In memoriam
Ayer me enteré de la muerte de Luis García Planchart. Un excelente creativo publicitario, una gran persona, un venezolano de lujo. Como yo, publicitario de otros tiempos, cuando las campañas eran ejercicios extensos de análisis de productos, servicios y mercados, cuando los creativos nos sacábamos las ideas del talento y de la cultura, cuando creábamos historias para televisión, impactos visuales para prensa y revistas, compactos de cinco palabras o menos para vallas y afiches –por eso no nos impresionan ahora todas esas cosas de las redes sociales, especialmente cuando no se usan para hablar mal de alguien.
Nunca trabajamos juntos pero siempre nos estimamos a lo lejos y nos respetamos. Creo que fuimos amigos, aunque nunca me pidió favores ni yo a él, amigos, colegas y mutuamente admiradores. Luis en J. Walter Thompson, agencia de tradición y liderazgo encabezada en Venezuela y en el mundo entero por publicistas de primera categoría, yo en Novas-Criswell/Leo Burnett, ARS Publicidad y PVA/BBDO, gigantes del talento y la iniciativa, y al final a la cabeza de Pegaso Publicidad con el Grupo Financiero Unión a mis espaldas contentas y agradecidas.
Luis García Planchart me duele porque supo ser siempre uno de esos venezolanos de cara al mundo, bien intencionado, incapaz de triquiñuelas, amigo y profesional de primera clase, y no digo todo eso sólo porque de los muertos siempre se habla bien después de muertos, sino porque él era así. Grandote, diariamente esgrimiendo sonrisas, con las grandes manos extendidas, abierto y buen venezolano.
Nosotros, los de entonces, estamos como los generales cubanos, muriéndonos sin remedio, liquidados por la vida y, en el mejor de los casos, viejos, demasiado. Luis tenía ochenta años y un ACV devastador, yo tengo pocos días menos de los ochenta, cataratas y aburrimiento.
Luis García Planchart me duele porque es un buen venezolano menos en este país grande en riquezas y oportunidades, mínimo en su habilidad para escoger líderes, que vive colgado de las frases –que pocos se aprenden- y las fechas de Simón Bolívar como si la independencia hubiese sido un paquete que nació con Bolívar en su mansión caraqueña y hubiera muerto en San Pedro Alejandrino con una camisa prestada en 1830, como si la historia no nos correspondiese a cada uno de nosotros día tras día, como si fuésemos herederos de Dios y no trabajadores para el empeño.
Ha muerto Luis García Planchart y Venezuela pierde mientras los generales que pierden sus batallas con los subversivos narcotraficantes, le cantan desvergonzadamente el cumpleaños feliz a un cadáver, generales y almirantes cargados de soles y condecoraciones al frente de chatarras rusas mientras pierden lo que realmente juraron defender, la patria y su soberanía.
Ha muerto Luis García Planchart y me duele porque sin él Venezuela es un poco menos.