Gustavo Petro: pruebas democráticas
El discurso de Petro el día de las elecciones, una vez conocido su triunfo, estuvo cargado de reafirmación democrática, amor, paz, defensa del medio ambiente, unidad y acuerdo nacional para que ningún sector se sintiera excluido o segregado. Todo muy plausible, dentro del guión seguido usualmente por los políticos curtidos, convencidos de la necesidad de vivir una luna de miel con todo el país que van a gobernar. Sus palabras parecían sacadas de un manual del político y la política ‘correcta’.
Un país atravesado por diferencias tan abismales como Colombia, necesita que el mensaje del presidente electo en los comicios más concurridos de las últimas décadas, se convierta en realidad. Sin embargo, en la misma tónica de Petro, habló Hugo Chávez el fatídico 6 de diciembre de 1999, cuando triunfó en las votaciones presidenciales. Ya sabemos lo que vino después.
Muchas son las áreas en las que Petro deberá demostrar que, en efecto, es un demócrata cabal, defensor de los derechos humanos, de los excluidos y de las instituciones democráticas. Destaco algunas que considero cruciales.
Comienzo por el trato que les dará a los casi dos millones de venezolanos que viven en suelo colombiano porque se fueron buscando mejorar su calidad de vida. El presidente Iván Duque mantuvo un trato solidario con esos compatriotas a lo largo de su mandato. Se opuso a las acciones chauvinistas de algunos grupos y funcionarios, entre ellos la señora Claudia López, alcaldesa de Bogotá. Promovió el Estatuto Temporal de Protección (ETP), que les dio un amplio conjunto de garantías a los migrantes venezolanos para que pudiesen legalizarse.
Dentro de ese enorme contingente, subrayo la situación de los exiliados y refugiados políticos. Hacia Colombia emigraron dirigentes (entre ellos, diputados), perseguidos por el régimen, al igual que personalidades designadas por la Asamblea Nacional electa en 2015 para ocupar cargos en el TSJ y en otros organismos del Estado. En un rango equivalente se encuentran los directivos de Monómeros, filial de Pdvsa. En torno a esta empresa, el gobierno venezolano y algunos opositores han tejido una leyenda negra, que combina algunas verdades con mentiras y adulteraciones, cuya finalidad consiste en ocultar el gigantesco asalto a las finanzas públicas perpetrado por el régimen venezolano. Nicolás Maduro, tan entusiasmado con el triunfo de Petro y con las posibilidades de normalizar las relaciones con Colombia, seguramente querrá vengarse, tanto de los dirigentes desterrados como con los miembros de la junta directiva de Monómeros.
Gustavo Petro tendrá la oportunidad de demostrar cuánto valora la lucha democrática de la resistencia venezolana, cuánto respeta el estatuto legal de los exiliados y refugiados, y cuánto cree en los derechos de quienes serán señalados como corruptos por un régimen que quebró todas las empresas del Estado y dilapidó la más grande fortuna ingresada al país a lo largo de toda su historia.
Otra prueba exigente será su relación con las tiranías de Cuba y Nicaragua. Para colocarse del lado de los grupos que luchan en esos países por ver de nuevo la democracia, el respeto a los derechos humanos y las libertades civiles, aplastadas por décadas de dictadura, sólo tendría que invocar los preceptos establecidos en la Carta Democrática Interamericana y en la declaración final de la Cumbre de las Américas, realizada en Quebec en 2001, ambas suscritas por Colombia. Allí aparecen las razones por las cuales los gobiernos democráticos del continente se encuentran obligados a proteger las instituciones democráticas en aquellas naciones que las han perdido. No es necesario violar el principio de la soberanía nacional y la autodeterminación de los pueblos, ni ninguna de esas monsergas de las que suele echar mano la izquierda antiliberal cuando intenta justificar los desafueros de los gobiernos autoritarios, autocalificados de ‘revolucionarios’. Cuba y Nicaragua constituyen una vergüenza para América Latina. La saña con la cual actúan contra las organizaciones y personalidades democráticas, exige una respuesta categórica también de esa izquierda que aspira a ser reconocida como democrática. La autoridad moral de Petro, otrora guerrillero del M-19, sería esencial para lograr una condena continental a los despotismos entronizados en esos países.
El otro terreno en el que se medirá el talante democrático de Petro tiene que ver con sus lazos con Estados Unidos. Hugo Chávez señaló durante la campaña de 1998 y en sus alocuciones iniciales como Presidente, que sus vínculos con la nación del Norte serían cordiales y fluidos, al igual que siempre, tal como correspondía llevar la relación con el principal socio comercial de Venezuela. ¡Mentira! Su multilateralismo terminó convirtiéndolo en un feroz opositor de Estados Unidos y en un incondicional aliado de China y Rusia, dos potencias con gobiernos autoritarios y antioccidentales. El principal socio comercial de Colombia es Estados Unidos, pero ninguno de los productos que envía a esa nación posee el valor estratégico del petróleo. Más allá de la cordial conversación sostenida con Joe Biden, veremos hasta dónde llega la sensatez económica del nuevo presidente.
Gustavo Petro está rodeado de varios contrapesos institucionales: la Corte Constitucional, el Congreso (donde no tiene mayoría), la Fiscalía General y los militares (a quienes el exguerrillero no debe caerles muy simpático). Esperemos que esos controles, más su experiencia como alcalde, senador de la República y, ahora, candidato presidencial triunfante, le demuestren que mejor se vive en democracia. En Venezuela estamos a la expectativa.
@trinomarquezc