Con su propio juego
Algo impactante está ocurriendo en Venezuela. El nuestro pasará a ser un caso de estudio en universidades. Un régimen que tuvo las oportunidades más impresionantes que gobierno alguno haya podido tener, está cayendo vencido por una población que ha sabido enfrentar la fuerza de la brutalidad con la fuerza de la paz.
Por allá en 1998 un militar intentaba cambiar su carrera de violencia golpista por una estrategia electoral y por un mensaje engañoso. Sus oportunidades lucían exiguas. Al comenzar el año las encuestas le asignaban poco más del 5% de preferencia. Pero entonces los precios del petróleo se derrumbaron a poco más de 7 dólares el barril. Utilizó aquella excusa para promocionar su figura y, en diciembre de ese mismo año ganó las elecciones con cerca de un 55% de los votos.
Agotado un ciclo, se ha volteado la tortilla. La caída de los precios y la caída de la producción que según la OPEP es del orden de los 370.000 barriles diarios, ha dejado al régimen con un exiguo ingreso petrolero. El empobrecimiento del país ha sido brusco y esto abruma a un régimen populista acostumbrado a conseguir el favor del pueblo a punta de dádivas.
El régimen se había valido de los inmensos ingresos petroleros para alimentar un modelo populista sin precedentes, pero ahora, sin ingresos, se encuentra con un pueblo empobrecido y desencantado, que pudiera ser el que reclame su salida. Por eso, intentan forzar la barra designando un CNE de manera irregular, removiendo también irregularmente las directivas de los partidos de oposición, inhabilitando líderes y obligando a otros a huir del país.
Y gracias a esos mismos ingresos petroleros el régimen había desarrollado mecanismos para garantizarse un apoyo continental que lo protegiese internacionalmente. Vemos que en la cúspide de su poder Chávez y Lula se transforman en los padres de UNASUR, concebida para excluir a EEUU y Canadá. Pues bien, esa Organización también se les escapó de las manos. Allí también, el régimen está siendo vencido.
Igualmente hoy ha quedado desenmascarado en la Unión Europea donde recientemente observamos incrédulos la expulsión de la Embajadora de esa organización, que concluyó con un mandatario tragándose sus palabras y bajando la cabeza.
Veamos el caso de Petrocaribe. Seducidos por los subsidios petroleros que recibían a través de Petrocaribe, los países beneficiarios de Centro América y el Caribe votaban masivamente a favor de cualquier propuesta del gobierno de Caracas en la OEA. Ese voto monolítico se rompió y el régimen ya ni siquiera es reconocido en la Organización. De hecho, ya no hay petróleo para seguir favoreciendo a quienes antes los apoyaban.
El régimen de Caracas está siendo progresivamente aislado por la comunidad internacional. Hoy en día sumido en una crisis sin precedentes, en default, con una producción petrolera casi marginal, sin gasolina, experimentando la hiperinflación más alta del mundo así como la mayor contracción económica, incapaz de manejar la pandemia y enfrentando fuertes amenazas que se avizoran en el horizonte cercano a raíz de una posible extradición que se discute en una isla africana, el régimen intenta sin embargo forzar la barra a través de unas elecciones legislativas carentes de toda legitimidad y que no harían otra cosa que profundizar aún más el aislamiento que enfrenta y que se ve agravado por las acusaciones que formula Michelle Bachelet desde el Consejo de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
El régimen está siendo progresivamente acorralado con su propio juego.
JoséToro Hardy, editor adjunto de Analítica