Cumbre de las Américas: ¡No a las dictaduras!
La convocatoria de la próxima Cumbre de las Américas ha mostrado de nuevo la crisis de la democracia en América Latina y la complicidad de algunos líderes de la región con los populismos autoritarios y con el totalitarismo del régimen cubano.
El presidente Joe Biden, anfitrión del encuentro, se niega a invitar al encuentro a los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Argumenta que en esas naciones se violan de forma sistemática los derechos humanos, se destruyeron las instituciones democráticas y fueron abolidos los derechos civiles esenciales, entre ellos el voto universal y secreto, la libertad de expresión y de organización. No existen tribunales autónomos y el Poder Judicial y el Legislativo quedaron subordinados a un Poder Ejecutivo cada vez más personalista, militarista y despótico.
Convocar los gobiernos de esas naciones a la Cumbre sería una forma de colocarlos en una tribuna que no merecen, avalar su comportamiento opresivo y darles la espalda a los partidos y grupos que luchan en condiciones muy adversas por defender los pocos espacios democráticos que aún quedan, después de décadas de sometimiento. Además, invitarlos resulta una manera de desconocer algunos de los propósitos esenciales de la Cumbre, concebida a comienzos de la década de los años noventa con el fin de abordar de forma conjunta la cooperación e integración continental, y tratar de fortalecer las instituciones democráticas y los Estados constitucionales de las naciones del continente.
Entre los efectos benéficos de la Cumbre de las Américas (la primera tuvo lugar en 1994, en Miami) se encuentra la redacción de la Carta Democrática Interamericana (CDI), aprobada el 11 de septiembre de 2001 en Lima. Este texto representa un instrumento del sistema interamericano de derechos humanos para reconocer el derecho de los pueblos de América a la democracia y la obligación de sus gobiernos a promoverla y defenderla.
Quien ha liderado a los sectores más antidemocráticos en la protesta contra Estados Unidos es Andrés Manuel López Obrador, AMLO. El Presidente izquierdista mexicano amenaza con no ir a Los Ángeles si no se invita a Cuba, Nicaragua y Venezuela. A AMLO se han sumado los mandatarios Luis Arce, Bolivia, Alberto Fernández, Argentina, y Xiomara Castro, Honduras, entre otros. Todos del ala de la izquierda negada a alinearse con el respeto irrestricto al orden democrático y a los derechos humanos.
Joe Biden tiene razón al negarse a extenderles la invitación a los países cuestionados. Los gobiernos de Cuba y Nicaragua, y en menor medida, el de Venezuela, han sepultado los derechos humanos señalados en la CDI. La dictadura totalitaria del tándem Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel les han aplicado castigos inhumanos a centenares de mujeres y hombres, la gran mayoría jóvenes, que salieron a protestar en la inusual y heroica jornada de manifestaciones pacíficas del 11 de julio de de 2021 en varias ciudades de Cuba. Después de más de sesenta años de empobrecimiento y terror frente al aparato represivo de la tiranía, los cubanos decidieron desbordar las calles exigiendo mejoras en la calidad de vida, libertad y democracia. Este signo de vitalidad de ese pueblo oprimido fue sofocado de manera brutal por la enquistada dirigencia del Partido Comunista, amo y señor del país antillano. Los gobiernos latinoamericanos controlados por izquierda se han negado a condenar los atropellos de la maquinaria represiva Castro-Díaz-Canel.
La pareja formada por Daniel Ortega y Rosario Murillo arrasaron con la precaria democracia nicaragüense, estableciendo una dictadura tan feroz, o peor, que la ejercida por la dinastía Somoza. Nicaragua se convirtió en una inmensa cárcel para los opositores. Los dirigentes que trataron de competir por la presidencia con Ortega el año pasado fueron defenestrados. Ahora enfrentan condenas arbitrarias. Se les acusa de terroristas. Su delito consiste en haber intentado competir con el exguerrillero convertido en gamonal de una nación arruinada por él y su camarilla. El éxodo de nicaragüenses hacia Costa Rica, México y Estados Unidos es permanente y masivo. Los gobiernos de izquierda no censuran a ese régimen.
El caso venezolano resulta distinto. Comparada con Cuba y Nicaragua, Venezuela sale favorecida. Las sanciones internacionales frenaron el ímpetu represivo del régimen. La existencia de una figura como Juan Guidó, reconocido como Presidente interino por más de cincuenta naciones, resulta impensable en la nación centroamericana y en la isla antillana. En Venezuela, a pesar de que han sido muy golpeados, aún existen partidos, sindicatos, gremios, federaciones estudiantiles y organizaciones de la sociedad civil que disfrutan de cierta independencia. Aunque la nación actual se encuentra muy lejos de ser ese país plural, tolerante e inclusivo que fue en el pasado, no puede decirse que se encuentre en la misma situación del totalitarismo cubano o de la tiranía nicaragüense.
Hay quienes sostienen que Joe Biden fracasará en su intento de excluir a Cuba, Nicaragua y Venezuela. La Cumbre de las Américas no debe ser un foro para apañar tiranos como Ortega y Díaz-Canel. Lo de Venezuela podría negociarse, aunque no es fácil hacerlo por la presencia de Guaidó. Con Cuba se atenuaron las sanciones norteamericanas. Ese es un gesto amable y suficiente, vista la tozudez y sevicia del clan que martiriza la isla.
Hasta la OTAN, que es una alianza fundamentalmente militar, exige un comportamiento democrático de las naciones que la integran Los demócratas deben asumir los riesgos que implica rechazar los dictadores donde estos aspiren a presentarse. La complacencia, que es una forma de complicidad, causa graves daños. AMLO no puede chantajear a los gobiernos democráticos.
@trinomarquezc
La defensa de la democracia comienza en ser consecuente con lo que se promociona y declara. Si la Cumbre de las Américas es para fortalecer la democracia en el continente, poco tienen que buscar allí soeces dictaduras como la cubana, la nicaragüense o la venezolana. La actitud de AMLO (Mexico) y Fernandez (Argentina) es simplemente complicidad con los opresores de los derechos humanos a los cuales ellos se mueren por emular.