Un futuro que es más pasado
La mayoría de los venezolanos, pareciera pertenecer a una especie rara. Forma parte de un grupo que se da intencionalmente un tiro en un pie. Y después sonríe como si hubiese obtenido un beneficio. Quizás se deba al embobamiento colectivo al que se ha forzado a las mayorías. A las que el régimen ha emborrachado con una mezcla de discursos y dádivas; últimamente, más lo primero que lo segundo. Aunque la capacidad de seducir mediante coimas que implican la carcoma moral de la nación nunca ha dejado de estar presente. Esa seducción que implica el dinero fácil obtenido sin sudarse —para los de abajo: con las misiones, con el “empoderamiento” de los consejos comunales, con la alcahuetería de las apropiaciones indebidas de propiedades ajenas; para los de arriba: con el hacerse los locos con los latrocinios desde los gabinetes, con los grandes negociados logrados por empresas de maletín o, sencillamente, con la utilización de las partidas secretas — ha dado su fruto. Acerbo, por lo demás. Nos ha proporcionado un futuro triste, que se parecerá más al pasado que debimos dejar atrás hace mucho tiempo que al porvenir luminoso que anhelamos todos.
Seguiremos sufriendo, entonces, de las consecuencias más nefastas del sectarismo que ha imperado a lo largo de estos catorce años. Ello caracterizado por funcionarios ineptos a los que se les escoge más por el carné que portan y las demostraciones de adoración al caudillo que por las destrezas técnicas o gerenciales. Y si fuese esto solo, pase, aun cuando en el pasado Venezuela contó con funcionarios meritorios que la llevaron a las alturas desde donde se ha estado despeñando del 99 para acá. Pero es que también está marcado por los “colectivos” de perdonavidas armados que imponen su ley. Y por una balanza de la justicia que no está a nivel y considera delitos aberrantes a lo que ni a faltas llegan si es que son realizados por opositores; pero meros pecadillos (si es que se toma conocimiento oficial) cuando quien lo comete tiene franela roja. Y por la falta de un control serio de las finanzas públicas, hoy devenidas en caja chica de los mandamases del PUS. Se murió el contralor hace tiempos y, una vez más irrespetando la Constitución, no lo han reemplazado. Porque les estorbaría para los latrocinios; aunque el finado no es mucho lo que ayudaba en eso…
Seguiremos viendo el endeudamiento acelerado de la república porque los actuales mandatarios se han engolosinado mucho con el dinero que pasa por sus manos; más que eso: se han enviciado en el manejo de él y han llegado a convertirse de hecho en pluto-dependientes (palabra que acabo de inventar pero que los retrata). Si antes de las elecciones ya nuestros biznietos (cuando nazcan) se iban a encontrar con tremenda deuda que tendrán que pagar, después de este sexenio, nuestros tataranietos y sus hijos ya tienen una factura para cancelar. Con el agravante de que ya no existirá un sector privado que pueda meter el hombro porque —sin inversiones extranjeras porque todos le tendrán miedo a nuestra dudosa juridicidad, y sin fábricas nacionales operando porque las quebraron ex profeso— no habrá emprendimiento y todos dependerán del chequecito oficial que —al igual que la libreta de racionamiento— tanto abundó en el socialismo real…
Si no se les detiene a los rojos en el futuro cercano, al final de este período —o si antes ocurre la vacancia definitiva de la presidencia (Dios mediante)— lo que le espera a Venezuela es la argentinización de la política: después de largos años de autocracia militarista dirigida por un chafarote que se cree hegemón, la continuación en el poder de una clase política gansteril como la que reside en la Casa Rosada desde Ménem para acá y que tiene su máximo exponente en el kitchnerismo y sus obscenas fortunas mal habidas (ayudadas por maletinazos venezolanos, como si los necesitara la Kristina). Eso es lo que hay que evitar.
Los rojos deben entender que el país ha cambiado; que ya la mitad (o más) de la nación se les opone; que ya no crecen más, los porcentajes que les concede el CNE cada vez son menores; que deben recapacitar sobre la seriedad de lo que les toca en la pacificación y normalización de la república. Pero si siguen emperrados en seguir dividiendo al país para poder mangonear mejor, igualando por debajo para asegurarse la sumisión de las masas, corrompiendo a los altos mandos para que unos y otros puedan robar mejor, pagando a amigos en la escena mundial para comprarse un liderazgo internacional que tiene por razón solo un avorazado afán de popularidad; otros seguiremos denunciándolos en la búsqueda del bien de la patria, diciendo nuestras verdades porque ya estamos muy viejos para claudicar en el empeño, anhelando para Venezuela un porvenir de progreso. No cejaremos…