La Comunidad Trasatlántica y su desarrollo III[i]
En nuestros anteriores: La Comunidad Trasatlántica y su desarrollo I y II (Analitica, 18.10.21 y 25.10.21), sostuvimos que los lazos históricos, culturales y familiares entre Europa, Norteamérica y Latinoamérica y el Caribe, compartidos por cerca de 1.500 millones de seres humanos, constituyen una fuerza vital cuya convergencia de metas debe conducirnos al fortalecimiento de la democracia y al fomento del desarrollo económico sustentable de las tres subregiones, en particular la iberoamericana y caribeña.
La Asociación Estratégica Unión Europea –América Latina y el Caribe
La firma del Acta Única Europea en 1986 y la constitución de la Unión Europea conforme al Tratado de Maastricht de 1992, permitieron redibujar las relaciones del ente comunitario con América Latina y el Caribe. Se restructuró la Comunidad Andina y a partir del Acta de Barahona (1991), se estableció el sistema de integración andino. Se fundó el Mercado Común del Sur conforme al Tratado de Asunción de 1991, dando un impulso a la formación de zonas de libre comercio y al establecimiento de un arancel externo común en ambas subregiones; procesos que coincidieron con la democratización de América Central y Suramérica. A la nueva arquitectura institucional de relaciones trasatlánticas se le denominó Asociación Estrategia birregional, la cual fue sellada en la primera cumbre de jefes de Estado y de gobierno celebrada en Río de Janeiro en 1999.
Los Acuerdos de Cooperación Económica de III Generación de la Comunidad Europea con los órganos de integración latinoamericanos y caribeños abrieron el camino a los Tratados sobre Diálogo Político, Asociación Económica y Libre Comercio y Cooperación al Desarrollo de IV Generación. Para el momento de la publicación de nuestro libro, Nuevo Interregionalismo Trasatlántico: la Asociación Estratégica Unión Europea – América Latina (Banco Interamericano de Desarrollo – 2004 – 2005 (dos ediciones), con prólogo del entonces eurodiputado español, José Ignacio Salafranca), se habían firmado sólo los correspondientes a México (1998) y Chile (2001). Abogamos a la sazón por la materialización de los demás tratados, quedando por ratificar el de la UE y Mercosur (2019), el cual enfrenta escollos para su aprobación final por parte de algunos países europeos.
El período enormemente largo de negociación (casi 20 años, desde el 2000 hasta el 2019) debe llamarnos a reflexión. Saludamos que, en los últimos tres lustros, la Unión Europea ha suscrito los Acuerdos de Asociación de IV Generación con Centro América (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá) y con América del Sur (Colombia, Chile, Ecuador y Perú); así como con los países pertenecientes al Cariforum (2008 –Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Dominica, República Dominicana, Granada, Guyana, Jamaica, San Kittsy Nevis, Santa Lucía, San Vicente y Granadinas, Surinam y Trinidad y Tobago). 5.
Conclusiones: ¿hacia una estrategia común de la Comunidad Trasatlántica?
La pandemia del COVID 19 ha provocado una contracción económica y una disminución apreciable en los flujos de comercio e inversión mundiales e interregionales, la cual parece comenzar a revertirse a partir del crecimiento económico global esperado de 5,9% en 2021 y 4,9% en 2022, según la reciente estimación del Fondo Monetario Internacional (FMI).
La Comunidad Trasatlántica, integrada por los países avanzados de Norteamérica, la Unión Europea y Latinoamérica y el Caribe, por virtud de sus lazos históricos y culturales y sus valores comunes de democracia y libertad, pueden contribuir a que la ralentización del comercio y las inversiones sea revertida, no sólo consolidando y ampliando la nueva arquitectura institucional de acuerdos de asociación instituidos en los últimos 23 años, sino profundizando y actualizando dichos acuerdos a la luz de su desempeño. Se hace así impostergable la aprobación del tratado de asociación con Mercosur por parte de los países miembros de la Unión Europea.
En materia de comercio, la reanudación de las negociaciones en el seno de la Organización Mundial de Comercio (OMC) en la búsqueda de un nuevo tratado multilateral que permita el acceso a mercado sin trabas arancelarias ni paraarancelarias de las naciones emergentes, es sobre todo un imperativo de las relaciones trasatlánticas, en especial para la región iberoamericana y caribeña. Las modalidades de facilitación del comercio deben acentuarse para que los beneficios del libre comercio con desgravaciones asimétricas que tengan en cuenta los grados relativos de desarrollo económico, puedan disfrutarse plenamente.
En materia de inversiones, la creación de foros de coordinación y cooperación y birregionales; el diálogo entre inversionistas y la incorporación de criterios de desarrollo sustentable y transición energética en los planes de inversión; la digitalización de los procesos productivos, la búsqueda de encadenamientos competitivos de valor y la interacción con fabricantes locales para la formación de capital nacional; la formación de talento humano y la transferencia de tecnologías y destrezas en el marco de la sociedad del conocimiento; las nuevas plataformas tecnológicas y la creación de valor por medio de grandes datos; y, finalmente, la inserción de la región ibero-caribeña en la III y IV Revolución Industrial y la mejores prácticas de gobierno corporativo, ética empresarial y responsabilidad social, son áreas dentro de las cuales la estrecha y renovada interacción entre gobiernos, órganos de integración, empresas y sociedad civil determinará el cierre de la brecha del desarrollo en toda la Comunidad Trasatlántica.
[i] Tercera y última sección de la exposición editada del autor en el Coloquio: Las relaciones UE y EE. UU: impacto sobre América Latina (Caracas, 14.10.21). Ponentes: Suzzane Gratius, Carlos Malamud, José Ignacio Salafranca y Luis Xavier Grisanti. Coordinadores: Edmundo González Urrutia y Sadio Garavini di Turno.