La paleta del pintor
Me gusta pensar en la vida como si fuera un cuadro, una pintura de un paisaje. Particularmente, he amado la montaña que se levanta como un gran guardián en la ciudad de Caracas, El Avila. Estoy emparentada con un pintor venezolano, oriundo de la isla de Margarita, quien se vino a Caracas desde muy joven y pintó el Avila desde muchas perspectivas diferentes. Su nombre, Pedro ángel González, dejó un gran legado en su hermoso arte. Cuando admiro sus pinturas, pienso que a veces vemos la vida, nuestras vidas, desde una ventana, olvidando que nuestra visión es limitada a un ángulo; mientras que allá afuera hay 360 grados de un panorama mucho más amplio que nuestra visión tubular.
Dependiendo del lugar de Caracas donde Don Pedro se encontrara, aunado a la luz que decidiera plasmar en su lienzo, su visión de la montaña era totalmente diferente y al mismo tiempo, siempre bella y majestuosa al plasmarla. Y así es nuestra vida cuando aprendemos a ponerla en las manos de Dios. Muchas veces queremos algo de una manera, olvidando las infinitas posibilidades que tiene el Creador. Antes de casarnos nos hacemos una imagen de lo que queremos que sea nuestro matrimonio y, eso es precioso, porque cuando queremos algo, lo soñamos y trabajamos en función de eso, podemos obtener excelentes resultados. Pero, la vida no es matemática; además, en cada proyecto es muy saludable considerar cierto margen para los errores o desaciertos y estar dispuestos a transformarlos.
Una pintura al óleo tiene varias capas que se van superponiendo para expresar la belleza del paisaje. De la misma manera, nuestra vida, nuestro matrimonio, no siempre es la obra final que tenemos en nuestra mente. Sin embargo, cuando vivimos una vida de comunión con Dios, Él usa cada proceso, cada detalle, cada victoria, cada infortunio; de la manera que un pintor va mezclando en su paleta los diferentes colores. El tiene en su mente una obra maestra diseñada para nuestro espíritu, así como tuvo un diseño perfectamente divino para la creación del cuerpo humano.
Como Miguel Angel podía ver en la gran piedra de mármol, su obra final, usando día tras día su martillo y su cincel. Así Dios va tallando nuestro carácter, va erigiendo dentro de nosotros un espíritu noble, sostenido por la comunión con él, y engrandecido al mostrar su amor. Pero, nosotros olvidamos que las formas tienen esencia. Nos concentramos en lo que nuestros ojos ven ahora, sin darle la oportunidad al verdadero proceso de la vida, el proceso de “ser”, el cual como toda la creación se transforma en el espacio y con el tiempo.
Deberíamos rendirnos al trabajo del gran artista. Deberíamos dejar que Él nos muestre su perspectiva. Confiar que sus ojos se mueven en el tiempo como un pestañeo de nuestros párpados. Que cuando nosotros nos sentimos atascados en algún punto del camino, quizá es una mezcla de colores para producir uno muy especial; o unos cuantos golpes al martillo para que el cincel pueda llegar más profundo en nuestra alma. Cuando pensamos que no está pasando nada, que la vida se nos ha vuelto monótona, que hemos perdido el color… Recordar que los colores del óleo se mezclan con mucho blanco para plasmar los diferentes matices de la luz, y que las sombras son necesarias para señalar el camino que recorre el sol.
Creo que la palabra es RENDICIÓN, creo que cuando nos rendimos a nuestro Creador estamos expresando nuestra confianza en Él, la seguridad de que en sus manos, siempre, siempre, nuestras vidas serán una obra de arte única e invaluable. Si aún no has entregado tu vida al Señor, hoy es el día, no lo postergues más. Invítalo a pintar en el lienzo de tu corazón. Me gusta expresar este camino de aprendizaje con el Maestro de maneras diversas. Estoy aprendiendo a rendirme en sus brazos, a dejar la rígidez. Realmente no quiero hacer nada fuera de su voluntad. Realmente no quiero ser alguien alejada de Él. Quiero ser y hacer en las manos del Creador.
Y en este querer ser según su amor, he comprendido el gran valor que Dios le ha otorgado a la relación matrimonial. Sin esta relación no hay familia y sin familia estamos perdidos en el mundo. El matrimonio es esa misma obra de arte que eres tú, que es tu vida, ampliada a una escala mayor. Dios quiere que aprendas a valorar a tu esposo (a)de la misma manera que Él te valora a ti. ¿Recuerdas el primer gran mandamiento?: “Amar a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. Y ¿quién es tu más próximo? Acaso, ¿no es ese, esa con quien duermes, con quien compartes lo más íntimo de ti?
Valorar significa reconocer, estimar o apreciar. Cuando valoramos algo lo cuidamos, reconocemos su importancia para nosotros, lo estimamos y apreciamos el que sea nuestro. Si damos valor a las cosas materiales, cuánto más deberíamos valorar a las personas y, muy especialmente, a esa persona a la que decidimos unir nuestra vida.
Muchas veces damos por sentado que nuestro matrimonio va a florecer por el hecho de estar juntos, de convivir bajo el mismo techo. Damos por sentado que tiene que ser así. Olvidamos los gestos tiernos, las palabras amorosas, la afirmación y el servicio del uno con el otro. Nos esforzamos por hacer tantas cosas, nos preparamos en diversas áreas de la vida, pero damos por sentado las relaciones más importantes.
Valora lo que tienes, aprende a descubrir los tesoros escondidos en el corazón de tu cónyuge. Ejercita el amor. Así como el artista contempla la montaña desde diferentes perspectivas, contempla al compañero (a) de tu vida, conoce cada ángulo de su mente, cada recóndito de su corazón.
No dejes que tu alma escape cual ave a otro cielo, mientras el tuyo está pleno de estrellas.
“Ponme como un sello sobre tu corazón,
como una marca sobre tu brazo;
El amor es inquebrantable como la muerte;
la pasión, inflexible como el sepulcro.
¡El fuego ardiente del amor
es una llama divina!
El agua de todos los mares
no podría apagar el amor;
tampoco los ríos podrían extinguirlo.
Si alguien ofreciera todas sus riquezas
a cambio del amor,
burlas tan sólo recibiría”.
Cantar de los Cantares 8:6-8.
Twitter: @RosaliaMorosB
Instagram y Facebook: @letras_con_corazon
Excelente, excelente. Me encantó hicieras la comparación del artista ( Pedro Ángel González) con su obra y del Gran artista ( Dios) con su creación (nosotros). Gracias por recordarnos que el prójimo más cercano es nuestro compañero de vida y que tenemos que amar a Dios primero y luego a nuestro prójimo (nuestro esposo) que veces no lo valoramos por la cercanía en que lo tenemos.
Bendecido domingo!!
Qué hermoso e importante artículo!!!
Me recuerda a que nosotros somos barro en Manos del Alfarero, y que no nos hicimos nosotros a nosotros mismos, sino Dios !
No deberíamos ya ser felices al concientizar que ÉL es nuestro creador?!
Además, Dios es bueno y para siempre es Su Misericordia … Qué maravilloso es saber de Quién venimos y a dónde vamos!
Este artículo es maravilloso y uno de los que más ha hablado a mi corazón ♥️
Gracias, Rosalia Moros de Borregales
Hermosa comparación del matrimonio con el lienzo de un pintor y las vistas por una ventana. En verdad siempre encuentro profundas reflexiones en los escritos de Rosalia y terminó de leerlos con una sensación de plenitud y agradecimiento.