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Antes que amanezca: la autopoiesis de la UNELLEZ

«…la crisis consiste precisamente en el hecho de que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer: en este interregno se verifican los fenómenos morbosos más variados…» ANTONIO GRAMSCI

El término “autopoiesis”, o autopoyesis, viene de la creación de los biólogos chilenos Humberto Maturana y Francisco Varela, por allá en 1973 del siglo XX; este  neologismo lo justificaron como expresión de la cualidad de un sistema molecular que sea capaz de reproducirse y mantenerse por sí mismo; cuando hacemos alusión a la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora, UNELLEZ, estamos ante una muestra evidente de lo que se podría entender como una “molécula institucional-social”, ya que en ella se dan todos los fenómenos de transformación y desarrollo que se dan en una molécula: los átomos se unen las formando para compartir electrones y completar su última capa; se queda ligada entre sí por un enlace químico y la separación entre los átomos enlazados viene fijada por el equilibrio entre las fuerzas de atracción y repulsión entre dichos átomos.

Si nos remontamos a nuestro libro de cabecera de biología de bachillerato, tenemos que la molécula es la mínima parte de materia que conserva las propiedades de un material, y puede estar formada por un solo átomo (el helio: He, o los metales) o ser poliatómicas (como el agua: H2O). En el área científica, el estudio de los procesos que se dan en esa molécula los viene haciendo la biología molecular, la cual es el encuentro de dos disciplinas que han progresado en  los primeros treinta años: la bioquímica y la genética, la primera estudia la estructura y la función de las moléculas que componen los seres vivos, y la segunda abarca el estudio de la biología que busca comprender y explicar cómo se transmite la herencia biológica de generación en generación mediante el ADN.

Ahora bien si extrapolamos estas ideas a la realidad social, política, cultural y económica de una organización institucional como la UNELLEZ, tenemos ante nosotros una molécula social en franca expansión y crecimiento. ¿Por qué molécula social? Porque aguas adentro la UNELLEZ, es una realidad que como ocurre con las muñecas rusas (que de una grande se van metiendo las pequeñas adentro y sucesivamente), se dan micro-sistemas dentro de otros o sistemas, hasta converger en “personas”, de ahí en “grupos” y dentro de los grupos en “organizaciones”, que a su vez acobija dentro las “Instituciones” (organizaciones creadas y direccionalizadas por el Estado), y las comunidades y la sociedad, dentro de la humanidad.

Puede que nuestros lectores vean muy engorroso esta descripción organizacional de la UNELLEZ, pero es necesario comprender un poco de la teoría que nos lleva a comprender mejor el funcionamiento orgánico de una institución que aún se desenvuelve con tropiezos dado su carácter experimental y de innovación. La teoría de Robert Merton, discípulo de Talcott Parsons, en la disciplina de la sociología, generó algunos de los postulados del funcionalismo estructural que ha justificado la manera de ver molecularmente las organizaciones de carácter universitario modernas. Se da con Merton la teoría de las funciones manifiestas y latentes, donde  se destaca la visual de los siete niveles de la organización social: 1. Personas. La persona es la unidad básica a partir de la cual construimos las sociedades; 2. Grupos. Las personas se hayan enlazadas por la cohesión y la interdependencia, cohesión que surge por la conciencia de pertenencia a una misma identidad social que posee cada uno de sus miembros. La interdependencia surge por la interacción de esos miembros persiguiendo objetivos comunes y realizando actividades juntos; 3. Organizaciones. Son grupos sofisticados, con una estructura más compleja, donde las instituciones pueden representarse como macromoléculas: lípidos, glúcidos, proteínas, ADN; 4. Instituciones. Las organizaciones y las instituciones tienen la función de crear, transmitir, mantener y perpetuar toda la información que regula el comportamiento de una sociedad; 5. Comunidades. Una comunidad es una sociedad en miniatura, se considera la unidad social mínima y es apta para la convivencia más o menos autosuficiente; 6. Sociedades. Representan el interés principal para que las instituciones cambien, se eduquen y determinen la manera de pensar y actuar de la mayoría. Si tuviéramos que contrarrestar el poder de las instituciones con algún tipo de contraeducación, tendríamos las de perder. No podemos vencer nunca contra las instituciones que regulan la conducta de una sociedad. Los efectos de cualquier movimiento en contra de la corriente serán siempre minoritarios, una desviación de la norma. No hay forma de evitar esto. Únicamente controlando las instituciones controlamos la conducta de la mayoría; y 7. Humanidad. La cual es el conjunto de todas las sociedades humanas buscando una utopía a construir donde el hombre permanezca como epicentro y el sujeto que será impulsor de los cambios.

En la UNELLEZ, ha habido falsas corrientes de cambio y transformación, por lo cual se requiere reconstruir las que siendo exitosas no se materializaron, creando condiciones para auto reproducir nuevas estructuras y cambios que vengan a reimpulsar el carácter académico e investigativo de la universidad.

En su teoría Maturana y Valera, interpretada por María Clara Garavito G. y Andrés F. Villamil L., se muestra el interés  de responder  cómo  un  organismo  particular  resuelve  los  problemas  con  los  que  se  enfrenta  en  el  aquí  y  el  ahora,  y   cómo   esa   resolución   está   determinando   sus   transformaciones   estructurales.

En ese proceso indagatorio,   los  biólogos  chilenos  encontraron  que  muchos  rasgos  que  se  consideran  parte  de  una  determinación  genética  que  caracteriza  a  una  especie,  emergen  más  bien  como  solución a problemas cotidianos en los que los genes y el ambiente son igualmente relevantes; la  vida  no  se  define  únicamente por fuerzas ajenas a ella, sino por su capacidad intrínseca de manipular esas fuerzas, de significarlas e incorporarlas a las propias dinámicas con el entorno.

A todas estas, en   esa   búsqueda   de   complejización,   en   la   resolución   de   problemas en lo social,  surge  la institucionalidad universitaria desde dos  manifestaciones:  el  proceso  de  la  vida, la cotidianidad de la consolidación de transferir saberes y crear nuevos saberes;  y la  significación del  mundo circundante,  partiendo de la comprensión de lo  complejo  de las universidades como  organización  y como institución, entendiendo que como organización se muestra enmarcada en una congregación de hombres y mujeres que ejecutan tareas y como institución, se enmarca en los preceptos legales que le dan solidez y legitimidad para generar prestigio y competitividad. 

La UNELLEZ, atraviesa hoy día por una profunda crisis de valores; por un lado una vieja clase de funcionariado que está apegada a principios de representatividad y manejo partidista de las toma de decisiones, los que emergieron del bipartidismo en el siglo XX; por otro lado, los contados docentes e investigadores que por méritos lograron entrar en la plantilla de la universidad; y los de la clase política del bloque del cambio que han surgido producto del trabajo social y comunitario que les permitió entrar en los programas académicos de la universidad. Esa estructura general no termina de moldear una universidad que se proyecte por un lado salir de la experimentalidad y por otro, consolidar la investigación y extensión para tributar no solamente en el ranking nacional e internacional de instituciones de educación superior, sino para producir saberes que coadyuven a la sociedad a replantear un crecimiento sostenido y de vanguardia, donde la universidad sea la que impulse cambios trascendentales en todos los ámbitos de la sociedad.

La lucha interna por el cogobierno de la UNELLEZ, sigue siendo un esfuerzo débil sino se entiende que la universidad no es una parcela política, sino una herramienta al servicio del poder político para impulsar el desarrollo. Como lo expresa  Ignacio Sánchez Cámara, en su ensayo titulado “La «utilidad» de la Universidad”, Documento de Trabajo  de Studia XXI, Pluralidad de misiones de la Educación Superior, en el 2018, la tendencia a concebir la Universidad como instrumento de transformación y cambio no debe descuidar que en su misión constitutiva existe un propósito genuino de “enculturación” que no puede ser relativizado por intereses ajenos a su esencia.

Esto ocurre, recalca Sánchez Cámara, cuando las Universidades se convierten en herramientas para propósitos y políticas de los líderes democráticamente electos; no se concibe entonces como una actividad de largo recorrido o comprometida con el desarrollo cultural. Más bien su expansión depende del soporte político y financiero. En este sentido, el riesgo de descuidar su compromiso con el saber se acrecienta en beneficio de la rentabilidad social de la investigación, la solución práctica de problemas, tales como la defensa, la competitividad industrial y tecnológica, la salud, la demanda de empleo y las necesidades educativas.

En suma, recalca Sánchez Cámara, la universidad, además de crear, suministra un servicio a objetivos nacionales; solamente esta realidad se desequilibra cuando son amenazadas la unidad, la coherencia interna y la supeditación de su autonomía a su eficiencia y efectividad, al modo en que se cumplen las normativas o propuestas políticas.

Se necesita una nueva politización de la universidad, porque no es un asunto de  desvirtuar su carácter institucional-académico, diferente de la que se conoció en la segunda mitad del siglo xx, cuando algunas se convirtieron en escenarios de acción revolucionaria, sino de convertir a las universidades en instrumento no de la clase política, sino de las políticas públicas, garantizando la independencia de la sociedad frente al empuje regulador del Estado y los principios democráticos.

Desde esta perspectiva, la autopoiesis de la UNELLEZ, transita  por el afianzamiento de su utilidad como empresa productora de saberes y de profesionales, que también tiene su margen económico que opera en mercados regionales y nacionales, a través de sus unidades de producción, donde se determinan los criterios de competitividad y desarrollo. Ello requiere, como resaltó  Sánchez Cámara en su ensayo, una permanente adaptación a las oportunidades y fortalecer su autonomía partiendo de un modelo de gestión social y comunitaria que dé con resultados objetivos y consolide el prestigio de la profesionalización, en el marco de un cogobierno colegial, donde la organización democrática y la autonomía individual, certifiquen  la valoración de calidad de los productos terminales realizados y así moldear, en el ámbito de la universidad, un espíritu de competitiva, abierta a la sociedad y dirigida a salvaguardar sus intereses frente al Estado.

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