Riesgo y soledad: El Punto Nemo
Comencé a escribir esta nota el día 30 de diciembre, cuando gracias a una aplicación de Vendée Globe observé en pantalla el seguimiento cartográfico en tiempo real de 27 de los 33 veleros que zarparon en noviembre de Sables-d’Olonne, Francia, con el objetivo de circunnavegar el globo terráqueo. Ese día los cuadrantes indicaban que los navegantes se acercaban al Punto Nemo o Polo de Inaccesibilidad. Su nombre cartográfico hace alusión al legendario capitán Nemo, protagonista de 20.000 Leguas de Viaje Submarino (1869) de Jules Verne, reapareciendo en otra de sus novelas: La isla misteriosa (1875 ), ya que Nemo tenía su morada en una imaginaria isla ubicada por Verne cerca de ese punto geográfico.
La Vendée Globe es una prueba que consiste en dar la vuelta al mundo en un velero conducido por un solo navegante o skipper, sin escalas ni asistencia. En 2016, Armel Le Cléac’h logró la hazaña de circunnavegar el globo terráqueo en 74 días, 3 horas, 35 minutos y 46 segundos. Un récord hasta ahora no superado por ningún otro navegante.
En la ruta hacia Cabo de Hornos, se torna crítica la maniobra de los skippers en el Polo de Inaccesibilidad o Punto Nemo, ya que es el lugar del océano más alejado de cualquier tierra firme y se encuentra en el sur del océano Pacífico, a 2.688 kilómetros de la Antártida y algunas pequeñas y fantasmales islas oceánicas. El oscuro fondo del océano situado en dicho punto es de unos 3.700 m de profundidad.
En otra obra literaria, el Punto Nemo está relativamente cerca de isla ficticia de R’lyeh, imaginada por el escritor H. P. Lovecraft, en su novela La llamada de Cthulhu (The Call of Cthulhu), escrita en 1926. Dicha historia indaga sobre el origen de Cthulhu, un ser monstruoso que descansa en un sueño profundo en la ciudad sumergida de R’lyeh. El cuaderno de bitácora del capitán de un barco narra sus impresiones al descubrir que la ciudad de R’lyeh ha emergido a la superficie en el Océano Pacífico, precisamente en el Punto Nemo, propiciando el despertar de Cthulhu.
En la ficción y más aún en la realidad, el Punto Nemo significa riesgo y soledad. Los navegantes, conscientes del peligro que representa, solo piensan en superar esa parte ignota de la cartografía marina para sentirse menos vulnerables al surcar esos mares tempestuosos. El recorrido alrededor del mundo que puede durar más de ochenta días representa inmensos riesgos como son la cambiante meteorología de los océanos y los “OFNIS” u Objetos Flotantes No Identificados, que no son otra cosa que la inmensa cantidad de desechos arrojados al mar, entre los que se cuentan bombonas de gas o contenedores caídos de los cargueros, causas de muchos naufragios. Aparte de esos imprevistos, uno de los factores claves a considerar es la soledad del skipper.
Observar en pantalla cómo a pequeños saltos pixelados se van moviendo las embarcaciones cerca del Punto Nemo, a una enorme distancia de tierra firme, alejados de las crisis planetarias y de las patologías políticas que vivimos a diario, esos hombres y mujeres solitarios, dotados de una singular energía vital, me hace pensar que se encuentran enfrentando la muerte para perder el miedo a la muerte, como diría Hegel en su conocida Fenomenología del espíritu.
Martín Couturié (Le Figaro, 09.12.2020), escribe lo que una de las veleristas, Isabelle Joschke, le confesó el 8 de noviembre momentos antes del zarpe: “Al sentirme pequeña en esa inmensidad, confieso que soportar la soledad por largo tiempo no siempre es fácil, sin embargo, es parte del juego y de lo que está en juego. Tengo experiencia y rigor, estoy aquí para competir, pero no solo por eso, lo hago para ver cómo me adapto cuando siento miedo». Esto último resume una actitud desafiante ante la vida, una batalla contra los elementos en la que, para librarla, se debe partir del reconocimiento de las limitaciones con humildad, pero con la certeza de que cualquier individuo posee una fuerza interior poderosa, muchas veces ignorada, que lo capacita para superar cualquier peligro.
Trazar y mantener el rumbo pese a los vientos tormentosos que pasan de “calma chicha” a más de 50 nudos, que destrozan arboladuras, botavaras, vergas, velas y mástiles es una proeza que requiere entereza y conocimientos. Estos navegantes tienen en cuenta una cartografía de imprevistos y son autosuficientes para poder sobrevivir a los embates del mar. Deben ser diestros en el uso de los instrumentos de navegación para asirse a certezas y poder llegar a su destino.
Hablar del Punto Nemo utilizando la ficción es una manera de formular analogías, por demás dolorosas. Venezuela era un barco que hace 21 años fue asaltado por sanguinarios piratas, asesinando o lanzando a sus navegantes por la borda, secuestrando a tripulantes y pasajeros, saqueando la bodega y destruyendo sus instrumentos de navegación lo que provocó una calamitosa deriva a merced de los elementos. Lo más terrible es que los usurpadores del timón, desconociendo los instrumentos modernos de pilotaje e incapaces de trazar rumbo contra el azar, jugaron a los dados sobre la carta de navegación mientras se enrumbaban hacia el temible Punto Nemo y en medio de una tormenta perfecta el barco encalló en una fantasmal isla, despertando a Cthulhu, el monstruo de la mitología del horror concebida por Lovecraft: «Un monstruo de contornos vagamente antropoides, pero con una cabeza de pulpo, cuyo rostro es una masa de tentáculos, un cuerpo escamoso que sugiere cierta elasticidad, cuatro extremidades dotadas de garras enormes, y un par de alas largas y estrechas en la espalda. Cthulhu tiene la capacidad de alterar su forma, aunque siempre es básicamente el mismo monstruo”.
Venezuela se encuentra en el Punto Nemo de su acontecer, un país alejado de toda referencia contemporánea de desarrollo humano, convirtiéndose en un pequeño punto fantasmal en las cartas de navegación del progreso.
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