El conflicto entre el miedo y la osadía
La historia del hombre, se ha paseado por situaciones en las que predominan los conflictos, problemas, o luchas entre actores sociales por intenciones o tentaciones políticas o económicas. Siempre, armados de criterios militares. Pero casi siempre, desprovistos de razones que saben conjugar los dilemas en pugna, con valores que van más allá de la fuerza (de voluntad). La Biblia advierte la significación de tan desequilibrados choques causantes, más de lo imaginado, de guerras que, incluso, marcaron el devenir humano en su beneficio y hasta en su perjuicio.
Tanto el miedo como la osadía, han generado cuantos problemas pueden suponerse. No porque el miedo detiene y la osadía predispone. O porque una sea más contundente que la otra. Ambos sentimientos revelan por igual, atribulaciones que terminan perfilando el comportamiento humano. Sobre todo, de cara a duras contingencias.
Pero cabe preguntarse: ¿por qué hablar de un conflicto entre el miedo y la osadía? Es obvio que entre condiciones de vida pueda asentirse la posibilidad de que el miedo desencaje a la osadía. O viceversa. Sucede que el miedo siempre ha visto en la osadía, su más temible contraparte. La osadía actúa en dirección opuesta al miedo. Se comporta divergente o de modo contrario. La osadía, lejos del miedo, funge como actitud de libertad. De la libertad que dirige su ímpetu a confrontar realidades que amenazan sus derechos.
Por su parte, el miedo se sobrelleva bajo su figura una opresora angustia que conspira contra la intención de superar el trance en cuestión. Tanto así, que permita la derrota de cualquier intención asumida en dirección de superar la eventualidad presente.
En medio de dicha situación, el hombre se ve atrapado. Entre dos dimensiones que no siempre saben conciliar los elementos que configuran el problema suscitado. Dos mecanismos mentales que determinan reacciones y actitudes discordantes.
Es lo que le ocurre a quien se siente sometido por un poder fuera de su alcance. Vale parodiar este problema trayendo a colación a Henri Rene Guy de Maupassant, poeta y periodista francés, por sus cuentos inspirados en el miedo del cual expresa que “es una reminiscencia de un terror vivido en el pasado”. Aunque la literatura venezolana, exhibe un caudal de cuentos también inspirados en el miedo. Aunque muchos, en el coraje u osadía.
Vale recordar el cuento criollo de Tío Tigre y Tío Conejo. O los que expuso Julio Cortázar cuando escribió algunas relatos sobre animales a modo de pulsar la relación entre la vida y los peligros que en ella se corren por confrontar las circunstancias. Y esto, medido ante las actuales realidades, tiene sentido aplicado a la la crisis del Covid-19. Más, por los problemas ocasionados a sociedades y gobiernos. Sobre todo, a aquellos de inclinación dictatorial toda vez que dictan medidas que sobrepasan las cuotas de tolerancia atentando así libertades y derechos humanos. Es decir, órdenes convertidas en antítesis de la libertad. Particularmente, ante el clima de restricción impuesto por medidas como el cuestionado y exagerado confinamiento. Sin consideración alguna proclive a razonar la natural necesidad de movilización. Habida cuenta de un distanciamiento físico que evite el contagio tal cual se presume que es.
El cuento de Tío Conejo y Tío Tigre, concuerda con la intención de esta disertación. El problema que se le presenta a Tío Conejo al evitar ser atrapado por Tío Tigre. Apresurado por esconderse, encuentra un ratoncito de quien se hace amigo. Pero la terquedad del ratón animó fuertes discusiones con su compañero de escondite. Tanto se empeñó en salir, hasta que lo hizo. Se armó de la osadía necesaria. El hambre lo acosaba. Tío Conejo, prefirió permanecer escondido. El miedo lo sometió. Cuando decidió salir, asumiendo que Tío Tigre no estaría esperándolo, le fallaron las fuerzas para correr. De manera que optó por regresar al escondrijo. Esto lo debilitó tanto que enfermó. Fue esa la secuela del miedo que tuvo que pagar. Eso lo obligó a guarecerse sin mayor razón, ya pasado algún tiempo oculto.
El fondo de un problema expuesto de equivocada forma
Es el mismo problema que viven ahora distintas sociedades a consecuencia del miedo a una gripe. Gripe ésta que según el médico investigador, especialista en Salud Pública, y quien fuera asesor de laboratorios farmacológicos de prestigio internacional (Pfizer, Bayer, Schering Plough) Dr. Stevens Landaeta, explica que el Convid-19 “(…) no es lo letal que dice ser. Sino que complica a quienes sufren alguna insuficiencia de salud o enfermedades de base” Asimismo agrega que “este virus, a temperaturas superiores a los 30 grado C se muere o se inactiva. Por eso las personas con buena inmunidad, superan la enfermedad y quedan protegidos contra esa cepa del CoronaVirus”. Manifiesta que “los antibióticos no actúan contra los virus. Estos son atacados y neutralizados por nuestros interferones, razón por la que debemos mantenernos saludables”
El Dr. Landaeta es enfático cuando describe que “no debemos bajar la guardia. Pero pasa muchas veces que las medidas adoptadas son más perjudiciales que la misma enfermedad” Es el cuidado a considerar de cara a la incidencia del virus.
A decir del cuento de Tío Tigre y Tío Conejo, la situación de salud por la que transita el mundo ahora compromete una moraleja en la que el miedo puede afectar tanto como el propio virus. Pues no resulta efectivo implantar un encerramiento que lejos de fungir como medida de garante protección, afecta razones que implican el andamiaje de la economía como mecanismo funcional integral. Así que nada o poco se logra escondiendo toda una población del virus. Posiblemente sean argumentos epidemiológicos. Pero el problema tiene muchas aristas de las cuales apenas una es la epidemiológica. Más, si la situación se revisa desde la perspectiva de la Zoonosis. O de la Psicología Social, la emocionalidad, el emprendimiento, entre otras consideraciones de importancia.
De seguir por el camino inducido por mezquindades politiqueras o mercantilistas, disfrazadas de argumentos sanitarios, es posible que las sociedades queden sin la fuerza social necesaria para actuar a desdén del miedo. Y a conciencia de la osadía. Las realidades, por adversas que sean, hay que enfrentarlas. Y para eso, es la osadía. Aunque comedida.
Es la razón bajo la cual debe pulsarse la decisión asumida. Tristemente, sin exacta medida de sus consecuencias de lo que ha implicado el confinamiento, encerrona o “cuarentena”. Aislamiento éste al que ha sido sometida la población con la excusa conocida de evitar la contingencia representada por la realidad padecida. A duras penas soportada.
El miedo ha primado la decisión de apresar toda una sociedad. Sin atender que existen formas más efectivas que aplican ante riesgosas contingencias como las provocadas por el virus. Los efectos de tan medieval arremetida, al mejor estilo nazi con sus inhumanos “ghetos”, determinará una nueva realidad caracterizada por valores aplastados por el peso de las rudas condiciones impuestas por la encerrona padecida. De modo que en lo sucesivo, el egoísmo, el rechazo, la desconfianza, la incomprensión, la intolerancia, el miedo, la impaciencia, la exclusión, la apatía, el alejamiento, la indolencia y la desigualdad, habrán trastornado relaciones sociales, culturales y de producción, fundamentalmente.
La posibilidad de la vida en su coexistencia con sentimientos y valores humanos, se reducirá a un carnaval constante en donde difícilmente una vida auténtica podrá triunfar sobre las exigencias de la modernidad en su trascendental papel de unir la humanidad. Es decir, el hecho de haber asumido decisiones que fueron confundidas con medidas de “control social” por mero afán político en su acepción más primitiva, habrá dejado claro que poco o nada se ganó pues siempre estuvo en el fondo una estrategia mal calculada de lo que se subsumió a lo interno. Y que dejó ver el conflicto entre el miedo y la osadía.