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¿Quién determina tu destino?

En el mundo actual de grandes avances tecnológicos como la inteligencia artificial, pero, de crisis financieras que mantienen en el hambre a millones de personas. En el mundo de la supuesta evolución e inclusión social, el mundo de la diversidad y al mismo tiempo de la tristeza y la soledad de miles que han sido abusados por quienes deberían haberlos protegido. El mundo de la visibilidad, del supuesto éxito enmarcado por un número de seguidores en redes sociales. En fin, en un mundo de grandes contradicciones, el hablar de Dios, de la oración y su inmenso poder para cambiar nuestro destino no es un tema que ocupe los primeros titulares de la prensa, ni tampoco que sea tratado en los diversos medios de comunicación. En nuestro mundo actual son muy pocos los que piensan siquiera que Dios existe y mucho menos que puede cambiar sus destinos, transformar sus vidas y usar las situaciones que enfrentan a su favor.

Desde tiempos ancestrales los seres humanos han tenido el inmenso deseo de descifrar su futuro. Es un deseo imperante del ser humano el querer preceder a los hechos de su propia historia. Realmente, muchos quisieran contar con la bola de cristal en la que pudieran ver que les depara el destino. Y con este deseo, también existe el anhelo conjunto de poder cambiar los hechos que no les son del agrado propio. Además, el deseo de ser capaces de tomar las decisiones acertadas ante la exposición adelantada de sus consecuencias; en fin, pareciera que quisiéramos poder ver nuestras vidas proyectadas en una película y saber cuál es el camino que debemos tomar en los diferentes tiempos de nuestra vida.

Por esta razón, una inmensa mayoría ha acudido a toda clase de fuentes que de maneras engañosas le calman un poco esta terrible ansiedad por el futuro. Muchos se guían por los astros, y más allá del horóscopo se confían de una carta personal dictada por éstos a ciertos aventajados en el arte de la pronosticación. Otros acuden a la adivinación en todas sus formas, a través de cartas, café, tabaco, etc. De igual manera, hay quienes depositan su confianza en fenómenos oscuros como la brujería y la hechicería entregando en estas prácticas sus vidas a entidades del mal que los sumergen en un mundo de oscuridad.

Nos llamamos cristianos, católicos, evangélicos, judíos, musulmanes; todos practicantes de religiones monoteístas, pero en el ejercicio de nuestra fe hay tantos dioses con minúscula que nos perdemos en el camino del encuentro con Dios. Sin embargo, cada una de estas religiones tiene como piedra angular un recurso que ha sido subvalorado; una herramienta que ha sido poco apreciada, pero que es capaz de desatar las bendiciones más maravillosas e inimaginables. Una herramienta a través de la cual podemos tener comunión con nuestro Hacedor para vivir conforme al destino que Él determinó de antemano para cada uno de nosotros. Se trata de la oración, se trata de hablar con Dios, se trata de dejar a los intermediarios de lado y confrontarnos con el Creador. Se trata de dejar de vivir una vida de desaciertos, de eventos fatídicos creados por las fuerzas que nos rodean, pidiéndole a Dios que nos otorgue lo que Él ha planeado para nuestra vida.

En la Biblia, enclavada en medio de una larga lista genealógica, encontramos una oración que ha inspirado a muchos a lo largo de la historia. Esta es la oración de un hombre llamado Jabes, se encuentra en el libro de I Crónicas en el capítulo 4, en los versos 9 y 10. La única descripción sobre Jabes expresada en las escrituras, es que era un hombre “ilustre”, literalmente, “que era más ilustre que sus hermanos”. Además, nos revelan unos pocos versículos que Jabes fue llamado con este nombre, cuyo significado es “pena o dolor”, porque su madre lo dio a luz con mucho dolor. 

Un buen día Jabes examinó su vida y decidió que no quería vivir más bajo el significado de su nombre, sino que quería estar bajo la bendición de Dios. Entonces, oró de esta manera: “Oh Dios, dame tu bendición. Ensancha mi territorio. Que tu mano sea sobre mí, y me libres del mal, para que no me haga daño.” A continuación, las Sagradas escrituras narran algo que me parece lo más extraordinario de esta historia: “Y Dios le otorgó lo que pidió”. ¿Cuál es exactamente el poder de la oración de Jabes? ¿Cuál fue su secreto al comunicarse con Dios para que la Biblia lo resuma todo diciendo: “Y Dios le otorgó lo que pidió”

Una oración es una expresión de nuestra dependencia de Dios. Es una expresión del reconocimiento de nuestras limitaciones y, al mismo tiempo, una expresión del reconocimiento del poder infinito de Dios. Cuando Jabes oró, esa sencilla y corta oración, estaba expresando su deseo de estar bajo la mano de Dios. El anhelaba ser bendecido de acuerdo a los términos de Dios. Y dejar de vivir bajo el significado de su nombre. Jabes honró a Dios con su fe, Dios se agradó de él y lo bendijo. 

El destino de Jabes estaba predeterminado por el significado de su nombre. Su nombre le recordaría a su madre todos los días de su vida del dolor que le había causado su nacimiento. Pero Jabes no se conformó con vivir una vida de pena; él trascendió las barreras de su vida reconociendo que por encima de todo, si la bendición de Dios estaba sobre él, su destino sería diferente. Él entendió que Dios es suficientemente grande para cambiar las circunstancias. Entendió que lo que manos humanas no pueden cambiar, la mano de Dios puede transformar completamente. Y con esta corta oración llegó al corazón de Dios. Cuando nos entregamos a Dios a través de esta clase de oración, estamos expresando nuestra confianza de que al ser guiados por Él, no habrá circunstancias, ni eventos, ni personas, ni aun nosotros mismos, podremos cambiar el destino que Dios ha preparado para nosotros. 

Quizá estés enfrentando alguna situación difícil en tu vida. Quizá estés pasando por la ruptura de un matrimonio, por la angustia de una enfermedad, por la lucha desgastada con alguna adicción. Quizá estés en medio de un revés financiero, o la soledad sea tu compañera más cercana. Quizá no puedas comunicarte con los seres que más ama tu corazón. Quizá quieras poder desarrollar tu potencial como ser humano más allá de la conformidad de los límites impuestos. Cualquiera que sea tu situación, te aseguro con plena certeza que una oración de fe puede trascender tus barreras; puede determinar un destino de propósito para tu vida. Dios puede ensanchar tu territorio y bendecirte más allá de lo que imaginas.

Muchas veces entregamos nuestras vidas a algo que no significa nada, mientras ignoramos lo que significa todo.

“Hasta ahora nada han pedido en Mi nombre; pidan y recibirán, para que su gozo sea completo.” Juan 16:24


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