Reflexiones de fin de año
Quisiera hablar hoy acerca de una amenaza que nos afecta como nación … es una crisis de confianza que golpea nuestros corazones.
Creíamos ser una nación rica, dotada por la naturaleza de tierras fértiles, de agua en abundancia, de recursos naturales de todo tipo, en particular de inmensas reservas de petróleo.
A lo largo del Siglo XX Venezuela pudo disfrutar de una etapa de paz enriquecedora. Tuvimos, sí, dictaduras. Sin embargo, aunque cueste reconocerlo, comparadas con otras de la región fueron relativamente benignas.
El maná abundante de petróleo definió el curso de la vida nacional. Podemos analizar la influencia de ese petróleo en tres etapas diferentes.
En una primera y prologada fase, el petróleo fue una bendición. Su efecto benéfico cambió la vida de los venezolanos. Logramos en un tiempo asombrosamente corto lo que otros tardaron siglos en alcanzar. De ser el país más pobre de Latinoamérica pasamos a ser el más rico. Acabamos con el paludismo, la tuberculosis e infinidad de otras enfermedades endémicas y epidémicas que diezmaban a la población. Levantamos un país moderno, lo electrificamos y construimos una de las represas más grandes del mundo. Erradicamos el analfabetismo. Sembramos escuelas, liceos y universidades por todas partes. Desarrollamos autopistas, carreteras, caminos vecinales, cloacas y acueductos. Construimos aeropuertos, puertos y servicios públicos que llegaron hasta los más apartados rincones.
Ya para 1947 Venezuela era el cuarto país del mundo con mayor Renta Media per cápita, sólo superado por EEUU, Inglaterra y Francia. El Bolívar venezolano y el Franco Suizo eran las monedas más sólidas del mundo, más que el dólar norteamericano. Teníamos la menor tasa de inflación del planeta. De hecho, entre 1920 y 1980, Venezuela fue la economía del mundo que más creció.
La segunda fase de nuestra historia petrolera se inicia en la década de los setenta. En esos años los precios del petróleo comenzaron a dar bandazos al ritmo de recurrentes conflictos en el Medio Oriente. Nacionalizamos el petróleo y fuimos capaces de manejarlo admirablemente bien.
A cada aumento brusco de los precios seguía una caída igualmente brusca. Nuestra economía se volvió una montaña rusa. Junto con la OPEP, pensamos que la solución era reducir la oferta para que los precios subiesen.
Pero la economía venezolana no recuperó la misma vitalidad sostenida de los años anteriores. Sin embargo pudimos construir una democracia que creíamos sólida y estable.
Y llegamos así al Siglo XXI donde se produjo un cambio trascendental en el impacto de los hidrocarburos sobre la sociedad. De ser una bendición, el petróleo se transformó en el excremento del diablo como lo predijo Pérez Alfonzo.
En manos de una dirigencia populista, dogmática y corrupta, los ingresos petroleros más altos de la historia dejaron de ser un instrumento para un desarrollo económico y social sustentable y pasaron a ser una fuente para financiar una ideología e imponer un exhaustivo control político a la nación.
Hoy la economía venezolana está destruida, tal como destruida está la industria petrolera. La inmensa mayoría de nuestras fábricas han cerrado y los campos semi abandonados. No hay gasolina.
Concluimos el 2020 con la mayor hiperinflación del mundo, la mayor caída del PIB después de Libia, con casi 6 millones de venezolanos que han emigrado, 96% de las familias bajo la línea de la pobreza de ingresos según ENCOVI, con una infraestructura eléctrica y de suministro de agua severamente dañada, una moneda destruida, una ecología devastada, una problemática sanitaria que retrocedió varias décadas agravada por el COVID 19, con buena parte del territorio nacional sin presencia del Estado y donde la institucionalidad ya no funciona y la democracia dejó de existir. Hemos retrocedido décadas enteras. Venezuela padece la mayor crisis documentada en todas la historia de Latinoamérica y una de las mayores que ha registrado el mundo.
Sin embargo, no es tiempo de lamentaciones. Manos a la obra, hay que reconstruir a Venezuela. Ojalá hayamos aprendido la lección.
José Toro Hardy, editor adjunto de Analítica
Mientras estaba preso-en-casa en 1993, tuve la oportunidad de decirle personalmente al exPresidente Perez que habia cometido DOS errores fatales para el presente y futuro de Venezuela. El Primero de ellos fue La Estatizacion de TODA la Industria Petrolera Venezolana, expulsando unilateralmente y fuera de Contrato a todos los INVERSORES que hicieron posible esa que Ud llama la Primera Etapa de su desarrollo en Venezuela.Va mas alla aun Ud y dice que » fuimos capaces de manejarlo admirablemente bien.» y sin embargo termina la descripcion diciendo que «Pero la economía venezolana no recuperó la misma vitalidad sostenida de los años anteriores»… Pero el mas prejudiciado y lamentable de sus comentarios es esa ingenuidad irresponsable de decir que » De ser una bendición, el petróleo se transformó en el excremento del diablo como lo predijo Pérez Alfonzo.» Son estas INEXACTITUDES irresponsables lo que han confundido al ignaro votante «venezolano».