Hacer las paces con la naturaleza: La COP15
Con delegaciones de 188 gobiernos, del 4 al 19 de diciembre pasado se realizó en Montreal, Canadá, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (COP15) la cual finalizó con un acuerdo histórico, llamado “Marco Mundial Kunming-Montreal” para orientar las acciones mundiales en favor de la naturaleza de aquí a 2030.
Al respecto consulto a Jon Paul Rodríguez, investigador en el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, presidente de Provita y presidente de la Comisión para la Supervivencia de las Especies (SSC, por sus siglas en inglés) de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Este nuevo marco global sobre biodiversidad -me dice Jon Paul- consta de 4 objetivos y 23 metas ambiciosas en materia de protección y restauración de espacios naturales. Entre ellos, proteger al menos el 30 % de las zonas terrestres, marítimas, costeras y aguas continentales para 2030, mediante la declaración de áreas protegidas, que por los momentos son solo el 17 % de la superficie terrestre y el 10 % de los océanos. Al mismo tiempo, el acuerdo busca acercar a cero la pérdida de superficies de suma importancia para la biodiversidad, incluidos los ecosistemas de gran integridad ecológica y reducir a la mitad los desechos de alimentos en el mundo. El reconocimiento y el respeto de los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades locales en sus territorios tradicionales es otro punto enfatizado en la declaración. Asimismo, el plan incluye propuestas para aumentar la financiación destinada a los países en desarrollo, hasta 20 mil millones de dólares en una primera etapa, con el fin de darles los medios para «aplicar estrategias y planes de acción nacionales en materia de biodiversidad».
El cumplimiento de los compromisos acordados en la COP15 es crucial en estos tiempos para la sobrevivencia de las especies en el planeta. Datos publicados por las Naciones Unidas indican que el planeta está experimentando un peligroso declive en la naturaleza como resultado de las actividades humanas. «El planeta está sufriendo la mayor pérdida de especies desde la época de los dinosaurios» nos dicen los científicos, quienes estiman que alrededor de un millón de especies de plantas y animales están en peligro de extinción, si no se toman medidas para frenar ese rumbo.
El entusiasmo por los logros en la reunión de Montreal no es necesariamente compartido por todos. Por una parte, la falta de obligatoriedad en el cumplimiento del acuerdo, sujeto solo a la buena voluntad de las partes y a unas revisiones periódicas ligeras, no auguran un compromiso efectivo, como ya ha ocurrido con documentos precedentes en ese tenor. Ya hay quienes dicen que el documento de la COP15 es un catálogo de propósitos para el año nuevo, difíciles de cumplir, porque muchos indicadores socioeconómicos de la actividad humana -con los que se mide el crecimiento de una comunidad o un país- chocan con el cuidado de la naturaleza. Por lo tanto, cumplir las metas y objetivos de la COP15 conllevaría un replanteo substancial del modelo socioeconómico global vigente para frenar la transformación de los hábitats, los desarrollos urbanísticos, la sobreexplotación de los seres vivos, la pesca, la agricultura industrial…, es decir, alinear progresivamente todas las actividades públicas y privadas pertinentes con los objetivos del marco global de biodiversidad de la COP15.
¿Cómo calza Venezuela en el Marco Mundial Kunming-Montreal de la COP15?
Hoy, Venezuela posee más de la mitad del territorio protegido (57,7%) bajo distintas figuras legales como los Parques Nacionales, las Reservas de Fauna Silvestre o las Reservas de Biosfera. Sin embargo, los biólogos venezolanos alertan que lo esencial no solo es la protección legal, sino la capacidad efectiva de responder a las amenazas como la deforestación en estas zonas claves para el planeta.
A este respecto, la palabra de Jon Paul Rodríguez se une a la de Antonio Machado Allison, profesor jubilado del Instituto de Zoología y Ecología Tropical (UCV), especialista en biodiversidad y cambio climático, e Individuo de Número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales. Ambos coinciden en los agudos problemas de conservación que agobian a Venezuela.
Antonio nos habla de la urgencia en preservar la cuenca del río Orinoco como uno de los territorios más relevantes del país en cuanto a diversidad. «Dicha cuenca -nos comenta- cubre casi el 80% de la superficie de Venezuela. Ante los cambios posibles en regímenes climáticos, tendremos cambios en el régimen de lluvias. Se estima que habrá sequías más intensas y extensas, debido a los fenómenos de El Niño y La Niña, con consecuencias en los flujos de agua, los cuales son claves para el mantenimiento de la diversidad y la preservación de la flora y fauna acuáticas y terrestres, porque del régimen de flujo de aguas depende que las plantas y los animales se reproduzcan al ritmo que han hecho durante millones de años. Cuánta pérdida de biodiversidad tendremos, es una gran incógnita. Me atrevo a indicar que la velocidad de destrucción que estamos llevando hoy en Venezuela es mucho más acelerada de lo que se va a encontrar en 2030 o 2050. Estamos destruyendo al país violenta, acelerada y extensamente. Esto no tiene que ver con cambio climático sino con el avasallamiento de obtener riqueza rápida, ilegal, destructiva, como está pasando con los bosques y ríos de la Guayana venezolana, con el arco minero del Orinoco. Ahora no solo en el Orinoco sino en el lago de Valencia, en los Andes venezolanos, desde que el gobierno abrió indiscriminadamente la posibilidad de búsqueda de minerales preciosos en el territorio nacional. No hay minería limpia, toda la minería se hace por amalgamiento de oro con mercurio y cianuro. Y eso, por supuesto, trae como consecuencia el envenenamiento de las aguas, de las tierras y su afectación en la fauna y la flora».
Jon Paul, mientras tanto, nos dice: «Sabemos cómo hacer conservación. Hay muchos ejemplos de intervenciones sistemáticas, premeditadas, basadas en evidencias, mediante las cuales se ha recuperado la distribución y abundancia de animales, hongos y plantas, así como de los ambientes que habitan. Se destinan muchos más recursos a destruir la naturaleza, que a protegerla. Pero si movemos la balanza un poco hacia la conservación, es capaz de recuperarse».
Al final, de lo que se trata es de «hacer las paces con la naturaleza», como dijera la Directora Ejecutiva del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), Inger Andersen. Fácil decirlo, pero qué difícil hacerlo.
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