Un compromiso de todos
Es alarmante, y al mismo tiempo angustioso, comprobar que la mayoría de las personas del país, tanto opositores como neutrales o prochavistas, más que apostar aseguran que las conversaciones entre el régimen y la oposición en México son inútiles y no llevarán a nada en beneficio del país.
Se fijan en detalles que resaltan, desconfían de todo lo que supuestamente se está hablando, desconfían de cada integrante de cada parte representada allí. Es impresionante.
No importa lo que declaren o dejen de informar, no importan sus silencios que no son tomados como discreción diplomática, sino como secretos culpables o rechazo a informar. Consideran que la presencia de Holanda es inferior que la de Rusia por el tamaño y hacen cálculos diversos de fechas electorales o medidas a tomar por cualquiera de los dos sectores para presionar al otro o ponerle una trampa.
Esas personas en realidad apuestan contra el país. No presionan por soluciones, sino por la profundización de las diferencias. No toman en cuenta que el primer elemento de los participantes en un diálogo es la paciencia y el segundo la voluntad de negociar, es decir, de ceder a cambio de lo que se exige, y que lo esencial es lograr resultados positivos para el país en cuyo nombre ambas partes conversan.
No hay que esperar resultados inmediatos, ni siquiera de cara a unas elecciones regionales cuestionables per se. Hay que esperar resultados que beneficien al país, y eso no tiene fecha en el calendario pero sí una ruta en el patriotismo. No se dialoga y negocia a favor de una facción ,sino de todo un país.
Y que ninguna de las dos partes puede, a estas alturas, desembarazarse del compromiso. Abandonar la mesa es ser irresponsable y perdedor. Sentarse el tiempo que sea necesario, que no se mide en días ni meses sino en logros, es labor de país.
Esas conversaciones son inútiles, deberían empezar por el respeto a la constitución y empezar por una elección presidencial y Asamblea Nacional si es verdad que quieren solucionar la crisis, pero antes nombrar un CNE como lo establece la constitución, sin componendas políticas ni repartición de cargos
La Organización de los Estados Americanos [OEA]) ha ofrecido reflexiones útiles sobre los enfoques conceptuales contemporáneos acerca del diálogo, y proporciona a los practicantes una serie de opciones concretas sobre cómo diseñar, iniciar, convocar, dirigir, monitorear y evaluar un proceso de diálogo. Las múltiples opciones que se ofrecen parten de la práctica, y los estudios de casos presentados ilustran cómo estas opciones pueden aplicarse en la vida real.
El diálogo se produce en varios ámbitos, en diferentes niveles y sobre infinidad de temas. Los temas pueden abarcar desde la seguridad nacional o internacional hasta los derechos humanos, desde los cambios climáticos, desde el desarrollo económico hasta la gestión de los recursos hídricos. Entre los actores y las partes interesadas se encuentran los gobiernos, los partidos políticos, los líderes tradicionales y los ciudadanos comunes.
Quienes hayan adquirido algo de experiencia en la facilitación de procesos de diálogo son muy conscientes de la importancia del conocimiento local. Las lecciones aprendidas en un país jamás resultan fáciles de transferir a otro. Esto se debe a que el diálogo es un ejercicio humano por excelencia, muy sensible a las necesidades y prioridades definidas por las realidades locales, a las sutilezas del lenguaje y a lo intrincado de la memoria colectiva. El diálogo siempre se refiere a las necesidades y prioridades de personas reales.
El resultado de un auténtico proceso de diálogo rara vez se puede predecir. Incluso aunque se apliquen las lecciones aprendidas de manera consecuente, esto no constituye una garantía de éxito. Así ocurre con todos los procesos políticos que involucran a una gran variedad de actores y que se producen en contextos multifacéticos y de rápida evolución. Sin dudas, el diálogo es un proceso eminentemente político: por un lado, se ajusta a hechos ineludibles y tiene el objetivo de dar respuesta a quejas, reivindicaciones y agravios políticos y sociales muy concretos. Pero, por otro lado, está influenciado por lo más delicado y esquivo de las relaciones humanas.