Los aguinaldos, un espejismo para los trabajadores
El bono de navidad se ha quedado en una cantidad de dinero insignificante en un país que sufre una hiperinflación galopante
El bono de Navidad, aguinaldo o paga extra, otrora un alivio económico para miles de familias en Venezuela, se ha quedado en una cantidad de dinero insignificante en un país que sufre una hiperinflación galopante, desde hace más de cuatro años, que ha destruido el poder adquisitivo y ha multiplicado la informalidad laboral.
Las compras extra o la celebración de las fiestas de manera especial, gracias al aguinaldo, son costumbres que quedaron aparcadas a medida que la hiperinflación ha ido acabando con el valor del bolívar, moneda nacional que ha vivido tres reconversiones en lo que va de siglo, sin lograr resolver el problema.
Y así, a medida que se ha devaluado la moneda, los salarios fueron perdiendo valor hasta llegar a cantidades que no sirven para casi nada.
Actualmente, el salario mínimo en el país caribeño es de 7 bolívares, lo que equivale a 1,5 dólares.
Según explicó a Efe León Arismendi, abogado y profesor de derecho laboral, a partir de este sueldo, se calcula cualquier beneficio descrito en la ley venezolana, y «aunque las normas están allí», la «ruina» de la economía impide a la clase trabajadora mejorar sus ingresos, incluso con bonos o beneficios extras.
«Beneficio insignificante»
El artículo 131 de la Ley Orgánica del Trabajo establece los parámetros para el pago de este bono en Venezuela y ordena que debe comprender un mínimo de 30 días de salario y un máximo de 120, lo que, en el mejor de los casos, implica que un trabajador actualmente recibe 28 bolívares adicionales el último mes del año, equivalentes a 6 dólares calculados a tasa oficial.
«Si hay una buena remuneración, el trabajador percibe un buen salario, entonces tendrá una buena bonificación de fin de año, pero en Venezuela con este tema de la hiperinflación y la destrucción de los salarios (…) el beneficio es insignificante», aseguró Arismendi.
El dato lo corroboró Rosaura Uzcátegui, trabajadora de la administración pública desde hace 25 años, por lo que recibe el más alto salario de la escala, y aún así su bono de fin de año no supera los 7 dólares.
En su caso, como en el de todos los empleados del Estado, recibe 120 días de salario como bono de Navidad. Pero, además, ella obtiene unos 20 dólares, cifra que fue negociada con su jefe por fuera de lo que establece la ley, como una forma de «ayudar a los empleados».
«En años anteriores se ganaba bastante. De las utilidades cobraba cuatro meses y la verdad es que compraba de todo, hasta una cocina, pero ahora ya no», dijo a Efe.
Como en el caso de Uzcátegui, para adaptarse a la realidad del país, los empleadores, sobre todo en empresas privadas, han tomado la opción de entregar a sus trabajadores bonos en divisa por fuera de la nómina.
Juan Carlos Toledo trabaja en una tienda electrónica y dijo a Efe que espera obtener un bono por encima de los 100 dólares, gracias a las ventas de la empresa. No obstante, está seguro de que sin importar lo que reciba, no le rendirá como en años anteriores.
«Creo y confío en que en algún momento esto tiene que pasar. Algún día el venezolano tiene que recibir como se lo merece porque para eso se le echa pierna (se trabaja) en cualquier país», reflexionó Toledo.
La informalidad como opción
Con la dolarización de facto, que se refleja incluso en los mostradores de tiendas que expresan los precios de sus productos en divisa, muchos ciudadanos han optado por el trabajo informal comprando y vendiendo mercancía como mecanismo para subsistir.
De acuerdo con un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello y publicado el mes pasado, el nivel de informalidad laboral en Venezuela se ubica en 84,5 %, lo que equivale a que «ocho de cada diez trabajadores en el país están en el sector informal».
Así, el bono de fin de año se volvió una ilusión para quienes asumieron labores por su cuenta y dejaron de depender de un patrono.
Es el caso de Yurmi García, una trabajadora informal que asegura que debe hacer rendir sus recursos para poder pagar servicios y alimentación.
«Tengo a unos hijos fuera del país y ellos me mandan y yo estoy ayudándome como puedo», contó a Efe García.
No obstante, hay quienes albergan esperanza de que a través del trabajo formal o por cuenta propia lleguen las mejoras económicas que ansían.
José Vargas también es empleado de la administración pública y asegura que con lo que ganó como bono de fin de año «hubo más movilidad de compra». Sin embargo, recuerda que «todo empleado sea privado o público nunca va a estar de acuerdo con el salario (…) Todos esperamos ganar cada vez más».