Opinión Nacional

Hacia el 7 de octubre

La Patria está gravemente enferma. Requiere del concurso de toda nuestra gente, de toda nuestra experiencia y de toda nuestra calidad humana. Es la magna empresa de nuestras vidas. Impedir que naufrague en las fauces de un delirante o se extravíe en la veleidad de nuestras mezquindades es el objetivo que debemos perseguir sin descanso. El próximo domingo pasaremos la prueba más trascendental de nuestra historia. Sepamos honrarla.

1.- Que tras 14 años de desafueros e iniquidades sin nombre, encharcados hasta el cuello en las denuncias del ex oficial de ejército y ex juez y alto magistrado de la República Eladio Aponte Aponte, conscientes de la humillación y el sometimiento de la justicia a los dictados de un déspota irresponsable, incapaz y fanfarrón, conmovidos por los incendios devastadores en dos refinerías, por las matanzas sin nombre que se suceden semana a semana en las cárceles del país, de la inseguridad que ensangrienta a los más humiles de nuestros hogares semana tras semana, de la ruindad económica y cultural de nuestra sociedad, de la pérdida de todo sentido de responsabilidad moral en la dirigencia política que nos desgobierna ¿cómo no preguntarse por las razones que le permiten al principal responsable por este auténtico Apocalipsis disponer de respaldo suficiente como para amenazar con ganar las elecciones presidenciales y mantenerse en el Poder? Estamos gravemente enfermos.

                Los dos déspotas latinoamericanos que le son comparables por su ambición política y su deshumanización en el ejercicio del poder público – Pinochet y Fujimori – fueron, así suene a sarcasmo, santos varones y en muchos aspectos cruciales para el desarrollo de sus países, hasta beneficiosos comparados con la labor de sistemática devastación emprendida por el teniente coronel Hugo Chávez. Chile recuperó la plenitud de su institucionalidad, saneó su pervertida economía, reestructuró de raíz los fundamentos de su organización político social, redujo el tamaño de su Estado – hasta entonces casi tan parasitario como el de nuestro populismo rentista – y desarrolló un ejemplar emprendimiento que permitió que la Concertación Democrática que le sucediera redujese drásticamente la pobreza y pusiera a Chile a la vanguardia del desarrollo económico y social de la región. Fujimori, que saliera del poder acuciado por denuncias de una compra de personalidades opositoras por montos que en la Venezuela de nuestros días no alcanzarían para servir de propinas a los que acaban de ser comprados por el gobernante, terminó de raíz con el peor foco de terrorismo de su tiempo, saco al Perú de una verdadera vorágine inflacionaria y dejó servido el terreno para que el Perú siguiera el ejemplo de Chile y sea hoy por hoy una de las más sanas economías de la región.

                ¿Quién que no sea un necio, un analfabeta o un menesteroso puede desmentir el hecho pavoroso de que Chávez, a cuyas espaldas se cuentan casi 200 mil asesinatos, la devastación de nuestra otrora floreciente economía, la ruina de una de las principales empresas petroleras del planeta y el odio, el encono y la perversión moral de millones y millones de venezolanos, no tiene en comparación con Pinochet y Fujimori un solo logro que legitime su permanencia de 14 años en el Poder ni justifique su insólita pretensión de ser reelecto por otros seis años al mando del que fuera un país respetado en el escenario mundial?

2

                Paupera et impera. Los tiranos conforman sus tiranías a su imagen y semejanza. Las peores, más persistentes, tenaces y destructivas, se enmascaran en ideologías socialistas – de Marx en adelante – y lo han hecho siguiente un principio esencial: liquidar y estrangular toda fuente de riqueza, reducir al individuo, privado de todos sus derechos ciudadanos y fundamentalmente del de ser propietario de sus bienes y su vida, a la calidad de ente sin atributos, igualado bajo el principio de la sociedad de masas al mínimo común múltiplo, y condenado a sobrevivir materialmente limosneando de los escasos bienes necesarios para su reproducción biológica del único propietario – el Estado – y sometido al partido, al grupo y/o al tirano que reúne y dispone de todos sus poderes. Incluso el de vida o muerte. Empobrece e impera.

                Cada tirano, además, maquilla sus voraces ambiciones con el encanto y la seducción caros a sus sometidos. Y fortalece los lazos de dependencia con los mecanismos represivos de que dispone al libre arbitrio de su voluntad: el amedrentamiento, el miedo, el terror. Hasta configurar un sistema de interdependencias en que aparenta ser el dador de vida, así sea el principal sujeto de su aniquilación. Mediante los mecanismos de publicidad y propaganda de su vasto aparataje de manipulación que conforma la sociedad del espectáculo obtiene finalmente el más preciado de los botines: trastocar la mentira en verdad, el crimen en beneficio, la violación en amor. La injusticia en derecho y la muerte en nacimiento.

                Todos esos principio de las tiranías en las sociedades de masas sometidas al cautiverio de la publicidad y el espectáculo – una terrorífica realidad descubierta ya a mediados del siglo XIX por Tocqueville, Kierkegaard y Donoso Cortés – han sido puestas en práctica por el teniente coronel Hugo Chávez siguiendo el guión del castrismo cubano y sus naturales dotes de entertainer. Que llegó al paroxismo de poner una paloma amaestrada en hombros del carnicero y a proclamar primer territorio libre de América al que fue desde un comienzo su primer campo de concentración masivo.

                Es el fascismo latinoamericano. Que en nuestro caso lleva 14 años desmontando toda institucionalidad, destruyendo toda economía, arrasando toda fuente de riqueza, liquidando la propiedad privada y sometiendo las conciencias a un sistemático lavado de cerebro, sirviéndose de la manipulación de la figura del Libertador, del falseamiento de nuestras tradiciones históricas y del endiosamiento del caudillo convertido en benefactor de aquellos a los que ha conformado con sobrevivir de las dispensas del Estado, reducido a la máxima pobreza.

                Ha dispuesto para ello de los mayores ingresos petroleros de nuestra historia, de la complicidad de las democracias regionales y de la pusilanimidad de una élite extraviada en el laberinto de sus miserias. Sin olvidar la prostituida disposición de empresarios, políticos, jueces y soldados a dejarse corromper por el incalculable poder del dinero.

                ¿Cómo si no explicarse que a pesar de tan flagrantes y dolorosas evidencias la mitad del país se niegue a despertar y navegue en la ominosa entrega a la menesterosidad de un populismo ruin y vergonzante?

3

                A una semana de la más crucial de las decisiones, tal vez sea indiscreto e inoportuno mencionar la gravedad del daño y la profundidad del mal que ha causado la tiranía chavista en la conciencia y en la moral de la ingenua Venezuela del siglo XXI. Pero no hacerlo sería traicionar el imperativo categórico de nuestra obligación intelectual. Poner el dedo en la llaga.

                ¿Sabe el votante que se niega a reconocer el daño que su candidato le ha infringido a su Patria la dimensión incalculable del error que comete? ¿Sabe la naturaleza del crimen de lesa Patria del que se hace cómplice respaldando a quien no ha titubeado en entregar nuestra soberanía, envilecer las instituciones y destruir la tesitura moral de nuestros jueces y soldados con el único propósito de adueñarse del país y hundirlo en la ignominia?

                Sería irresponsable, en esta hora de la verdad, ocultar la honda preocupación que nos causa ver la persistencia del empeño de la tiranía en arruinarnos y la liviandad de espíritu y la debilidad moral – por decir lo menos – de quienes se prestan gozosos a tan infausto propósito. Pero también sería irresponsable no llamar la atención a todos quienes apoyamos la candidatura de la honradez, la moralidad y el progreso sobre el grave presente que vivimos.

                Asumir la conducción del país en estas lamentables condiciones de inestabilidad, inseguridad y delirio demuestra un coraje y una decisión envidiables. Venezuela está al borde de la bancarrota y la quiebra moral. Henrique Capriles ha demostrado el temple, la serenidad y la valentía que el momento exige. Su campaña ha sido un verdadero prodigio de despliegue, lucidez y vitalidad. Y el tino con el que ha sabido comportarse y evadir las trampas y celadas que el tirano ha puesto en su camino demuestra que está preparado para sortear las terribles e inevitables acechanzas que nos esperan. El futuro, con esta carga de pasivos y el rencor armado de los derrotados no presagia miel sobre hojuelas.

                Pero es de esencial necesidad que todos comprendamos que esta cruzada no es asunto de un hombre, de una generación ni de un grupo, no es tarea de partidos ni de cenáculos, de ambiciones corporativas ni aspiraciones empresariales. Es un asunto colectivo, nacional, que requiere de nuestra inmensa generosidad, en el que nos va la vida de nuestra República y en cuya resolución debemos participar todos: jóvenes y viejos, hombres y mujeres, ricos y pobres. Sin distinción de razas ni colores, de izquierdas ni de derechas. Todos somos necesarios. Nadie está demás. Miremos hacia el futuro.

                La Patria está gravemente enferma. Requiere del concurso de toda nuestra gente, de toda nuestra experiencia y de toda nuestra calidad humana. Es la magna empresa de nuestras vidas. Impedir que naufrague en las fauces de un delirante o se extravíe en la veleidad de nuestras mezquindades es el objetivo que debemos perseguir sin descanso. El próximo domingo pasaremos la prueba más trascendental de nuestra historia. Sepamos honrarla.

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