La Compleja Realidad Geopolítica del Colapso de la Guerra de Afganistán
El colapso de Afganistán cuyo control fue tomado por los talibanes que ingresaron a la capital de Kabul, el domingo 15 de Agosto 2021, y lo cual provoco que el presidente Ashraf Ghani huyera del país, sorprendiendo lo rápido que tomo posesión Mullah Abdul Ghani Baradar quien es fundador de la milicia talibán junto al tuerto mulá Omar y actualmente jefe político de su brazo político, pero es el caso que, este hombre había afirmado el “acuerdo de paz” de Doha con la Administración de Trump en el 2020.
La perdida de la guerra de Afganistán no solo es una perdida para los Estados Unidos, sino igualmente para la OTAN y ello por supuesto lo convierte en un problema geopolítico el cual se enmarca en la lucha por el poder de una nueva hegemonía mundial.
Empecemos por decir que el ejercito de los EEUU y de la OTAN, lamentablemente se enredaron en la evacuación, ello a pesar de que la misma era parte del acuerdo que se había negociado primero con Trump y luego con Biden en Qatar en la capital de Doja entre los talibanes y los EEUU, es decir, que al parecer ya estaba planeada la evacuación. Por supuesto, en esta crisis no se puede pasar por alto que se intentan cobrar muchas venganzas y vendettas de otros países que han tenido problemas con los Estados Unidos como es el caso de Irán.
Analistas internacionales han comparado este caso de la evacuación de Afganistán, con Saigón en Vietnam. Es así como Michael Herr, fue un reportero estadounidense que revolucionó el periodismo de guerra con sus despachos desde Vietnam, escribió: «Hace mucho que allí no había un país, solo una guerra». La caída de Saigón, el 30 de abril de 1975, representó el final de un prolongado conflicto –tres décadas– que costó millones de muertos y causó gigantescos daños en un país sobre el que cayeron cuatro millones de toneladas de bombas y 75 millones de litros de un herbicida, el agente naranja, que causó todo tipo de enfermedades y deformaciones (las secuelas siguen afectando a miles de niños). La guerra empezó al final de la colonización francesa en 1946, con la división entre Vietnam del Sur y del Vietnam del Norte, y acabó hace 40 años, cuando el Vietcong -la guerrilla comunista del Vietnam del Norte- tomó Saigón. («Vietnam fue lo que tuvimos en vez de infancias felices» Guillermo Altares 18 Abril 2008. El Pais, de España)
Otro periodista que cubrió el conflicto fue Manu Leguineche, quien escribió lo siguiente: “Al cruzar por las calles de Saigón se me agolpaban en la cabeza los recuerdos de una década que ahora tocaba a su fin en medio de un vergonzoso repliegue de las fuerzas sudistas. Saigón había sido para mí la Disneylandia de los 20 años”.
La guerra de Indochina entre Francia y la entonces guerrilla nacionalista del Vietnam terminó en 1954, con el desastre francés en la batalla de Dien Bien Phu. Casi de manera inmediata comenzó primero un conflicto civil, que luego se convirtió, con la paulatina entrada de los estadounidenses, en la guerra de Vietnam.
Afganistán siempre ha sido el cementerio de los imperios desde antes de Cristo, con Alejandro Magno, la derrota de Gran Bretaña, los soviéticos que llevaron a la caída del muro de Berlín y después a la disolución de la Unión Soviética (“Afganistán: cómo los ejércitos más poderosos del mundo fueron derrotados en el «cementerio de imperios» en los últimos 180 años” Norberto Paredes. BBC News Mundo21 agosto 2021).
A pesar de todo lo anterior, otros analistas sostienen, que la comparación entre Afganistán y Saigón en Vietnam no es procedente, por cuanto el caso de Afganistán tiene un mayor impacto local, regional y global, lo cual no ocurrió con Vietnam en tanto que Nixon y Kissinger pudieron rectificar y “arrastraron” a China en contra de la URSS tomando por sorpresa a Nikita Jrushchov.
A este nivel de reflexión, me parece interesante apuntar sobre una intervención de Richard Nixon el 6 de Julio de 1971, ante altos ejecutivos de los medios de comunicación del medio oeste en Kansas City, Missouri, en medio de unos disturbios raciales, de agitación y de serias protestas contra la guerra de Vietnam. Decía entonces Nixon lo siguiente: “Pienso en lo que pasó con Grecia y Roma, y ves lo que queda, solo los pilares. Lo que ha sucedido, por supuesto, es que las grandes civilizaciones del pasado, a medida que se hicieron ricas, a medida que perdieron la voluntad de vivir, de mejorar, se volvieron sujetas a la decadencia que eventualmente destruye la civilización”(…) “Estados Unidos está llegando ahora a ese período»
Estados Unidos, necesita encontrar la «fuerza moral y espiritual» para dar forma a la era emergente posterior a Vietnam. Los revolucionarios de la contracultura querían definir a Estados Unidos como «un país feo». Nixon instó a sus compatriotas a rechazar el «negativismo» y el «derrotismo» y concentrarse en construir una nación que fuera «sana» tanto moral como físicamente.
“Estados Unidos ya no está en la posición de preeminencia o predominio completo”, dijo, porque “ahora nos enfrentamos a una situación en la que otras cuatro potencias” —Unión Soviética, Europa Occidental, Japón y China— “tienen la capacidad para desafiarnos en todos los frentes «. Sin embargo, esto «puede ser algo constructivo». Unos meses después, le dijo a la revista Time lo siguiente: «Creo que será un mundo más seguro y un mundo mejor si tenemos Estados Unidos, Europa, Unión Soviética, China, Japón fuertes y saludables, cada uno equilibrando al otro». Este discurso del Presidente Nixon, nos conduce a pensar que tuvo claro hace medio siglo, que el mundo se dirigía hacia al multilateralismo. Así vemos como después de 18 ano de esa intervención (1971-1989) de Julio de 1971, ante altos ejecutivos de los medios de comunicación del medio oeste en Kansas City, Missouri, se ponía fin a la Guerra Fría, lo cual termino con el mundo bipolar, y daba paso al mundo multilateral del siglo XXI.
El Presidente Biden a raíz del “colapso” de Afganistán, pronuncio un discurso que ningún presidente de los EEUU, había pronunciado jamás, al menos desde que comenzó la Guerra Fría hace tres cuartos de siglo. Leamos algunos parágrafos del discurso del presidente Biden; “Siempre le prometí al pueblo estadounidense que le diría la verdad, y la verdad es, que esto se desarrollo mucho mas rápido de lo previsto. Que sucedió entonces? Los líderes políticos de Afganistán huyeron del país, colapso la Fuerza Armada de Afganistán y, los hechos de la última semana refuerzan que cualquier tipo de participación de fuerzas militares estadounidenses en Afganistán en este momento, era la decisión correcta.
Las tropas estadunidenses no deben estar luchando una guerra y muriendo, una guerra que las fuerzas afganas no quieren librar ellas mismas. (…) “Hay que ser sinceros, nuestra misión Afganistán hubo muchos mal pasos a lo largo de las ultimas décadas yo soy el cuarto presidente norteamericano en presidir sobre la guerra en Afganistán dos demócratas y dos republicanos y no voy a pasar esta responsabilidad a un quinto presidente. (…) ‘’Estamos poniendo fin a una era de importantes operaciones militares para rehacer otros países… tratando de crear un Afganistán democrático, cohesionado y unido, algo que nunca se ha hecho durante siglos en la historia de Afganistán» (…) “Gastamos $ 300 millones al día durante 20 años, ¿Qué hemos perdido como consecuencia en términos de oportunidades?” (Discurso del Presidente Joe Biden referente al colapso de Afganistán. CNN 31 de Agosto 2021)
La lectura de estos parágrafos del discurso del Presidente Biden, nos hace de la idea, de que los líderes de los EEUU no tenían ningún conocimiento sobre los hombres (Talibanes) que intentaban controlar o dominar, pues al parecer se les escapo que los Afganos viene de una cultura y de una civilización que tiene 2500 o 3000 anos, mientras los EEUU es apenas un país del siglo XVII. Es así como Afganistán, esta considerada como una de las sociedades tribales musulmanas más grandes del mundo, está compuesta por al menos 30 grupos étnicos principales e innumerables sub-grupos y clanes. Su población se estima en al menos 40 millones de personas entre Pakistán y Afganistán, más un número aún no estimado definitivamente de su diáspora, pero que según algunos estudios ronda los 10 millones.
La guerra de Afganistán entre 1978-1992, también conocida con el nombre de guerra afgano-soviética o guerra ruso-afgana, fue la primera fase del extenso conflicto de la guerra civil afgana. La cual transcurrió entre abril de 1978 y abril de 1992, tiempo en el que se enfrentaron las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán, apoyadas entre diciembre de 1979 y febrero de 1989 por el Ejército Soviético, contra los insurgentes muyahidines, grupos de guerrilleros afganos islámicos apoyados por numerosos países extranjeros, destacándose Estados Unidos, quien les proporcionó ingentes cantidades de armas y dinero. Está considerada como parte de la Guerra Fría.
El conflicto comenzó en 1978, cuando tuvo lugar la Revolución de Saur, que hizo de Afganistán un Estado socialista gobernado por el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA). Un año después el Consejo Revolucionario solicitó la intervención militar de la Unión Soviética. Fue entonces cuando el gobierno de Estados Unidos inició la «Operación Ciclón» en el contexto de la Guerra Fría, suministrando armas y una amplia financiación a los rebeldes islámicos muyahidines. Las fuerzas soviéticas depusieron y asesinaron de manera inmediata al dictador Hafizullah Amín, quien previamente había mandado asesinar de manera arbitraria al anterior presidente y líder de la revolución, Nur Muhammad Taraki. La intervención produjo un resurgimiento de los guerrilleros muyahidines, que aun estando divididos en varias facciones se embarcaron en una larga campaña contra las fuerzas soviético-afganas, respaldados por los suministros y el apoyo logístico y financiero de naciones como Estados Unidos, Pakistán, Irán, Arabia Saudita, China, Israel y el Reino Unido.
Después de más de nueve años de guerra, los soviéticos se retiraron en 1989 una vez que se firmaron los Acuerdos de Ginebra entre Pakistán y la República Democrática de Afganistán. No obstante, los enfrentamientos entre insurgentes y las tropas del gobierno continuaron hasta abril de 1992, cuando la disolución de la Unión Soviética provocó el colapso económico del país y los fundamentalistas pudieron establecer el Estado islámico. Esta guerra ha sido reiteradas veces calificada por la prensa norteamericana como «el Vietnam de la Unión Soviética»
Posterior a esto, la identidad pastun que habían jugado un papel destacado durante la guerra de Afganistán (1979-1992) se unieron a los muyadines que constituyen los rebeldes en Afganistán. Los pastunes es una de las etnias de mayor trayectoria en Afganistán integrada mayoritariamente por hablantes de lenguas derivadas de la familia irania oriental. Las grandes comunidades pastunes se concentran en el este y sur de Afganistán y en el oeste de Pakistán. En esta etnia se habla el persa y el aremo, sus tribus tienen una gran complejidad con costumbres que han conservado pese de haberse convertido al Islán. Los postunes tienen 400 subtribus y una gran cohesión social con costumbres que han conservado. (Los pastún: análisis de su impacto político en Afganistán. Josep Baqués Quesada. 08/07/2010. REAL INSTITUTO elcano).
Todo lo anterior obliga a estudiar muy profundamente, la India, el Asia Central, el Medio Oriente, el Golfo Persico, para poder entender que ha pasado en Afganistán que constituye una zona de captación geopolítica muy importante que sin duda creara mucha tensión en todas sus fronteras. Detengamos un momento en esta afirmación. Así vemos que con Pakistán comparte una frontera de 2.400 km y por lo menos 1,4 millones de refugiados afganos están registrados en Pakistán, aunque se calcula que otros tantos viven allí indocumentados.
Con Rusia la principal preocupación es se convierta en un refugio seguro para los yihadistas de la región del Cáucaso, especialmente los seguidores del llamado Estado Islámico (EI), que son enemigos tanto de Rusia como de los talibanes. Con China los intereses son económicos y también de seguridad, con la retirada de Estados Unidos, las empresas chinas se encuentran en una buena posición para explotar el potencial minero de Afganistán, incluidas las «tierras raras»-17 elementos químicos poco comunes en estado puro- que se utilizan en los microchips y otras tecnologías de vanguardia. (Afganistán: lo que pueden ganar o perder otros países con el Talibán en el poder. Pablo Uchoa BBC World Service. 31 Agosto 2021)
Finalmente intentemos analizar los efectos de carácter económicos y sociales del colapso de la Guerra de Afganistán. Comencemos por decir que para algunos estudiosos de las ciencias sociales, el fin de Guerra Fría, y con ello el fin de la bipolaridad, no fue otra cosa, que el triunfo del capitalismo sobre el comunismo. Fue así como Francis Fukuyama, Politólogo estadounidense egresado de la Universidad de Harvard escribía entonces su libro, “El Fin de la Historia” donde sentenciaba que las ideas del liberalismo económico y político se imponían en el mundo, es decir, para Fukuyama la victoria del liberalismo económico y político se imponían sobre el comunismo.
Para llegar a esta conclusión, Fukuyama se baso en “Hegel y Kojeve». Un Intérprete hegeliano interesado en «salvar a Hegel de sus intérpretes marxistas»!’. Kojeve aprovechaba los argumentos esgrimidos por Hegel en La fenomenología del espíritu y sus reflexiones en torno al advenimiento de un «estado homogéneo universal» en el que triunfarían los ideales de igualdad y libertad de la Revolucion francesa tras la batalla de Jena. Donde Napoleón triunfó sobre los prusianos ocupando fácilmente Berlín. Sobre estas ideas. Kojeve concibió la Idea del fin de la Historia» basándose en ese «estado homogéneo universal», que estaría representado para él, en los países de la Europa Occidental de la posguerra y más concretamente en el «américa way of life». (Evolución de la teoría del «fin de la Historia» de Francis Fukuyama’. Israel Sanmartín)
Con estas premisas. Fukuyarna argumentaba que el estado actual del fin de la Historia se debía al fracaso de los grandes regímenes autoritarios del siglo XX: el fascismo y el comunismo. Es así como, para Fukuyama esta circunstancia supondría el triunfo de la democracia liberal, pues para él, las otras alternativas que se habrían quedado sin respuestas. Es decir, las ideologías rivales que él veía en ese momento, el nacionalismo y el fundamentalismo, no tenían ni la fuerza, ni la entidad suficiente, para destronar a la democracia liberal. Este «nuevo orden mundial», que declararía el Presidente Bush unos meses más tarde, proporcionaría una paz al modo kantiano entre los países gobemados por las democracias liberales, superando la Realpolitik (el conflicto es inseparable del sistema internacional) que había dominado las relaciones internacionales durante mucho tiempo.
Pero se les escapo a Fukuyama y a quienes se adhirieron a su tesis del Fin de La Historia, que el liberalismo desde la mitad de la década del 70, ha precarizado el trabajo con empleos que se cuantifican por horas, mientras que los salarios son menores nominalmente por cuanto se ha afectado el valor del tiempo del trabajo socialmente necesario, de la misma manera que su poder adquisitivo ha venido disminuyendo desde la década de 1980, lo cual ha incidido negativamente en los asalariados, afectando seriamente a las clases medias de los países desarrollados que por mucho tiempo constituyeron los soportes sociales del liberalismo económico.
Afirma Fukuyama en su libro que tanto Hegel como Marx sostenían que la evolución de las sociedades humanas no era infinitas, sino que acabarían un día cuando la humanidad hubiera perfeccionado una forma de sociedad que satisficiera sus necesidades mas elementales. Ambos pensadores habían establecidos un fin de la historia, es así como para Hegel con el fin de la historia vendría un Estado liberal, mientras que para Marx la historia termina con el capitalismo y no como pensaba Hegel en la teoría de la enajenación, sino con la superación de la enajenación, es decir, con el fin del capitalismo y el advenimiento del socialismo.
Quienes desde el fin de Guerra Fría han venido sosteniendo el triunfo del capitalismo y la política liberal, es decir, la conjugación del libre mercado con la democracia, se les ha escapado que el capitalismo nunca había sido tan frágil como lo ha sido hasta ahora, y todo comenzó a partir del llamado acuerdo de Washington a los inicios de la década de los ochenta, cuando las opciones liberales terminaron en regímenes autoritarios que practican un liberalismo a ultranza y coartaban la libertad de sus habitantes con excesivas vigilancias y castigos severos mientras que la brecha entre pobres y ricos no ha hecho sino incrementarse, haciendo el reparto de la riqueza mucho mas inequitativa, cuestión esta ultima que se vio “crudamente” el 15 de septiembre del año 2008, cundo el banco Lehman Brothers se declaró en quiebra con un pasivo de 430 000 millones de dólares, lo cual produjo un efecto dominó, que derivo en la mayor crisis económica mundial de la historia, a la que llamaron Gran Recesión.
Esta crisis económica afectó a todo el mundo, teniendo importantes consecuencias para la población y la ciudadanía a lo largo y ancho del planeta. Es así como a los contribuyentes de los Estados Unidos el costo fue de US$700.000 millones, mientras que paralelamente los servicios públicos básicos, tales como la Salud, la Educación, otros, no pueden ser peores, tal y como ha quedado evidenciado a raíz de la pandemia del Covid-19, razón por lo cual la protección social por parte del Estado ha empeorado de manera dramática.
Veamos lo que opinaba recientemente el Presidente Biden: “Déjeme ser claro: el capitalismo sin competencia no es capitalismo, es explotación”, planteo el presidente Biden, al momento cuando firmaba una orden ejecutiva para expandir la competencia y tomar medidas contra las prácticas monopolísticas.
“Es un experimento equivocado de 40 años permitir que las corporaciones estadounidenses se consoliden con poca regulación, el corazón del capitalismo estadounidense es una idea simple: competencia abierta y justa”. Esta opinión del Presidente Biden nos podría llevar a discutir la opinión de economistas clásicos tales como Adam Smith y David Ricardo, pero haría aun más extenso el presente trabajo.
Pero es el caso que esta opinión del presidente Biden, no sólo la comparten los apologistas del capitalismo, sino que muchos marxistas y sectores de la izquierda parecen haber llegado a una especie de resignación liberal, al considerar el Estado de bienestar liberal como el menos malo de los escenarios posibles, es decir, un escenario donde la lucha económica pareciera haber sido sustituida por el calculo económico, y donde el modelo social optimo del liberalismo económico y político pareciera apuntar desde un punto de vista antropológico, hacia el reconocimiento de un individuo de cierta singularidad atipares, lo que por supuesto, no es mas que una oda o alabanza al individualismo que invade a las sociedades liberales, gracias a los medios de comunicación y últimamente a las redes sociales. El modelo del Estado liberal no parece hasta ahora, estar planteándose una alternativa coherente que conjugue progresos conseguido en el régimen de libertades y de equilibros de poder, que apunten a evitar no caer en el autoritarismo y que al mismo tiempo sea un Estado que garantice servicios sociales que logren cubrir de una forma coherente, las necesidades que genera cualquier sociedad. Mientras esto ultimo no se logre, continuaremos profundizando las desigualdades. «El capitalismo no es malo en sí; pero es anacrónico». Así resumió el escritor y economista José Luis Sampedro, la situación de «abismal» de la desigualdad entre países ricos y pobres.