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Moraleja de las elecciones

El principal mensaje de estas elecciones es que el oficialismo ganó más cargos, pero perdió la elección: La oposición obtuvo el 54% de los votos. Esta contradicción se explica porque, en casi todas las jurisdicciones, el oficialismo presentó un solo candidato mientras que la oposición, presentó varios. De haber sido un candidato por cada polo, la oposición hubiese ganado la mayoría de las gobernaciones y alcaldías, como sucedió en la elección de diputados en 2015. La prueba de esta hipótesis está en que si se suman los votos no chavistas en cada jurisdicción, en la mayoría éstos suman más que los votos por el candidato oficialista.

La abstención perjudicó más a los opositores que a los oficialistas. Mientras un 85% de los autodenominados chavistas decían en la Encuesta Omnibus Nacional de Datanalisis que estaban “dispuestos” o “muy dispuestos” a votar, sólo un promedio de 35% de los autodefinidos opositores y ni-nis decían lo mismo. Tres factores jugaron en contra de la participación electoral: Los anteriores llamados a la abstención; el ver un gran número de candidatos desmotiva a los opositores y ni nis a votar porque rechazan el divisionismo, y el que esa multiplicidad de candidatos la ven como un preludio de una derrota segura. El gobierno ganó basado en estrategias negativas: la abstención y la división de la oposición; no por su conexión con la mayoría, recibiendo en esta elección su más baja votación: 3,7 millones de votos.  

Las llamadas condiciones electorales, en que tanto insiste la oposición, no sólo deben ser ofrecidas por el oficialismo sino también por la misma oposición; por ejemplo, mucho más peso tuvo en esta experiencia el que la oposición perdiera por presentar varios candidatos por cargo que cualquier condición que se pueda exigir al gobierno.

Todos los elegidos son producto de una preferencia minoritaria; ningún ganador representa ni al 30% de los mayores de edad de ninguna jurisdicción. Este síndrome se debe a la abstención, al divisionismo de la oposición y a que el partido de gobierno se convirtió también en un partido minoritario con sólo un 12% de identificación partidista (Chávez le dejó el 40%).

Lo que logró el gobierno fue tener que afrontar los retos de recuperar la economía a través de la reactivación de la empresa privada y refundar los servicios públicos a través de la descentralización en cabeza de los alcaldes y gobernadores recién electos y de convenios con la empresa privada, nacional o extranjera.

Lo que logró la dirigencia de oposición fue asumir el reto de renovarse, así lo desea el 82% de los entrevistados por la Encuesta Ómnibus Nacional de Datanalisis en octubre pasado.   Estos partidos también tendrían que cambiar su oferta política, dejando de ofrecer cambiar el gobierno por organizar y acompañar a la población y sus sectores organizados en la solución de las necesidades cotidianas. Los partidos que logren este cambio de enfoque volverían a conectar con la población, a crecer más que los partidos que no lo hagan, reduciendo así el reto de coordinar a muchos partidos muy pequeños. Un preludio de esta renovación se observó en las victorias obtenidas por candidatos opositores o independientes en municipios menores. En estos casos se destaca la labor social permanente realizada por los alcaldes opositores recién electos. En cambio, en las grandes ciudades, los partidos de oposición cayeron en la trampa de insistir en colocar como candidatos a grandes dirigentes como expresión de su “derecho adquirido”, pero sin que dichos dirigentes tuvieran una trayectoria de trabajo social. Casi todas las grandes ciudades fueron perdidas por la oposición.

En esta jornada electoral se pusieron de relevancia la emergencia de tres oposiciones adicionales a la MUD: Los partidos judicializados, cuya dirigencia fue nombrada por el TSJ, y no por sus bases; los nuevos partidos, como la Alianza Vecinal, surgida de los alcaldes que fueron expulsados de partidos de la MUD por insistir en participar electoralmente, y que ahora volvieron a ganar; y los “Independientes”, quienes, perteneciendo o no a un partido,  emergieron con un potencial importante al quedar como primera opción frente al oficialismo en Caracas (El Lápiz) y en otras jurisdicciones.

De repetirse estas condiciones, el chavismo volvería a ganar la Presidencia en 2024. En cuanto al referendo revocatorio presidencial, a pesar de que en un referendo no hay que escoger candidatos únicos, la oposición sí tendría que escoger, previa a la convocatoria del referendo, un solo candidato muy atractivo para las mayorías porque la Constitución establece que en 30 días después de revocado el mandato se debe realizar la elección de su sustituto. ¿Se imagina Ud. el despelote de decenas de dirigentes opositores disputándose la candidatura, mientras el oficialismo vuelve a presentar un solo candidato y a fomentar que se inscriban otros?

@joseagilyepes

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