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Pichón de paloma mensajera no sabe volar

Pareciera que a Venezuela, además de calamidades y penurias, no sólo ha llegado el contagio del perverso virus «Covid-19», sino que, simultáneamente, se ha presentado  una radical pérdida de la memoria, como de respeto al saber y a las experiencias. 

De hecho, hay un viejo resabio español que pudiera definir el fracaso venezolano, y que, con precisión, lo plantea en los siguientes términos: «Quien no oye consejo, no llega a viejo».  Y el uso de la cita en referencia  tiene que ver con que el país está enfrentando ruina, destrucción, peligros, además de un deterioro general que hace sentir la  inclemencia de una presencia no accidental, sino intencional, con un alcance innegablemente criminal. 

No hay rincón ni espacio útil en la Nación que no evidencie la acción de la agresión. Y, sobre cada espacio agredido, se registra la cosecha de la celebración, para convertir lo  dañado en la muestra de la evidencia usada; asimismo, como instrumento de la amenaza para ir mucho más allá. Esto, obviamente, se traduce en  hacer de aquello un ejemplo de lo que equivale el ejercicio del dominio, pero también  de obediencia a quien es y siempre será el amo de la voluntad sobre todo aquello identificado como  producción nacional, en el mejor y el peor sentido de la consecuencia.

El  deterioro, por supuesto, es un verdadero y eficiente ejemplo de producción nacional. Está presente en todo el país, y, además, es un  modelo de violencia y agresión como mecanismo de dominio. Es, en fin, aquello que ha sido concebido para exhibirlo a la par de lo que se puede hacer, cuando la finalidad pareciera ser alcanzar desmotivación, empobrecimiento, miseria, hambre, frustración, además de razón de peso para obligar a salir huyendo del territorio nacional. 

Estar en niveles críticos, entonces, es estar en Venezuela. Hacerlo según la voluntad de quienes conciben lo que equivale la conversión de la producción nacional en hechos a niveles críticos, indistintamente cual sea la naturaleza y en efecto para atemorizar, pervertir, corromper y desmoralizar.

Tal desmoralización, desde luego, no excluye el gran logro de que la otrora industria petrolera, alguna vez modelo de eficiencia  productiva global, referencia de la Venezuela modelo de dicha actividad minera, sea lo que es hoy: otro ejemplo de lo que traduce eficiencia socialista, a la manera nacional, imposibilitada de producir, si acaso, apenas un 10% de sus niveles referenciales de finales del Siglo XX.  

Mientras tanto, en el país, en su Sociedad Civil,  hay una cantidad importante de profesionales de gran preparación y experiencia, prestos a ofrecer conocimientos y la sabiduría que no se construye en un ambiente de sumisión. Pero pareciera que las canas y las calvicies  asustan y atemorizan  a las nuevas generaciones de la política nacional.

El país, ciertamente,  necesita mucho más que milagros para alcanzar su recuperación.  El objetivo, desde luego,  es como afirman otros hermanos venezolanos, cuando indican que lo que realmente se requiere es la salvación. Pero si esa es la finalidad, entonces, el accionar le correspondería a la Iglesia Católica, que, con seriedad, responsabilidad y firmeza, de hecho, dio un ejemplo digno de respeto y confianza nacional, cuando hizo sentir su voz el 23 de junio de este año, en su «Mensaje de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana» a la población nacional, con ocasión  del bicentenario de la » Batalla de Carabobo».

Decir lo que dijo, exponerlo como lo hizo, proponiendo como única fórmula para salir de esta terrible situación la REFUNDACION y RECONCILIACIÓN del país, fue la voz de una institución a la que no es posible anular o de restarle alcance en sus propósitos, sólo a partir del uso de  frases engendradas entre odio y pobreza reflexiva. Y, además, sin poder quitarle autenticidad conceptual, cuando demandó gallardía con la participación integral de todos los sectores del pueblo soberano (Sociedad Civil), tal y como lo expresa la vigente  Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en su articulado (5, 7, 70, 347, 348, 349 y 350). 

Hoy, nuevamente, está planteado un diálogo entre las rectorías de unos partidos de oposición y de otros anexos al régimen. Sin embargo,  lamentablemente, esos partidosopositores y los del régimen juntos, en la actualidad, no representan ni el 20% de la población votante del país. 

Para lograr el respeto, la credibilidad y la unión del pueblo, sin duda alguna, es necesario e imperativo que,  acompañando al Presidente Interino, se nombren honorables, independientes, experimentados y dignos venezolanos. De lo que se trata, es de  darle credibilidad a los representantes, como de lograr ese esperado hecho necesario de salvar al país, y de evitar  toda sospecha sobre el predominio de intereses personales o grupales.

La Sociedad Civil opositora representa casi un 90% de la población venezolana y no fue consultada para nombrar a esos negociadores o representantes. Y si es que aún creen en esos diálogos, de los cuales, ya han habido muchos (Caracas, República Dominicana, Noruega, Barbados, últimamente Washington, Europa y luego México), no debe olvidarse que  todos han culminado siendo ejemplos de  fracasos. 

Desde luego,  en cuanto al caso de los últimos tres mencionados, Dios los guíe e ilumine, y que logren concluir en algo positivo. Hay que trabajar mucho para evitar que se repitan tales episodios.  Pero todo indica que, desafortunadamente, el régimen logrará su único y gran  propósito: ganar tiempo, para lograr llegar  a noviembre, a las elecciones regionales ilegítimamente convocadas. 

 ¿Y cómo lo hará?:  contando con la complicidad de un dócil Consejo Nacional Electoral, y de un sumiso Tribunal Supremo de Justicia, cuyo funcionamiento debe concluir en lo conocido:  le concederán a los concurrentes ¿opositores? algunos pírricos triunfos, además de  otorgarle «Legitimidad» al régimen». Luego les nombrarán sus respectivos DEFENSORES, y durante el año entrante, quedarán anulados, al declarar el «Estado Comunal» inconstitucional.   Y ¡a llorar pa’l Valle¡.

La solución que está planteada, es  ir a un Proceso Constituyente Legítimo, como lo considera la vigente Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. Se daría sin la intervención de los poderes constituidos, y se elegirían los constituyentistas con sus respectivas bases comiciales, todo bajo el estricto control de una Comisión Electoral nombrada por la sociedad civil, y la supervisión y certificación de los organismos internacionales.

De lo que se trata, es de alcanzar el desarrollo de un proceso que lograría integrar a todos los venezolanos, tanto Chavistas-Maduristas, como a la población civil en todas sus expresiones: partidos políticos, gremios, asociaciones, Universitarios, Jubilados, Sindicatos, toda la sociedad civil, etc. Todos irían a una limpia elección constituyentista, en la que estarían representados los distintos sectores. 

¿Y cuál sería el propósito?:  lograr lo propuesto recientemente por la Conferencia Episcopal Venezolana: la REFUNDACION Y RECONCILIACION del país.  Y, sin dilaciones, dicho proceso se podría lograr este mismo año. 

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