Dolarización, carestía y reservas BCV
La dolarización de facto como “válvula de escape para la economía”, panacea que el régimen de NMM anunció, alocadamente, durante 11/2019 significó un mecanismo “más político que económico” (artificioso), pues careció de “elementos técnicos” para su adopción; es decir, un intento de ensayo y error. Se trata de una opción “agridulce” en la economía latinoamericana, de efectos dispares en los países donde se ha impuesto. El cambio de la moneda local por el USD se ha convertido en una práctica viciosa por la cual han optado varios países de América Latina con efectos o resultados paradójicos. En el caso particular nuestro, allanó el camino al narcolavado, en latencia y ostensible, ahora, por la proliferación de expendios, a escala nacional, tales como bodegones y otros negocios exclusivos y pomposos cundidos, también, de productos importados, así como el resurgimiento de actividades fenecidas en empresas extinguidas y/o liquidadas, tiempo algo lejano; sobre todo, de los municipios Sucre, Baruta y Chacao de la Gran Caracas.
El narcolavado distorsiona y enrarece el ambiente económico de todo país, pues propicia la especulación de bienes y servicios; conlleva implicaciones socioeconómicas para la población (aumento de pobreza extrema), tal y como experimentamos ante una espiral inflacionaria, que el FMI nos proyecta hacia fines de 2022 en un 500 por ciento.
Es así como el BCV ha quemado, improvisadamente, cerca de unos 500 millones de USD de sus reservas en poco menos de unos dos meses por mantener una divisa baja y estable, ficticiamente. Pero, con un bolívar de tendencias devaluatorias, ante dicha divisa que no ceja en su alza, pues no obtenemos un mínimo ni siquiera para consumo interno.
Y, paradójicamente, dependemos de una agricultura de puertos.
Hoy por hoy, experimentamos, desconcertados, un desengaño insondable por el placebo de la dolarización como “reducto” hacia un despeñadero de quiebre financiero en la estructura económica del país (erario público).
