Tres y media observaciones
Demasiado pronto para hacer un balance crítico, nos permitimos una triple observación, inevitablemente apostillada. Por una parte, la necesidad – precisamente – de hacer ese balance indispensable que, lejos de la autoflagelación, ponga en solfa a las distintas corrientes políticas y fuerzas sociales que lo respaldaron, incluyendo a todos los partidos políticos y, entre éstos, a aquellos – además – corroídos por una crisis existencial.
Siendo la duda razonable, por otra, de ser ciertas o enteramente ciertas las cifras electorales oficiales, algo gravísimo pasa con el país. Vale decir, el que votó a favor de los increíbles índices de muertes en las calles, la impune y masiva putrefacción de los alimentos que acarreó una gigantesca ganancia de dólares, las estadísticas maquilladas del empleo, la manipulación de la enfermedad presidencial con ausencia de una certificación convincente y hasta el surrealista presupuesto doméstico de La Casona, entre otros de los problemas fundamentales que nos agobian.
Luego, refiriéndonos a la penúltima editorial de la revista SIC del Centro Gumilla, más por el elevadísimo porcentaje de las víctimas que de los victimarios, estamos realizando la sociedad de la extorsión. Quizá la última edición de los afiches del candidato gubernamental, acaso contraproducente al cambiar el diseño y mensaje en la recta final de la campaña, afectando su coherencia, versó sobre la lealtad y la traición: evidente y paradójicamente reverencial, en el marco del consabido culto a la personalidad presidencial, tipificó el chantaje frente a quienes – por lo menos – dudaron, prometiéndoles implícitamente el oprobio de la patria que osa representar.
Valga la coletilla, muy bien supo Jorge Rodríguez de la viva y latente amenaza de los grupos violentos del 7-O, incuestionablemente especializados en sus ya conocidas y habituales tareas. No obstante, falsificando los hechos, los defendió pretextando un racismo que abunda inescrupulosamente en la manipulación de las fuerzas motorizadas.