Armagedon
En estos tiempos de desgracias que estamos viviendo, a quienes piensan que todas las tragedias que sufre el mundo en este siglo XXI se deben tal como creen todos lo que siguen al pie de la letra las enseñanzas de la Biblia y de los profetas, a la cólera de Dios (Deus irae), hay que decirles que tienen causas naturales, no espirituales–aunque a veces la falta de espiritualidad es dañina– y esas causas son las reacciones –que no podemos llamar cóleras– de la tierra, del ambiente, de la atmósfera, que se deben en su mayor parte, a las acciones de los seres humanos en estos tiempos de lo que se llama antropoceno, esa era que le puso fin al equilibrio de la era del holoceno.
Veamos: se ha llamado holoceno a esa era que duró 10.000 años, que siguió a la destrucción de especies vivientes y que recobró el equilibrio en la naturaleza, la lucidez de los seres humanos. En los tiempos actuales está desapareciendo el holoceno y hemos entrado en una era en la que la acción de los seres humanos sobre el ambiente está produciendo destrucción masiva, en la que los adelantos de la ciencia y de la tecnología, que si bien contribuyeron a lograr una mejor calidad de vida, está comenzando a producir mucho daño. Es así como los combustible fósiles que sirven para que operen plantas generadoras de electricidad que alimentan los motores de vehículos de transporte, por el hecho de generar exceso de dióxido de carbono, contribuyen al calentamiento global cuyas consecuencias en el ambiente son fatales.
Por otro lado, vemos como las explotaciones de empresas productoras de enormes ganancias para quienes las realizan están destruyendo la biodiversidad, están acabando con las zonas selváticas cuyos árboles son imprescindibles para que los caudales de los ríos se mantengan y no bajen en forma alarmante, cuando son tan necesarios para dotar de agua a la humanidad.
El cambio climático, producido en gran parte por el hombre. ha tenido como consecuencia que en zonas áridas del mundo se produzcan inundaciones y en zonas con agua en abundancia haya sequías.
Los océanos se deterioran con los desechos que arrojan los seres humanos y desaparecen peces. Además de por los desechos están despareciendo atunes, salmones, ballenas por la pesca incontrolada. El mercurio en el agua de los ríos está enfermando a tribus indígenas, con la gravedad que una vez en el cuerpo no se elimina.
Pero no es sola la amenaza del Armagedon al ambiente, también la hay para los derechos humanos y la democracia. Preocupa que en los Estados Unidos, una de las cunas de la democracia moderna hay ataques violentos contra ésta, como los que se vieron con el asalto al Congreso el 6 de enero de 2020, que todavía millones de personas que creen en la llegada de un mesías justifican.
Cabe preguntarse si se puede evitar el Armagedon, la apocalipsis. Contrariamente al pesimismo de las grandes mayorías, sí hay soluciones. Me viene a la mente el reciente documental de David Attenborough titulado “A life in Our Planet” (Una vida en nuestro planeta). En él nos narra la evolución del mundo después del meteorito de Yucatán; los 10.000 años del equilibrio del holoceno y la destrucción por el hombre en el antropoceno. Al principio uno se angustia cada vez más, pero al final, uno se llena de esperanza cuando ahí se dice que si la naturaleza se defiende, el hombre también puede defenderse. Dice por ejemplo, que Marruecos produce energía no fósil sino solar que es la que le da electricidad a todo Marruecos y es capaz de darle al Norte de África; en isla del Pacífico se han tomado acciones para proteger la vida de los peces en peligro por la pesca incontrolada: crea zonas de protección en las que se prohíbe la pesca; en ella se multiplican los peces hasta el punto de que se ven obligados a salir al océano, a zonas donde se pueda pescar’; cita que en Costa Rica desaparecieron prácticamente más de la mitad de los árboles, pero ahora con una política acertada de siembra han logrado recuperar gran parte de lo perdido, y pronto lo recuperarán todo; con orgullo vemos que un venezolano inventó una máquina capaz de replantar un brote de árbol de varios centímetros de alto cada segundo, en una extensión de terreno que requeriría 10,000 personas para hacerlo a mano. Por otro lado, las cuarentenas y medidas impuestas por la pandemia, han reducido drásticamente la emisión de dióxido de carbono producida por vehículos con motores que operan con gasolina y diésel.
La pandemia que azota a toda la humanidad desde hace dos años, lejos de desaparecer aumenta, debido a estrategias equivocadas, movidas por intereses políticos, por negativa de millones de personas que no se vacunan, ya sea porque no creen en las vacunas o porque se niegan a los mandatos, que según ellos atentan contra la “sacrosanta” libertad.
Personas como David Attenborough y Greta Thunberg son los grandes adalides en la lucha por preservar el ambiente. Es de esperar que sus ideas y el movimiento de jóvenes presido por Greta, impidan la destrucción del mundo. ¡No al Armagedon, a la Apocalipsis!