No hay visión de futuro

El drama en nuestro país es que carecemos de visión de futuro. Estamos anclados en una mirada hacia el pasado, que va desde la incoherente reivindicación de un indigenismo inexistente, a la de una Venezuela heroica, o a la de una democracia perdida.

Pero nadie, o sólo algunos pocos, se preguntan cómo prepararse para enfrentar positivamente las consecuencias de la IV revolución industrial, es decir, la que impulsa la inteligencia artificial y la digitalización.

Hablar de libertad es importante, pero también lo es la necesidad imperiosa de una profunda reforma educativa que capacite a nuestros jóvenes para poder sobrevivir y avanzar en un mundo muy diferente al del pasado.

Tenemos que erradicar de nuestras mentes la idea del país rico con las mayores reservas petroleras del mundo. Los pueblos son ricos cuando su población está capacitada para enfrentar cualquier reto, veamos los ejemplos de Japón, Israel, Corea del Sur, Finlandia y no los de Rusia y Cuba.

Tenemos que pensar en desarrollar nuestro potencial de energías alternativas. Tenemos grandes reservas de gas y de agua y tenemos abundante sol y viento . Pero de eso ni hablamos porque seguimos encajonados en una mentalidad rentista.

Nuestra posibilidad de crecimiento agropecuario es grande pero imposible de desarrollar en un país que no termina de entender que el orden que deriva de un estado de derecho es esencial para el desarrollo.

No tiene sentido que el estado siga invirtiendo en equipamiento militar para unas guerras inexistentes, cuando debería hacerlo para el mejoramiento de los servicios públicos.

En fin, si no queremos convertirnos en un país tan inviable como Haití, lo que tenemos que entender es que es indispensable unirnos para pensar y construir un futuro que nos convierta en una verdadera Venezuela potencia.