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Ucrania, la nueva historia europea

Una vez sometida y asegurada Ucrania, Putin irá por el resto del continente. Para Europa, la era de la paz ha terminado. Quizás también para el mundo entero.

La brutal  invasión rusa de Ucrania puede ser analizada y calificada de varias maneras, particularmente según la ideología e intereses políticos, formación jurídica internacional o la calidad y actualidad de la información de quien la genera.

Pero los análisis hechos hasta ahora en Europa y América son contundentes en el rechazo a la acción. Las consecuencias negativas de esta guerra de Putin, principalmente para Europa, pero también para el mundo entero, son enormes.

Significado global de la agresión.

Los antecedentes históricos son conocidos, pero tal vez se han olvidado. Para el mundo democrático occidental esta invasión es la mayor prueba para la fortaleza e integridad a la que haya sido sometida esa parte del mundo desde la rendición de la Alemania nazi en 1945, situación actualmente magnificada por la sobrecogedora posesión rusa de armas nucleares, cuyo posible empleo ha sido puesto sobre la mesa por Putin, en abierta liquidación de los acuerdos posteriores a la finalización de la guerra fría, si Occidente responde (militarmente).

«Importantes personalidades de los principales estados de la OTAN han permitido declaraciones agresivas contra nuestro país», dijo Putin el 21 de febrero de este año, antes de la invasión. «Por lo tanto, ordeno al Ministro de Defensa y al Jefe del Estado Mayor que coloquen las fuerzas de disuasión del ejército ruso en un régimen especial de alerta». Aunque el riesgo es mínimo según los especialistas, con ello se ha dado el paso inicial de la nueva agresión nuclear.  La Unión Europea y los Estados Unidos habían impuesto previamente sanciones económicas sin precedentes a Rusia, dirigidas a sus bancos, líderes políticos y empresariales y corporaciones, a pesar de lo cual muchos observadores las calificaron como tibias.

Algo más de historia.

Hay que recordar también, que, empleando una mezcla de hechos y mitos el dictador nazi intentó justificar sus primeros movimientos y desplazamientos militares, como la ocupación de la zona desmilitarizada del Rin y la anexión de Austria, diciendo que con ello agrupaba a la población alemanoparlante y revertía las injusticias del Tratado de Versailles. El mundo de entonces parecía haber olvidado  a Bohemia y Moravia, también víctimas del nazismo.

En forma similar, a Putin le gusta parlotear sobre la larga historia de los rusoparlantes de Ucrania y otras naciones de la extinta Unión Soviética, como Georgia, a la cual también invadió, así como sobre la expansión de la OTAN al este, hacia el mencionado ex-bloque soviético. A ello se agrega la anexión de la península de Crimea en 2014, una acción que hoy en día es considerada internacionalmente como una llana ocupación militar rusa, con casi nulo reconocimiento de las naciones, que está muy fresca en la memoria del mundo. Sin olvidar la guerra en Chechenia.

En el discurso televisado el lunes 21 de febrero, el presidente ruso manifestó: “Ucrania no es solamente un país vecino para nosotros. Es una parte inalienable de nuestra historia, cultura y espacio espiritual”, lo que podría considerarse como una posible justificación de su invasión a esa nación, tal como hace ocho décadas sucedió en la Alemania nazi. Expresiones parecidas.

Al día siguiente de su invasión a Ucrania, Putin  había ofrecido llevar a cabo una grotesca “desnazificación” como endeble pretexto para justificarla. Pero es que no se puede justificar una burda falsificación de la historia como esa. Pocas horas después caían misiles rusos en el centro de Uman, una histórica población judía cercana a Kiev.

Las semejanzas actuales con el entonces son numerosas.

¿Qué quiere Putin?

El presidente ruso se equivocó con Selenskyj al considerarlo débil por su anterior profesión de comediante y escasa experiencia política, antes de ser electo presidente de Ucrania. De calificarse a sí mismo como ser el “objetivo No. 1” de los invasores, hoy es celebrado en Europa como “defensor del mundo libre”. Y Putin quiere enmendar su error. El objetivo ruso no es solamente Selenskyj ni Kiev, sino toda Ucrania, eliminar su gobierno y establecer uno nuevo pro-ruso, incluido todo el sistema político y la jerarquía militar. Viene a la memoria el asesinato de los veintidos mil oficiales y civiles polacos ocurrido en el bosque de Katyn (la felonía de Katyn) cerca de Smolensk, Rusia, a comienzos de la II Guerra Mundial, ordenada por el Comité Central del Partido Comunista Soviético, que intentó acabar abruptamente con la inteligencia polaca civil y militar y trasladar la culpa a los nazis.

Putin quiere redibujar el mapa europeo y regresar a la época pre-OTAN, a través de una guerra injustificada, ilegal e ilegítima, que dejaría a Ucrania como simpe botín. Y de ser posible aún más atrás, a la época zarista de la grandeza imperial, con la cual Putin sueña y en la cual él sería el nuevo Zar. Putin intenta corregir los errores que condujeron a la disolución de la Unión Soviética, paradójicamente sustentado todavía sobre un sistema político autoritario, que nunca ha conocido una democracia. Con su ataque a Ucrania Putin se desenmascaró y dio paso al autócrata, al enemigo de la libertad. Es allí, en Moscú, donde están los enemigos de la libertad. No en las protestas legales a su régimen; tampoco en las organizaciones de homosexuales, lesbianas y “trans” o en los movimientos feministas, ni en los periodistas y ciudadanos opositores del común.

Putin ha expresado querer negociar con Ucrania, pero no se le debe creer. Hace uso de la conocida táctica comunista de la mentira y la inversión de pruebas, argumentos y hechos. De la retórica rimbombante como es acusar al legítimo gobierno ucraniano de nazi y genocida. Una vez más se manifiesta el hedor de la KGB que emana de las altas esferas políticas del Kremlin.

Como era de esperar, las conversaciones de las partes en conflicto en la frontera Ucrania-Bielorrusia finalizaron el mismo día de iniciarse, sin resultados.

Pero Putin también se equivocó al creer, que su guerra le saldría gratis (expresión del ministro del exterior español, José Manuel Albares) cuando la OTAN no reaccionaría militarmente, por impedírselo expresamente su carta constitutiva. ¡Ya esto es nuestro…! debió creer Putin. Pero el presidente Biden le recordó que se abstuviera de ingresar en un país miembro de la Organización, pensando tal vez en los tres pequeños países bálticos, decididos miembros de la misma y cómo alejarlos del menú ruso.

Putin desea mostrar un poderoso músculo económico que Rusia no posee, por lo cual se ve obligado a sustituirlo por el militar. Su poder económico se sustenta sobre el gas (Nord Stream 1 y 2) y el petróleo, y en menor escala sobre los cereales y algunos metales. Josep Borrel, ministro de exteriores de la Unión Europea se refirió a Rusia como “una gasolinera y un pozo de petróleo”. Tal vez recordaba la expresión semejante del ex-senador John McCain hecha mucho antes.

¿Y luego qué…?

No caben dudas de que Ucrania será sometida por el oso ruso. De nada valdrá la exigua ayuda militar suministrada por naciones arriesgadas, dispuestas a ello. ¿De cuál utilidad serán los cascos, granadas anti-tanque y cohetes portátiles tierra-aire o los viejos Howitzer de la extinta DDR, que envía Alemania? ¿Con cientos de tanques rusos apostados alrededor de Kiev y otras ciudades? De poco valdrá el heroísmo mostrado por la población ucraniana frente al agresor. Inefectiva será la solicitud del presidente Selenskyj de que Ucrania sea incorporada a la OTAN, decisión que será aún más retardada por la mala burocracia de la organización.

La pregunta que debió figurar al principio de esta exposición, todavía puede tener cabida aquí: ¿De qué son culpables los ucranianos para someterlos a tal opresión, violación de sus derechos y formas de vida y ser “conquistados” como se está observando, porque solo a una persona (Putin) se le ocurre iniciar una guerra de agresión? ¿Es Putin tan patriota que ello justifique “su” guerra?

Los sucesos de Ucrania no se desarrollan como un juego en la computadora, que se reinicia y finaliza cuantas veces se desee. Son una lacerante realidad.

Lo incontrovertible de sus resultados serán los heridos y fallecidos por los combates o el hambre, los millones de desplazados internamente o hacia naciones vecinas y los privados de toda esperanza de vida. La destrucción de sus bienes y ciudades. La propaganda, la desinformación, las falsas noticias y los “ciberataques” ya son dueños de los múltiples escenarios comunicacionales, al igual que la escasez de alimentos y medicinas.

¿Dónde se habrán escondido la ética y la moral?

Una vez sometida y asegurada Ucrania, Putin irá por el resto del continente. Para Europa, la era de la paz ha terminado. Quizás también para el mundo entero, particularmente África y Asia. Hay quienes piensan, y argumentan, dado el desarrollo del conflicto, en la resurrección del fantasma de 1914, porque consideran que dicho conflicto ucraniano es el episodio piloto que inicia la cuenta regresiva del nuevo desastre. Una nueva historia europea.

Para el observador simplista y pragmático, a fin de cuentas, lo que está ocurriendo es una modificación de las fronteras, cual movimiento de las placas tectónicas, una vez más, dentro de las ambiciones de mandatarios, naciones y consorcios económico-militares por los recursos del planeta.

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