Demagogo y xenófobo
Al menos en una oportunidad reciente, el 02 de Octubre traté el asunto, indignado por el brote xenofóbico en Inquito, localidad costera de Chile. Pero más que necesario es imperioso reincidir, salirle al paso a esas manifestaciones, cuantas veces se presenten y condenarlas. Porque la xenofobia, esa abominable conducta humana, asumida por individualidades o por colectividades ante el extranjero, cobra vigor cuando multitudes de migrantes ocupan territorios de países receptores, y cuando buscan satisfacer necesidades básicas, entran en competencia con la preexistente fuerza laboral por los escasos puestos de trabajo.
Por lo general ese miedo-odio se da por generación espontánea, de individualidades o de pequeños grupos de exaltados y en ocasiones estimulados por organizaciones políticas, sindicales o de la sociedad civil; sin perder de vista la participación financiera de influyentes en las diferentes áreas del quehacer humano, con el propósito de ganar espacio en la opinión pública, “porque nadie sabe lo que podría ocurrir y yo no estar allí, en el ajo”. ¿Y entonces?……
Venezuela, desde antes de haberse independizado de España, ha sido territorio de acogida de personas provenientes de otras latitudes. Y en su condición de República, los gobiernos se preocuparon en repoblar un inmenso territorio del orden de los 2 millones de Km2. apenas ocupado por 830 mil personas, es decir: menos de 1 (un) habitante por km2. Así fueron llegando, inmigrantes asentándose, sembrando riquezas y reproduciéndose en toda la extensión territorial. De manera que hoy somos una población multirracial, con el vigor de un mestizaje acrisolado. Entonces, como no tenemos antecedentes de nación xenófoba sino de todo lo contrario, nos indignan, hasta la arrechera, los malos tratos que, en algunos países, están dando a los venezolanos; países, dicho sea de paso, de donde muchos emigraron, bien por persecución política o desplazamientos económicos y que fueron acogidos por todos los venezolanos, abriéndoles las puertas para que, en esta tierra de libertad e inagotable capacidad humanitaria, rehicieron sus vidas.
Es cierto que, en algún momento histórico, la sinrazón xenofóbica descargó su complejo sobre personas proveniente de otra tierras. Ocurrió en 1958 al ser derrocada la dictadura militar presidida por Marcos Pérez Jiménez. Grupos de desadaptados, células del Partido Comunista, acometieron acciones xenófobas contra inmigrantes europeos que trabajaban duro con la ilusión de reconstruir sus vidas, sembrar riquezas y constituir un hogar. Y ¿qué pasó? Las acciones xenófobas fueron rechazadas por la nación y dominadas por la fuerza pública, restableciendo la convivencia civilizada.
Ahora bien, de no ser un montaje el discurso atribuido al señor Pablo Pérez, el Presidente de Perú, en el cual potenció la xenofobia subyacente en su feligresía, estamos en presencia de las malas andanzas del socialcomunismo del siglo XXI. Porque aplaudir los planes de desarrollo y redención social adelantados por Chávez y los burdéganos que lo heredaron, es insultar a la inteligencia, acompañado del imperdonable agravio al decir: “el venezolano ha vivido de sus recursos, que es un mediocre” para a continuación agregar: “¿qué hace el venezolano cuando viene a este país? ¿Qué hace el venezolano en Perú?” Y responderse, es ambulante, pide limosnas, maneja motos. ¡Qué más puede hacer un venezolano! Además son unos pobres diablos, unos miserables, encima cobardes. Porque si fueran valientes se hubieran quedado a hacer frente a lo que ellos llaman una dictadura, pero son cobardes de mierda que vienen a Perú y desde aquí comienzan a ladrar”.
A lo mejor estamos en presencia de un individuo a quien le quedan grandes las botas de Presidente, mientas su ignorancia, incultura política y la carencia de humanismo rebosan la copa de su sombrero de toquilla. Pero ¿cómo esperar expresiones que superen el raso nivel del piso, de quien se educó en la base social del Sendero Luminoso de Amibael Guzmán?
El demagogo y xenófobo ignora que el poder suele ser efímero.