Invisibilizar a una institución: ¿utopía estratégica?
Soy un hombre que no ve. No, nada de común con estos fantasmas
que invocaba Edgar Allan Poe […] soy un hombre real, de carne y hueso,
de fibras y líquidos ―incluso se podría decir que poseo un espíritu―. Soy
invisible, compréndanlo bien, simplemente porque la gente se rehúsa a
verme […]. Cuando se me acerca, la gente solamente ve mi entorno, se ven a
ellos mismos, o a los fantasmas de su imaginación ―de hecho, a todo y
cualquier cosa, excepto a mí…
Ralph Ellison
(Homme invisible, pour qui chantes-tu?, 1966)
Uno de los caminos menos acertados en la administración pública es buscar desmotivar la gestión de trabajo de quienes vienen acertando en actividades y acciones para el beneficio pleno de la prestación de los servicios públicos y la administración de los recursos del colectivo. Pensar que “invisibilizar” una gestión logrará borrar de un tajo la vinculación de la comunidad con las instituciones es un grasso error, pero sobre todo es una “utopía estratégica” equivocada, ya que termina devolviéndose hacia quienes la propician porque la verdad tiene “piernas” cortas y es fácil conocer su naturaleza y origen, así se le trate de ocultar.
Estas acciones o conductas negativas de la gobernanza aparecen más como producto de frustraciones personales del funcionariado que trata de ocultar el éxito y presencia de determinadas instituciones en el cumplimiento de sus tareas. Esta realidad se ha visto reflejada en las acciones intervencionistas de los países desarrollados en el caso de la realidad venezolana desde el 2017, que es cuando ha arreciado un clima de confrontación agudo contra el Gobierno legítimo de Nicolás Maduro, exponiéndolo al escarnio internacional y propiciando una crisis económica de gran impacto en la vida social, cultural y política del país.
Se está ante un Estado que ha sido señalado, cuestionado de negligente, pero sin mostrar una prueba acerca de qué “negligencias” ha cometido, porque la realidad lo muestra como un Estado que ha mantenido una conducta ideológica coherente, la cual impone lo humano por encima de lo económico financiero, renunciando a las reglas del juego de la oferta y la demanda, propias del mundo global, y anunciando las políticas públicas multicéntrica apoyadas por un criterio de Gobierno que, de acuerdo a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999), es corte federativo, protagónico, defensor de la justicia y la paz, y sobre todo un Gobierno “…democrático, participativo, electivo, descentralizado, alternativo, responsable, pluralista y de mandatos revocables…” (artículo 6).
En este sentido, las acciones de invisibilización de una institución se tiende hacer partiendo de la idea de borrar su nomenclatura del protocolo de actividades de un Gobierno; minimizar su presencia en el marco institucional y entender que la presencia de esa institución es de carácter accidental, no protagónica, así lo demuestren las páginas web de las redes y la información boca a boca que se va divulgando por los diferentes portales de la web 2.0.
En opinión de Irma Hernández López (Psicóloga, Maestra en Criminalística. Doctoranda en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Chihuahua, México), lo invisible, en el contexto de la Gobernanza latinoamericana, hace referencia a un apartado que hace referencia a los costos de hacer visible lo invisible y señala que el trabajo que debe ser realizado por aquellos que ocupan cierto estatus está, con frecuencia, tan pobremente proyectado como expresión de un significado deseado, que, si el beneficiario quisiera dramatizar el carácter de su rol, debería desviar para ello una cantidad apreciable de su energía; es decir, se tiene que hacer un doble esfuerzo o quizás triple cuando no se posee un estatus reconocido socialmente para hacerse presente.
Destaca Hernández López, hay quienes de forma natural son visible y además superiores; hay grupos que viven una doble o triple invisibilización, el caso de las mujeres, migrantes e indígenas; esta condición de las personas las coloca en una posición doblemente vulnerable y aún más invisibles, son lo invisible de lo invisible. La invisibilidad se traduce, en el caso de las instituciones públicas, en menores oportunidades para que esa institución termine de crecer y proyectarse; expresara Thomas Kuhn, en su libro “Estructura de las Revoluciones científicas” (1969), que el cambio de paradigma de una ciencia que se considera lineal y acumulativa por una ciencia cíclica que da cuenta de las revoluciones científicas, representa una crítica y a su vez, una postura de poca aceptación para la comunidad científica, donde las ideologías se ven mermadas, ya que los nuevos acontecimientos implican un rompimiento y un desequilibro de lo que se conocía, de un modelo ya dominado de ciencia.
En este aspecto, el paradigma, resalta Kuhn, pone en evidencia la crisis por la que está pasando la ciencia (en el caso planteado por Kuhn, en nuestra realidad las instituciones), lo cual resulta incómodo porque pone en entredicho los paradigmas dominantes. Que ante el cambio lo ocultan o no reconocen los nuevos postulados e incluso niegan su existencia, no dándole valor a las revoluciones científicas. Es precisamente lo anterior, que ilustra la invisibilidad de las revoluciones a las que hace referencia Kuhn y que son acciones que van en contra de los valores y principios de las organizaciones de carácter público como privado.
De manera puntual, la invisibilización en el ámbito institucional pasa del “no reconocimiento público” de tus alcances y logros, buscando a sumar en una matriz de opinión equivocada sobre la autoridad representada por una parte de las comunidades, a las que se le ha ido negando sistemáticamente la existencia y significado organizacional y de competencias de la institución que sea objeto de estudio, lo cual puede hacer ver que la resistencia al cambio se hace necesario en estas ocasiones para evitar ser segregados por la envidia y la mala intención.
En este sentido el fenómeno de la invisibilización de la gestión de un ente público pasa por un avance científico como algo acumulativo, que no se da cuenta del proceso histórico total de la construcción del saber que esa institucionalidad tiene y que hace necesario comunicar, dar a conocer por medio del lenguaje escrito el vocabulario científico del fenómeno descubierto, es decir, nombrar la institución; acercar el conocimiento acerca de la trayectoria y camino de la institución, bajo el criterio de la equidad y el compromiso permanente con la gente; finalmente, la filosofía gerencial de la institución debe pasar a ser estudiada bajo la estructura lógica de los conocimientos científicos.
Para Hernández López, hay que partir de una crítica al legado colonialista de la cultura occidental y su postura radica en darle visibilidad y centralidad a los discursos de aquellos marginados por la cultura occidental.
Hoy día se hace mención al poder invisible, metáfora introducida por el politólogo italiano, ya fallecido, Norberto Bobbio, que significa, en un primer momento, la retoma para hacer referencia al actuar de las instituciones públicas y sus logros más inmediatos.
La visibilización como medio de control, persigue marginalizar algunas instituciones, identificando solamente algunos elementos vinculantes de la organización con otras instituciones, tratando de contrarrestar lo ignorado y/o estigmatizado y excluido, por las razones u origen que solamente las miserias humanas entenderán por qué lo quieren hacer.
La invisibilización está en función de la falta de cohesión entre grupos establecidos en la administración pública y los no establecidos en una comunidad; en este sentido, la aceptación y reconocimiento del otro está en función del tiempo en que llevan establecidos en el urbanismo o ruralidad y es así como se ejerce el poder de un grupo sobre otro. Sin embargo, esto es cuestionable, la literatura marca que la invisibilización de instituciones o ciertos grupos sociales está directamente asociada con la frustración y el temor de ser superado por otros que brillen con luz propia en la cartografía institucional de un Gobierno.
¿Cómo se hace visible lo invisible? Se pregunta Hernández López, a lo que responde: “…Es un hecho que, en la actualidad, los procesos de invisibilización son más sutiles, por lo que es importante preguntarnos ¿Cuándo se hace visible lo invisible?, ¿Cuál es el mecanismo para visibilizar la invisibilidad? ¿Cómo visibilizar los mecanismos que invisibilizan?”
La invisibilización de instituciones públicas es una actitud de frustración y de envidia hacia el talento humano y la capacidad de organización de ese talento humano; desde el punto de vista de la ética, expresa la española Adela Cortina, quien invisibiliza asume el arte de reflexionar en torno a los actos propios; el cambio se evidencia en la conciencia individual de cada persona, se hace presa de sus propias frustraciones y termina juzgando la realidad desde un escenario que es utópico, solamente presente para él en las divagaciones y espejismos a los cuales tiende a someter su capacidad reflexiva y analítica.
He abordado un tema que es muy delicado, sensible y que no culmina con las ideas acá expuestas; se hace necesario generar un debate, un diálogo desde donde se aprecie que disminuyendo la capacidad de respuesta de los miembros de un equipo no se contribuye a crear nuevos escenarios de desarrollo, si no espacios vacíos y desmotivados, donde los bienes y servicios que se ofertan están comprometidos en su conservación y uso, como producto de su cuestionamiento infundado y de mala fe. Erradicar estas posturas extremistas es el deber y aprender a vivir con la decepción y el odio, apreciándolos como miserias humanas que hay que superar.
En mi opinión, este artículo plantea dos formas de invisibilizacio’n: La que realizan los gobiernos y la que realizan las clases sociales entre sí; en un intersticio plantea la invisibilizacio’n de las buenas intenciones del régimen de Maduro, al cual califica de legítimo; alegando que no se presentan pruebas de sus omisiones. Para contradecir lo dicho, mencionaría que la legitimidad del régimen madurista está muy comprometida desde el año 2016, año en el cual se desconoció a la legítima Asamblea electa en 2015; la prueba de la ilegitimidad del régimen es que este desconoce las normas Constitucionales y las adapta a sus necesidades: adelanta o atrasa elecciones según su conveniencia, cambia las normas electorales caprichosamente, inhabilita opositores después que estos resultan victoriosos en los comicios convocados por el régimen. ( Caso Superlano, Barinas Diciembre 2021).
En cuánto al atropello sistemático de los derechos humanos, las pruebas están contenidas en la investigación que lleva el Fiscal de la Corte Penal Internacional Doctor Karim Khan y en varios informes de la ONU y la OEA.
En cuanto a la vulneración de los derechos económicos, sociales y políticos de los venezolanos por parte del régimen de Maduro, existe la grave presunción que significan los millones de migrantes venezolanos.