“Cuando una puerta se cierra, otra se abre”
Alexander Graham Bell, inventor del primer teléfono patentado, fue quien acuñó la frase que es título de esta entrega. El científico sufrió muchos reveses en su vida profesional y personal tras los cuales consiguió entender que, ante una dificultad sin solución aparente, hay siempre oportunidades que surgen.
Es con este criterio en mente que los empresarios chinos han escogido una vía alterna para penetrar el mercado estadounidense después de que Donald Trump en 2017 y 2018 pusiera barreras infranqueables a la importación de productos originados en su país. Es asi como México se ha convertido en la puerta de entrada para cantidad de productos de manufactura china que acceden ventajosamente al mercado del norte sin aranceles y con costos de transporte muchos más beneficiosos que cuando se exporta desde China. Para ello necesario producirlos en suelo mexicano, lo que no ha representado un obstáculo para quienes ya han posicionado sus producciones en el mercado norteamericano.
Los empresarios estadounidenses compradores de insumos chinos o de bienes terminados han estado usando la figura del “nearshoring” , tan en boga desde a la pandemia de Covid, por lo que instan a sus proveedores asiáticos a relocalizar sus plantas en los estados mexicanos limítrofes con los Estados Unidos. Allí gozan de mano obra barata, una eficiente frontera y benefician del Tratado de Libre Comercio binacional. Ford y General Motors, por ejemplo, consiguieron que sus proveedores chinos de rines se instalaran en el Parque industrial del Estado de Nuevo León. El Foro Económico mundial de Davos fue testigo este año de los esfuerzos realizados por este estado fronterizo para atraer industrias destinadas al mercado del norte.
De toda la inversión de origen chino en México, es la privada la que más cuenta: 75% del total. La inversión estatal china en industrias – el otro 25%- goza, por supuesto, del beneplácito y el estímulo de las autoridades mexicanas.
El caso es que las inversiones chinas van en franco crecimiento aunque las cifras oficiales aun no lo muestren. El volumen de éstas durante lo que va de siglo pasó a ser de más de 3.000 millones de dólares para 2022 de acuerdo a la Secretaría Mexicana de Economía, pero la investigación académica muestra que hoy hay más de 17.000 millones de dólares de origen chino invertidos. Ocurre que el empresario asiático no efectúa sus operaciones en México con su propia bandera sino usa procedimientos no siempre ortodoxos para registrar sus inversiones con un origen diferente, incluso estadounidense. Y por lo general comparte el riesgo desarrollando sus actividades industriales en asociación con empresas mexicanas conocedoras de las particularidades del sector y los elementos legales y corporativos que intervienen.
Desde enero a septiembre de 2022, mientras las empresas chinas alquilaron 4,2 millones de pies cuadrados de naves industriales en Monterrey, Saltillo, Ciudad de México, Tijuana, Ciudad Juárez y Querétaro, las firmas estadounidenses rentaron apenas 712.000 pies cuadrados. Productos electrónicos, ropa, muebles, metalmecánica, insumos industriales, partes automotrices, componentes de equipos de construcción y alta tecnología, son algunos de los sectores que están beneficiando de este reacomodo que no hace caso de las diferencias políticas sino de los intereses comerciales.
Esta es la manera de sortear barreras geopolíticas que posiblemente permanecerán inalteradas por muchos años: las desavenencias entre Pekín y Washington relacionadas con el liderazgo mundial.