La desesperanza y el fatalismo impiden construir futuro
Hay en muchos un sentimiento de fatiga que les induce pensar que no existe manera de vencer al régimen. Que este llegó para quedarse hasta la eternidad y que, por lo tanto, nunca se resolverán los problemas de nuestro país.
Los ejemplos que esgrimen son los mismos, Corea del Norte y Cuba. Y es verdad que 22 años pesan, pero no dicen que Norcorea está allí porque China los respalda y que Cuba no estaría allí si no hubiese aparecido Chávez como relevo a la URSS.
Pero cuando dicen que no hay cambio posible en Venezuela, se olvidan de que la mayoría pensaba que el Apartheid era eterno, que el comunismo no solo se mantendría para siempre dentro de la cortina de hierro, sino que se propagaría por el resto del mundo.
Las situaciones cambian cuando la mayoría se pone de acuerdo en decir ¡¡ya basta!! No fueron los líderes quienes derribaron el muro de Berlín, sino la gente que decidió dar un paso al frente. Solo vencen los que perseveran.
En la perspectiva de Max Weber, la política es lucha, la violencia es su medio específico y la guerra su expresión más sublime. Así y todo, no es posible reducir la perspectiva de weber a la de un nacionalismo belicista, debido a que su concepción de lo político como lucha queda contaminada por la inoculación de un sentido de culpa, que da lugar a una concepción trágica de lo político.
Comprende esta teoría el concepto de lo político, identificando la tensión inherente entre lucha y culpa. Para esto se interroga cómo opera la culpa en la concepción weberiana de lo político. Luego se rastrea la aparición de la culpa política en la obra de Weber.
Esto permite identificar que el concepto weberiano de lo político adquiere su carácter trágico en virtud de la adopción de elementos característicos de la esfera religiosa. De allí se extraen una serie de conclusiones relativas a la obra política de Weber y a la teoría política en general.