La Unesco crea un marco ético y político regulatorio para la Inteligencia Artificial
Aprobada por aclamación por los 193 miembros de la Unesco en su 41 Asamblea General, la recomendación persigue "garantizar la transparencia y la accesibilidad" de los algoritmos sobre los que se basan estas tecnologías
La Inteligencia Artificial (IA), cada día más presente en la vida de los ciudadanos, necesita un marco ético y político regulatorio que ayude a evitar derivas: ese es el objetivo del texto presentado por la Unesco, el primero de ámbito internacional adoptado con ese fin.
Aprobada por aclamación por los 193 miembros de la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) en su 41 Asamblea General, la recomendación persigue «garantizar la transparencia y la accesibilidad» de los algoritmos sobre los que se basan estas tecnologías.
Junto a ello, busca evitar que en el extenso mundo de internet se contravengan los derechos humanos, garantizar la igualdad de género en un mundo esencialmente concebido por hombres, proteger la democracia de los ataques a través de la red y preservar el medio ambiente.
«Es un triunfo del multilateralismo», aseguró la directora general de la Unesco, Audrey Azoulay, que puso de manifiesto la dificultad de poner de acuerdo a tantos países sobre un asunto tan espinoso.
Entre los firmantes figuran China o Irán, habitualmente acusados de un control gubernamental liberticida de internet, pero no Estados Unidos, que se salió de la Unesco en protesta por la inclusión de Palestina.
Azoulay recordó que desde 2018 esta organización busca regular el mundo de la IA y que al año siguiente recibió el encargo de los países miembros de hacerlo en forma de recomendación, elaborada por veinticuatro expertos independientes procedentes de todos los continentes y adoptada por los países.
«Nosotros fijamos el marco mundial y los Estados tendrán la responsabilidad de adaptarlo a sus legislaciones», dijo.
Azoulay aseguró que «la Unesco creará un mecanismo de seguimiento sobre la transposición en los diferentes países» del texto y afirmó que dos decenas de ellos han comenzado ya a trabajar en ese sentido.
La idea, indicó la directora general, es sacar el máximo partido a la IA, que ofrece herramientas muy útiles para el desarrollo, sin que se escape del control humano.
«Cada vez son más las parcelas de nuestras vidas cotidianas que dejamos en manos de la IA», explicó a Efe la subdirectora general de Ciencias Humanas y Sociales de la Unesco, la mexicana Gabriela Ramos, quien señaló que está presente en los GPS de los coches o en los servicios domésticos de voz que cada vez equipan más hogares.
En el punto de mira del texto, algunas derivas detectadas en los últimos tiempos, cuando se ha constatado que el uso de algoritmos de forma masiva ha provocado efectos contrarios a los ciudadanos o que la recogida de datos personales y su uso indiscriminado puede suponer graves ataques a la privacidad.
En ese sentido van las recientes declaraciones de Frances Haugen, antigua responsable de Facebook, que reveló derivas de ese tipo dentro del gigante de las redes sociales, más preocupado de obtener beneficio que de respetar la democracia.
«Hay que estar alerta con su carácter poco comprensible, con la opacidad de los datos que la alimentan», dijo Azoulay, que señaló que la idea que ha guiado sus trabajos es el control de los datos en manos de quienes los proporciona y no de quienes los recibe.
La recomendación persigue que estas nuevas tecnologías sigan cuatro principios: el respeto a los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la inclusión y la diversidad y el fomento de sociedades pacíficas, justas e interdependientes.
Los marcos regulatorios deben contribuir también a una mayor inclusión de género, puesto que en la actualidad solo el 20 % de los investigadores que trabajan en estas tecnologías son mujeres.
«La mayoría son hombres que proceden de un número muy limitado de países con un perfil cultural poco diverso», agregó Ramos.
En cuanto a su dimensión medioambiental, la recomendación invita a estudiar la forma en la que el desarrollo de la IA puede hacerse reduciendo su impacto de carbono, pero también la manera en la que puede contribuir a acelerar la transición energética y combatir el cambio climático.
La recomendación también recoge iniciativas para que los países más desarrollados ayuden a los más pobres a no quedar descolgados de los avances que supone la IA y que puedan protegerse de sus posibles derivas.