles de aprender, porque la gente no estaría dispuesta a aprenderlos si no fueran compensados con un pago más elevado. Con este pensamiento dio origen a la noción moderna de capital humano. De manera similar, señalaba que las tasas salariales también serían más altas para quienes se dedican a ocupaciones inseguras o riesgosas, como la minería del carbón. En resumen, argumentaba, que las diferencias en el trabajo se compensaban con diferencias en los salarios. Los economistas modernos llaman a la idea de Smith la teoría de las diferencias salariales compensatorias. Smith utilizó, además, la economía numérica no solo para explicar la producción de alfileres o las diferencias de pago entre carniceros y mineros, sino también para abordar algunos de los problemas políticos más apremiantes de su momento.
El tercer libro de Smith se centra en argumentar que el ingreso futuro de un país depende de la acumulación de capital. Cuanto más se invierta en mejores procesos productivos, más riqueza se creará en el futuro. Pero si la gente va a acumular su capital, decía, debe estar segura de que estará a salvo de robos. Los países que prosperan son aquellos que hacen crecer su capital, lo administran bien y lo protegen. Y, un cuarto tema de su planteamiento fue que este sistema es automático. Donde las cosas escasean, la gente está dispuesta a pagar más por ellas: hay más ganancias en suministrarlas, por lo que los productores invierten más capital para producirlas. Donde hay exceso, los precios y las ganancias son bajos, los productores trasladan su capital y empresa a otra parte. La industria permanece así enfocada en las necesidades más importantes de la nación, sin necesidad de una dirección central. Este concepto fue lo que dio origen a la llamada Mano Invisible.
Más adelante con el tiempo, Smith le diría al gobierno británico, que no valía la pena mantener sus colonias americanas; su razonamiento sobre el costo excesivamente alto del imperialismo británico le permitió demostrar una forma numérica mediante la cual mostró el excesivo costo para hacerlo[4].
La productividad del libre intercambio
Smith se opuso con vehemencia al mercantilismo, la práctica de mantener artificialmente un superávit comercial con la creencia errónea de que hacerlo aumentaba la riqueza. La principal ventaja del comercio, argumentó, era que abría nuevos mercados para los excedentes de bienes y también proporcionaba algunos productos del exterior a un costo menor que en casa. Con eso surgieron, gracias a Adam Smith, una serie de economistas de libre comercio y allanó el camino para las teorías de la ventaja comparativa de David Ricardo y John Stuart Mill una generación más tarde.
Argumentó que en un intercambio libre, ambas partes estaban mejor, donde sencillamente nadie cambiaría si esperara perder: el comprador se beneficia, al igual que el vendedor. Decía que las importaciones son tan valiosas para nosotros como lo son nuestras exportaciones para otros. Debido a que el comercio beneficia a ambas partes, dijo Smith, aumenta la prosperidad con tanta seguridad como lo hacen la agricultura o la manufactura. La riqueza de una nación no es la cantidad de oro y plata en sus bóvedas, sino el total de su producción y comercio, y esto es lo que hoy conocemos como el Producto Interno Bruto o PIB[5].
La riqueza de las naciones influyó profundamente en los políticos de la época y proporcionó la base intelectual de la gran era de libre comercio y expansión económica del siglo XIX. Incluso hoy día, el sentido común del libre comercio es aceptado en todo el mundo, independientemente de las dificultades prácticas para lograrlo.
Orden social basado en la libertad.
Smith tenía una comprensión radical y fresca de cómo funcionaban realmente las sociedades humanas. Se dio cuenta de que la armonía social surgiría de forma natural a medida que los seres humanos lucharan por encontrar formas de vivir y trabajar juntos. La libertad y el interés propio no tienen por qué producir caos, sino, más bien guiados por una «mano invisible», que generaba orden y concordia. Y, a medida que las personas hicieran tratos entre sí, los recursos de la nación se dirigirían automáticamente a los fines y propósitos que la gente valoraba más[6]. Argumentaba que un orden social próspero no necesitaba ser controlado por reyes y ministros, sino que más bien crecería, orgánicamente, como un producto de la naturaleza humana y más aún en un mercado abierto y competitivo, con libre intercambio y sin coerción.
Por muy egoísta que se pueda suponer a un hombre, evidentemente hay algunos principios en su naturaleza que le interesan en la fortuna de los demás y hacen que su felicidad sea necesaria para él, aunque no obtenga nada de ello excepto el placer de verla. En otras palabras, sabía que la naturaleza humana es compleja: somos egoístas, pero también nos gusta ayudar a los demás. De cierto modo los libros de Smith son complementarios: muestran cómo los seres humanos interesados en sí mismos pueden vivir juntos en paz (en la esfera moral) y productivamente (en la economía). La riqueza de las naciones no respalda la codicia económica, como a veces se caricaturizaba. El interés propio puede impulsar la economía, pero esa es una fuerza para el bien, siempre que haya una competencia genuinamente abierta y sin coerción. Y, continuaba su argumento, que es a los pobres a quienes más beneficia la libertad económica y social.
La Mano Invisible
La mano invisible es una metáfora de las fuerzas invisibles que mueven la economía de libre mercado, pero a la vez es uno de los conceptos más importantes de la ciencia economía moderna. A través del interés propio individual y la libertad de producción y consumo, se cumplen los mejores intereses de la sociedad en su conjunto. La interacción continua de las presiones individuales sobre la oferta y la demanda del mercado provoca el movimiento natural de los precios y el flujo del comercio. El término «mano invisible» apareció por primera vez en La Riqueza de las Naciones, para describir cómo los mercados libres pueden incentivar a las personas, actuando en su propio interés, para producir lo que es ‘socialmente necesario’. Y es la interdependencia la que incentiva a los productores a hacer lo que es socialmente necesario, aunque sólo les importe su propio bienestar. Smith introdujo el concepto en su libro de 1759 La teoría de los sentimientos morales y la amplió más tarde en su libro de 1776 la riqueza de las naciones.
La declaración de Smith sobre los beneficios de una «mano invisible» puede que haya estado destinada a responder a la afirmación de Mandeville[7] de que «los vicios privados… pueden convertirse en beneficios públicos». Muestra la creencia de Smith de que cuando un individuo persigue su propio interés en condiciones de justicia, sin querer promueve el bien de la sociedad. La competencia interesada en el mercado libre -argumentó, tendería a beneficiar a la sociedad en su conjunto al mantener los precios bajos, al mismo tiempo que crea un incentivo para una amplia variedad de bienes y servicios. Sin embargo, se mostró cauteloso con los empresarios y advirtió sobre su «conspiración contra el público o en alguna otra artimaña para aumentar los precios». Una y otra vez, Smith advirtió sobre la naturaleza oscura de los intereses comerciales que pueden formar conspiraciones o monopolios, fijando el precio más alto «que puede exprimirse de los compradores». Smith afirmaba que el interés de los fabricantes y comerciantes:
«en cualquier rama particular del comercio o las manufacturas es siempre, en algunos aspectos, diferente e incluso opuesto al del público… La propuesta de cualquier nueva ley o regulación del comercio que proviene de este orden siempre debe ser escuchado con gran precaución, y nunca debe ser adoptado hasta después de haber sido largo y cuidadosamente examinado, no solo con la atención más escrupulosa, sino también con la más sospechosa».
Fue muy enfático al explicar que la caridad, si bien es un acto virtuoso, no puede por sí sola proporcionar lo esencial para vivir. El interés propio es el mecanismo que puede remediar esta deficiencia. Smith dijo: “No es por la benevolencia del carnicero, el cervecero o el panadero que podemos esperar nuestra cena, sino por la consideración de sus propios intereses”. Adam Gopnik, columnista de The New Yorker, señaló que “uno no puede captar la idea de la mano invisible sin la idea de equilibrio del testigo interno imaginario: esos jueces morales son los que permiten que la mano invisible actúe”. Y el economista Joseph Stiglitz[8] dijo en sus investigaciones: “La razón por la que la mano invisible a menudo parece invisible es que a menudo no está allí”.
Frases significativas de Adam Smith
“Al actuar de acuerdo con los dictados de nuestras facultades morales, buscamos necesariamente los medios más eficaces para promover la felicidad de la humanidad.”
Sobre La División Del Trabajo:
“Es la gran multiplicación de las producciones de todas las diferentes artes, como consecuencia de la división del trabajo, lo que ocasiona, en una sociedad bien gobernada, esa opulencia universal que se extiende a las clases más bajas del pueblo.”
“Es la máxima de todo dueño prudente de una familia, nunca intentar hacer en casa lo que le costará más hacer que comprar… Lo que es prudencia en la conducta de toda familia privada, difícilmente puede ser una locura en que de un gran reino.”
Sobre la Competencia[9]:
“En general, si alguna rama del comercio, o alguna división del trabajo, es ventajosa para el público, cuanto más libre y más general sea la competencia, tanto más lo será siempre.”
“El consumo es el único fin y propósito de toda producción; y el interés del productor debe ser atendido, sólo en la medida en que sea necesario para promover el del consumidor.”
Con La riqueza de las naciones, Adam Smith se ubicó como el principal expositor del pensamiento económico. Corrientes de Adam Smith recorren las obras publicadas por David Ricardo y Karl Marx en el siglo XIX, y por John Maynard Keynes y Milton Friedman en el XX. Algunos estudiosos han percibido un conflicto entre La Teoría de los Sentimientos Morales y La Riqueza de las Naciones; el primero enfatiza la simpatía por los demás, mientras que el segundo se enfoca en el papel del interés propio. En años recientes, sin embargo, algunos estudiosos del trabajo de Smith han argumentado que no existe contradicción. Afirman que en La teoría de los sentimientos morales, Smith desarrolla una teoría de la psicología en la que los individuos buscan la aprobación del «espectador imparcial» como resultado de un deseo natural de que los observadores externos simpaticen con sus sentimientos; además, se considera que las obras enfatizan diferentes aspectos de la naturaleza humana que varían según la situación.
Legado 300 despúes…
Hoy, la reputación de Smith se basa en su explicación de cómo el interés propio racional en una economía de libre mercado conduce al bienestar económico. Puede sorprender a quienes descartarían a Smith como un defensor del individualismo despiadado que su primer trabajo importante se concentre en la ética y la caridad. De hecho, mientras presidía la Universidad de Glasgow, las materias de las conferencias de Smith, en orden de preferencia, eran teología natural, ética, jurisprudencia y economía, según John Millar[10], alumno de Smith en ese momento. En The Theory of Moral Sentiments, Smith escribió:
“Por más egoísta que se pueda suponer al hombre, evidentemente hay algunos principios en su naturaleza que le interesan en la fortuna de los demás y hacen que su felicidad sea necesaria para él, aunque no obtenga nada de ello excepto la felicidad de los demás”.
En su libro de 2017 Private Government[11], la filósofa Elizabeth Anderson argumentó que la visión de Smith de una sociedad orientada al mercado en La riqueza de las naciones tenía un impulso moral detrás. Smith buscó promover relaciones sociales que fomentaran la libertad y la igualdad. En lugar de relaciones de dependencia, servidumbre y dominación, como era bajo el feudalismo, creía que el mercado tenía el potencial emancipatorio e igualitario para crear relaciones basadas en la independencia, el reconocimiento mutuo y la igualdad. En otra versión de este argumento, articulada por los teóricos políticos Dennis Rasmussen y Ryan Hanley[12], se señala que la profunda preocupación de Smith por la desigualdad económica está vinculada a nuestra capacidad para la simpatía y el cultivo de la virtud, como lo delineó en La teoría de los sentimientos morales. Para Smith, explica Hanley, la comercialización y las disparidades de riqueza que la acompañan “inhiben nuestro rasgo humano más distintivo, a saber, nuestra capacidad de simpatía”.
Adam Smith es quizás mejor conocido como uno de los primeros campeones del libre mercado y es ampliamente considerado como el padre fundador de la ciencia económica y del capitalismo. Desde sus ideas sobre las promesas y las trampas de la globalización, hasta su firme creencia en la preservación de la dignidad humana, su trabajo es tan relevante hoy como lo fue en el siglo XVIII. Smith surgió además como un pensador cuya perspectiva única abarcó compromisos más amplios con la virtud, la justicia, la igualdad y la libertad.
Los escritos de Smith son tanto una investigación sobre la ciencia de la economía como una guía de políticas para hacer realidad la riqueza de las naciones. Smith creía que el desarrollo económico se fomentaba mejor en un entorno de libre competencia que operaba de acuerdo con las «leyes naturales» universales. Debido a que el estudio de Smith fue el más sistemático y completo de la economía hasta ese momento, su pensamiento económico se convirtió en la base de la economía clásica; y debido a que han perdurado más de sus ideas que las de cualquier otro economista, algunos consideran a Adam Smith como el alfa y el omega de la ciencia económica.
BIBLIOGRAFÍA
Smith, Adam (2003) [1776]. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Bantam Classic, New York, NY. 2003. ISBN 0-553-58597-5.
Adam Smith Institute, London, United Kingdom
[1] David Hume (1711-1776) fue un filósofo, historiador, economista y ensayista escocés y una de las figuras más importantes de la filosofía occidental moderna y de la Ilustración escocesa. Es conocido por su sistema filosófico altamente influyente en el empirismo, escepticismo y naturalismo. Sus obras principales son: Tratado de la naturaleza humana (1739) e Investigación sobre el entendimiento humano (1748).
[2] Smith, Adam (2003) [1776]. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Bantam Classic, New York, NY. 2003. ISBN 0-553-58597-5
[3] George Joseph Stigler, economista estadounidense que se hizo conocido dentro de la Escuela de Chicago, analizó las estructuras industriales, el funcionamiento de los mercados y las causas y los efectos de la regulación pública. En 1982, el profesor Stigler ganó el premio Nobel de economía por sus estudios sobre las estructuras industriales, el funcionamiento de los mercados y las causas y los efectos de la regulación pública.
[4] Smith, Adam (2003) [1776]. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Bantam Classic, New York, NY. 2003, book IV, chap. VIII, par. 53.
[5] Adam Smith Institute, London, United Kingdom. Accesado el 03/06/2023. Obtenido de https://www.adamsmith.org/about-adam-smith
[6] Smith, Adam (2003) [1776]. An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations. Bantam Classic, New York, NY. 2003.
[7] Bernard Mandeville (1670 – 1733), fue un filósofo, economista político y satírico angloholandés.
[8] Joseph Eugene Stiglitz (1943-) es un economista y profesor estadounidense. Premio del Banco de Suecia en Ciencias Económicas en memoria de Alfred Nobel (2001). Es conocido por su visión crítica de la globalización, de los economistas de libre mercado. Considerado un economista de la Nueva Economía Keynesiana..
[9] Adam Smith Institute, London, United Kingdom. Accesado el 03/06/2023. Obtenido de https://www.adamsmith.org/the-wealth-of-nations
[10] John Millar (1735 – 1801) fue un filósofo, historiador y Regius Professor of Civil Law de derecho civil escocés en la Universidad de Glasgow de 1761 a 1800.
[11] Anderson, Elizabeth. Private Government. 2019. Princeton University Press; Reprint Edition.
[12] Hanley, Ryan. Our Great Purpose: Adam Smith on Living a Better Life. 2021. Princeton University Press.