¿Por Quién Votar?
Hasta hace poco nuestro mundo político se dividía en Chavistas y Opositores. Un mundo sobresimplificado y enfermo creado por la estrategia polarizadora que lanzó Hugo Chávez y que muchos de nosotros caímos en la trampa de contrapuntear con el mencionado caudillo; en vez de ignorarlo y trabajar con más ahínco y estrategia en lo nuestro.
El primer pitazo de que este esquema bipolar de clasificación política no era tan válido como parecía fue la aparición de los “ni-ni”, categoría que fue puesta en vigencia por las primeras encuestas electorales de Datanalisis al comienzo de la campaña presidencial de 2005-2006 para medir la “autodefinición política”.
Pero los linealpensantes que deseaban mantener el mundo polarizado y sobre simplificado se expresaron muy negativamente de la entrada en escena de esa nueva categoría llamada “ni-ni”. Decían, “¿Cómo es posible que quien no esté de acuerdo con este gobierno tan malo no sea de oposición?” Pero es que los partidos de oposición tampoco eran tan buenos.
Hasta abril de 2014 los autodefinidos “chavistas” fueron mayoría; a partir de septiembre 2014 y hasta diciembre de 2017 los “opositores” fueron mayoría (las grandes protestas). Pero, a partir de las frustraciones del 2016 (no tuvo lugar el referendo revocatorio que NM perdía 20 a 80%), los autodefinidos “ni-nis” crecieron hasta el 67% en junio de 2021.
En cuanto a la “identificación partidista” (pertenencia o simpatía), los “independientes” han sido mayoría desde julio de 2013, llegando a un 77% en junio de 2021 y se encuentran en 65% por encontrarnos en campaña electoral.
La mayoría de autodefinidos “ni-nis” e “independientes” explican que se definen así por rechazo al pleito de la polarización y, por ende, a que, en vez de traer soluciones, los dos bandos tradicionales de lo que se ocupan es de mantenerse en el poder o desplazar al que lo detenta.
Así las cosas, las respuestas a la pregunta “¿Por los candidatos de qué partido votaría Ud.? son las siguientes: “16% por los del PSUV o Polo Patriótico; 18% por los de “Partidos de Oposición”; y 26% por los candidatos “Independientes”. Es decir, que la polarización se acabó. Ahora la política se presenta en dos ejes: Los que se manejan en el vertical (chavistas y opositores) y los que se manejarían en el eje horizontal si logran cristalizar una nueva forma de hacer política. El problema está en que los “ni-nis” e “independientes” tienden a no tener organización ni terminan de acuñar un nuevo concepto de la política; por lo que les cuesta tener impacto electoral y, además, son los principales abstencionistas por falta de referentes.
El chavismo ha bajado del 40% que dejó Chávez al 12% que le queda con NM. Por eso puede perder cualquier elección, a menos que se den tres condiciones: Alta abstención, un candidato chavista y una oposición dividida en varios candidatos.
La oposición está dividida en tres polos: los partidos del G4 que provocaron rechazo porque se comportaron hegemónicamente en la conducción de la MUD y se enfocaron en sacar a NM, en vez de cambiar sus políticas; los partidos judicializados, cuya dirigencia fue impuesta por el TSJ y a la que no le queda otra opción que “portarse bien”; y los partidos menores o recientes que se han convertido en la esperanza de los independientes.
Entonces, ¿por quién votar? Luce que la sacralidad del partidismo vertical, aquel de AD, Copei, el PSUV y la Oposición, se rompió. Ahora la mayoría del electorado no tiene lealtades automáticas. Los votantes están buscando candidatos horizontales, los que mejor les acompañen en la solución de sus problemas y no porque sean representantes de tal o cual tribu. Los mejores candidatos tienden a ser identificados por su trayectoria en labor social, por acompañar a la gente y a los sectores organizados en el logro de sus objetivos; mientras que los peores candidatos son aquellos que aparecen en momentos electorales y que buscan el poder por el poder.
El reto para los candidatos comprometidos con el acompañamiento a la población es fortalecerse organizacionalmente, por lo que necesitan crear estructuras de relaciones más horizontales que verticales con la ciudadanía y los sectores organizados, sobretodo con el empresariado y estos con los trabajadores, porque el discurso de estas organizaciones horizontales necesita enfocarse en el desarrollo de las comunidades y regiones, en la creación de riqueza y bienestar; en vez de prédicas tribales sobre quién debe gobernar y a quién le van a quitar algo. El discurso del “vota por mi porque, cuando llegue, yo te arreglo” no generó riqueza sino sumisión de los engañados que reciben a los gobernantes que reparten, modelo que, afortunadamente, no se puede sostener por el colapso petrolero. Las elecciones regionales y municipales presentan una oportunidad para desplegar el nuevo discurso y relaciones horizontales que necesitamos para refundar la Democracia de abajo hacia arriba y no de arriba hacia abajo, como surgió el Petro Estado.
@joseagilyepes