Por qué nadie cede espacios
Lo más inexplicable de la situación del país es que todo el que tiene una cuota mayor o menor de poder se aferra a ella, como si de eso dependiera su vida.
El país se disuelve en un caos generalizado, en el que el poder es cada día más una ficción, que ni manda, ni controla nada, y es reemplazado por organizaciones delictivas que imponen su ley en los barrios, en las fronteras, en la provincia y en cualquier lugar donde haya cómo lucrarse bien a través del narcotráfico, el control de la minería o simplemente por la vacuna que se le impone a los que producen algo, para que no los asalten o invadan.
A todas estas, el régimen no está dispuesto a ceder ni un ápice de lo que le queda de poder, y algunos opositores insisten en la necesidad de conservar espacios, no se sabe cuáles, ni para qué, salvo para mantener un puñado de militantes o afectos a su etiqueta política, legítima o no.
Pero, ni los oficialistas, ni los aspirantes a tomar una pizca de poder, dicen o saben qué es lo que hay que hacer para que el país vuelva a producir y exportar a fin de obtener las divisas necesarias para reconstruir nuestro país.