El papa Francisco llama a los obispos católicos de Medio Oriente a evitar el «odio»
Están llamados a redescubrir como individuos o comunidad nuestra vocación de ser cristianos en Oriente Medio, no solo reclamando el justo reconocimiento como ciudadanos originarios de aquellas amadas tierras, sino viviendo nuestra misión de custodios y testigos de los orígenes apostólicos
El papa Francisco animó a los obispos católicos de Oriente Medio a reclamar su «justo reconocimiento» como ciudadanos de esos lugares pero les llamó a no recurrir a «fuentes envenenadas por el odio» y a no dividirse.
«Están llamados a redescubrir como individuos o comunidad nuestra vocación de ser cristianos en Oriente Medio, no solo reclamando el justo reconocimiento como ciudadanos originarios de aquellas amadas tierras, sino viviendo nuestra misión de custodios y testigos de los orígenes apostólicos», afirmó el papa.
Lo hizo en una carta dirigida a los obispos católicos de Oriente Medio por la celebración este domingo de la primera Jornada por la Paz del Oriente, una liturgia organizada para pedir a Dios la estabilidad en esos lugares.
El texto por ende está dirigido a católicos de rito latino en Oriente Medio, a los coptos, en Egipto; a la Iglesia armenia, a la siria, a la greco-melquita, a la caldea, con sede en Bagdad, o la maronita, establecida en Líbano, todas ellas presentes en el área.
Francisco recordó que en su viaje a Irak, el pasado marzo, usó el ejemplo de las típicas alfombras del país, conformadas por geometrías e imágenes fruto «del cruce de numerosos hilos que solo permaneciendo juntos se convierten en una obra de arte».
«Si la violencia, la envidia y la división pudieran llegar a desgarrar uno solo de esos hilos, todo el conjunto quedaría dañado», avisa el pontífice desde Roma.
En ese momento de desavenencias, asegura, «los proyectos y los acuerdos humanos tienen poco poder» si no se «confía en la potencia restauradora de Dios».
«No tratéis de saciar nuestra sed en fuentes envenenadas de odio, sino dejen regar los surcos del campo de nuestros corazones por el rocío del Espíritu, como hicieron los grandes santos de vuestras respectivas tradiciones», invitó Francisco.
Y concluyó: «Cuántas civilizaciones y dominaciones surgieron, florecieron y después cayeron con sus obras admirables y conquistas de territorio, todo ha pasado».