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Estos tiempos

La frase del título se refiere a una visión panorámica del presente global: en “estos tiempos” tal cosa, en “estos tiempos” tal otra. Me parece legítimo detenernos en algo así.

Las placas tectónicas de la política internacional se están moviendo mucho. Yo diría que, pese al crujir de dientes, las noticias allí son menos malas de lo que parece a primera vista. De los países hasta hace poco dominantes están los rusos, cuyo franco retroceso derivado del inescapable fracaso en Ucrania podría incluso volverse catastrófico; están los chinos, todavía avanzando, aunque a un ritmo mucho menos arrollador que hace un par de décadas. Por lo demás, la sucesión de Xi Jinping no va a ser nada fácil cuando se dé. Del lado opuesto, están Estados Unidos y Europa. ¿Avanzando? No me arriesgaría a decirlo, pero en todo caso no están retrocediendo, sobre todo porque la OTAN va a salir fortalecida de la guerra en Ucrania, hecho de importancia mundial. El resto de países significativos sufren agitaciones y a veces convulsiones. Ninguno –por ejemplo, no la India– se está perfilando para ocupar un lugar de predominio global. En síntesis, la de estos tiempos es una evolución razonable del balance de poder internacional.

En América Latina abundan hoy los regímenes populistas, más o menos extremos. Sin embargo, ni siquiera el de México va realmente camino a la consolidación política. La esencia del cambio como nuevo paradigma parte de la continuidad. ¿Alguien ve continuidad en el futuro de lo que hoy pasa en Chile, Argentina, Perú, Brasil, Bolivia? Para no hablar de Venezuela, Nicaragua o Cuba, tres regímenes condenados al fracaso abrumador. Oigo opiniones al respecto.

Las noticias sobre el cambio climático, la generación de energía y la prosperidad implícita en todo ello son muy problemáticas en estos tiempos, sobre todo porque, a pesar de que en muchas partes se dan progresos, estos son demasiado lentos como para tener un efecto benéfico que garantice el bienestar a largo plazo. Igual, los daños asociados con todo ello todavía no son catastróficos. ¿Lo serán en diez, quince o veinte años? Una cosa es casi segura: cuando lo catastrófico asome de forma reiterada su feo rostro y empiece a tener consecuencias arrasadoras, si es lo que pasa, las acciones para contrarrestarlo se volverán mucho más potentes. Por lo que dicen los expertos, un viraje dramático es mucho mejor antes que después, si bien siempre sirve.

Hay otras crisis que no se pueden pasar por alto en estos tiempos. La perspectiva del decrecimiento de la población en muchas partes, incluso en China, va a tener consecuencias dramáticas. Una hoy paradójica será acelerar la emigración, en particular desde África, el único continente que todavía produce más niños de los que le caben, y ello hasta que allí también empiecen a escasear los nacimientos. La otra obviedad, así sea un anatema político, será retardar en todo el mundo la edad de retiro laboral.

Un problema muy agudo de estos tiempos es la mafiotización –para proponer un neologismo– de las sociedades, sobre todo en América Latina. ¿Se volverán populares las soluciones aplicadas por Bukele o Duterte para este mal, tan cercanas del fascismo? Ojalá surjan otras. Una cosa sí es cierta: la resignación, o sea mirar para otro lado como lo hace AMLO, no es ninguna solución. Por si acaso, yo tampoco tengo una alternativa infalible.

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