Noveno collage sobre Rómulo Betancourt: Las diferencias de Rómulo y Jóvito en el PDN
Después de la formalización del retiro, en febrero de 1938, del sector comunista de las filas del PDN clandestino (ver Séptimo Collage), la dirección nacional de éste ordenó que retornasen clandestinamente al país dirigentes que estaban desterrados en virtud del Decreto de Expulsión del 13 de marzo de 1937. De Colombia vinieron Jóvito Villalba, Valmore Rodríguez, Inocente Palacios y Luis Troconis Guerrero.
El PDN celebró del 27 al 30 de septiembre de 1939 su Primera Conferencia Nacional en Caracas, en la que participaron delegados de sus seccionales y de las fracciones periféricas (parlamentarias, edilicias, sindicales, magisteriales, profesionales, etc). Esa Conferencia será el tema del próximo Collage, pero tomaremos, del Informe que el CEN envió en octubre de ese mismo año a la base nacional del Partido sobre las materias tratadas y las decisiones aprobadas, párrafos relacionados con la actuación de Jóvito Villalba una vez que regresó al país. Ya dijimos que, para dificultar o evadir la persecución policial, los dirigentes y activistas del PDN usaban seudónimos (ver Séptimo Collage), por ello, al transcribir los párrafos, pondremos entre paréntesis los nombres de los dirigentes a quienes correspondían tales seudónimos. Ese Informe del CEN apareció en el Boletín Nacional del PDN, n° 35, de fecha octubre de 1939, que está inserto en el libro “Papeles Clandestinos del Partido Democrático Nacional 1937-1941, Documentos del Archivo de Juan Bautista Fuenmayor”, Ediciones de la Presidencia de la República, 1995. En la Introducción del libro, Arturo Sosa Abascal apunta: “La publicación de estos papeles clandestinos, conservados en el Archivo de Juan Bautista Fuenmayor, constituye un aporte de primera importancia al conocimiento no sólo de la gestación del Partido Democrático Nacional, sino del proceso de nacimiento de la cultura política contemporánea de Venezuela en el interesante contexto latinoamericano y mundial en el que éste se dio”.
Del Informe (página 235-236 del libro que editó la Presidencia de la República, arriba mencionado), hago in extenso la cita siguiente: “Después de su ingreso clandestino al país, el compañero Cariaco (Jóvito Villalba) formó parte de la Dirección Nacional del Partido, con el cargo de secretario del interior. Varios meses después de estar trabajando al lado nuestro ese compañero, en su puesto de dirección planteó al CEN su propósito de salirse de nuevo del país, a buscar su ingreso legal. Estaba pendiente para entonces una conferencia, o ‘mesa redonda’, a la cual debían concurrir dirigentes de todo el país, entre ellos los compañeros Vivas (Inocente Palacios) y Abi (no identificado), que estaban en Motilandia (Edo Zulia o Maracaibo); y Goga (Luis Troconis Guerrero), que estaba en Trapiche (Edo Táchira), los tres clandestinos. Esa conferencia había sido convocada porque el CEN había considerada muy justa la moción que hicera el compañero Cariaco (Jóvito Villaba) en ese sentido. En vista de esa circunstancia, el CEN fue en un comienzo opuesto a la salida de Cariaco (Jóvito Villalba), argumentado, además, que mientras no se tuviera la evidencia de que siquiera uno de los dirigentes políticos más destacados tenía visa en el exterior resultaba aventurado re-exportar compañeros que estaban prestando grandes servicios al Partido dentro del país. Ahora bien, en cuanto se supo que el compañero Arsenio (Raúl Leoni) tenía visado su pasaporte y que el compañero Vivas (Inocente Palacios) tendría su visa al presentarse a una legación en el extranjero, el CEN acordó que salieran Cariaco (Jóvito Villalba), Vivas (Inocente Palacios) y Goga (luis Troconis Guerrero) a buscar sus visas al exterior. El compañero Cariaco (Jóvito Villaba) se fue del país en buenos términos con el Partido e incluso prometió al CEN enviar desde el exterior un pliego de observaciones suyas acerca de la línea del Partido. No obstante eso, y fundándose en la resistencia que el CEN había manifestado en un principio para autorizar la salida del país de los dirigentes que habían ingresado clandestinamente, Cariaco (Jóvito Villalba) consideró que debía desligarse del Partido, y no mantuvo con éste, ni con ninguno de sus dirigentes, relaciones partidistas durante todo el tiempo de su última permanencia fuera de Venezuela”.
Sin embargo, el CEN no lo consideraba desligado del Partido. En 1939, Jóvito Villalba ingresó de nuevo al país, ya había cumplido el año de destierro estipulado en el Decreto de Expulsión de marzo de 1937, y, como el 27 de septiembre se había instalado la Primera Conferencia Nacional del PDN, dice el Informe que “se le envió un comisionado a informarle que se le esperaba en la conferencia de la organización, a fin de que aportara su valiosa opinión en la discusión de la doctrina y la táctica del Partido” y que “como no se obtuviera resultado concreto de la entrevista del delegado del CEN con ese compañero, la conferencia acordó que uno de sus miembros –el compañero Río (Alberto Carnevali)- fuera de comisión especial a la casa del compañero Cariaco (Jóvito Villalba), a hacerle visible el deseo unánime de la conferencia, expresado en el apoyo de todos los delegados que tuvo la respectiva moción, de que concurriera a sus debates”, pero “el compañero Cariaco (Jóvito Vilalba) se negó a asistir a la conferencia, alegando estar desligado del Partido por la razón arriba expuesta de acuerdo del CEN sobre su viaje al exterior; pero que en vista de la importancia de la conferencia, se reservaba para confirmar o rectificar su actitud, conocer los documentos que debían aprobarse en la citada conferencia”. Seguidamente, el Informe señala que la Conferencia “decidió suspender todo pronunciamiento sobre el caso Cariaco (Jóvito Villalba), dándole –eso sí- la oportunidad que pide para definir su posición previo conocimiento de los documentos fundamentales aprobados en la conferencia”. Tales documentos le fueron enviados, pero posteriormente Villalba no comunicó al CEN si había decido cambiar o no su actitud después de leerlos. No puede dejarse de transcribir también el párrafo final: “El CEN, al dar este informe a la base nacional del Partido, la previene acerca de la necesidad de que se adopte con Cariaco (Jóvito Villalba) una actitud cordial, aun cuando dejare de militar en nuestras filas de manera permanente ya que la dirección del Partido cree que ese compañero mantiene su posición consecuentemente democrática, leal a su tradición de luchador”.
Esa es la información oficial, dada con detalles, suscrita colectivamente por todos los miembros del CEN partidista, sobre el proceso que culminó con la separación de Jóvito Villalba (Cariaco) del PDN clandestino, pero como se trata de una cuestión de interés, que ha incidido en la tan difícil unidad de las fuerzas democráticas, quise investigar la información y opinión de otras fuentes.
Veamos.
En el libro de Alfredo Peña, publicado en octubre de 1978, titulado “Conversaciones con Luis Beltrán Prieto”, este otro gran venezolano también margariteño -hacía 10 años había dejado de militar en Acción Democrática- responde a una pregunta del periodista, así (página 31-32): “Jóvito había sido expulsado del país y se encontraba en Colombia. Cuando se celebró la primera convención del PDN, en 1939, lo mandamos a buscar para que participara en las deliberaciones. Se efectuaban clandestinamente en una casa que tenía Antonio Bertorelli en Catia, llamada La Hermanita. Jóvito nos hizo saber que ya no pertenecía al Partido. Pero no era por divergencias ideológicas, sino por conflictos personales con Rómulo Betancourt, debido a la disputa por la dirección del PDN. Cuando regresó a Venezuela no formó ningún Partido sino que hizo una alianza con el Presidente Medina Angarita. Posteriormente, en 1946, constituyó URD”.
El escritor Arturo Croce, amigo o militante de URD, en su libro “Jóvito Villalba en la historia política de Venezuela”, publicado en 1990, el año siguiente del fallecimiento del gran líder democrático, escribe (página 130): “En 1938 se decide a tentar una audaz entrada a Venezuela por la frontera occidental, se dirige a Caracas, y resuelve actuar por un tiempo en la clandestinidad del PDN. Acaso no llega a sentirse con suficientes seguridades, o el ya antagonismo con Betancourt lo desestabiliza, y entonces resuelve volver a Colombia, con el cuidado de no caer preso, lo que hubiera sido un fracaso de sus deseos de libertad para poder estudiar y seguir luchando abiertamente”.
Alfredo Tarre Murzi (Sanín), quien fue un importante dirigente y diputado de URD, publica en 1984 su libro “Rómulo”, apelando, se dice en la contraportada, “al método poco ortodoxo, en cuanto a la historia, de la confidencia imaginaria del personaje, pero sin desnaturalizar y distorsionar el proceso político venezolano desde que Betancourt vino al mundo” ; allí (páginas 184-185) Tarre Murzi pone en boca de Betancourt la larga cita que sigue: “Cuando Jóvito Villalba regresó por la vía clandestina, hizo valer su aspiración a restituir el PDN original en cuya directiva él había figurado como Secretario General, pero las cosas habían cambiado mucho mientras Villalba estaba en México y en Colombia. Tuvimos varias reuniones con Jóvito y tratamos de hacerle ver que estaba desconectado de la organización clandestina y que mal podía él asumir el liderazgo del PDN cuando ignoraba completamente los mecanismos de lucha. La verdad es que yo estimaba mucho a mi compañero de la Universidad en las jornadas del 28 y mi esforzado aliado en la lucha después de la muerte de Gómez, pero Villalba hizo todo lo contrario de lo que aconsejaban la prudencia y la lealtad al movimiento democrático. Esto ocurría a mediados de 1938, cuando Villalba regresó en plan de jefe de la oposición, como si no hubiera pasado nada desde que él fue expulsado. Le hice ver con serena cordialidad que la correlación de fuerzas había cambiado y que ya el PDN no era un frente popular, con los comunistas en su seno, sino un partido socialdemócrata, policlasista y reformista. Villalba advirtió desde el primer momento que el PDN no era la FEV y que su situación no era propicia ni confortable en un movimiento clandestino que estaba lejos de reconocerlo como jefe, a pesar de que allí estaban muchos de sus antiguos amigos de la Universidad. Además, Jóvito era partidario de una alianza formal y práctica con el Partido Comunista clandestino, cuya segunda conferencia nacional en la ilegalidad aprobó un informe de Juan Bautista Fuenmayor, secretario general del PCV, en el cual se examinaba la situación interna en el PDN y mis relaciones con Villalba. En ese informe el PCV recomendaba apoyar a Villalba. Por supuesto, yo no podía tolerar la injerencia del PCV en nuestro partido, ni podía aceptar de buen grado que un miembro de la dirección de PDN estuviese en tratos y en maniobras con los comunistas. Fuenmayor le dio una copia de ese informe a Villalba, pero éste no me hizo conocer tal documento, que yo leí porque alguien lo mandó a mi escondite. Obviamente había deslealtad de Jóvito y por eso reaccioné en forma airada contra mi antiguo compañero juvenil, con el respaldo unánime del comité ejecutivo del PDN. Villalba regresó a Bogotá. Sin embargo, meses más tarde, a fines de 1939, cuando Jóvito entró de nuevo al país –en forma consentida por el gobierno- lo invitamos a participar en el congreso clandestino del PDN. Comisionamos a Alberto Carnevali para hablar con él, a fin de reiterarle nuestro deseo de ofrecerle un puesto directivo en el movimiento y el pleno reconocimiento a su capacidad y talento. Villalba le respondió que él no estaba de acuerdo con el programa y con la línea política del PDN”.
Rafael Simón Jiménez, en una investigación histórica que publicó en abril del año 2016 sobre Rómulo Betancourt y Jóvito Villalba bajo el título “La Lucha por el Liderazgo”, emite su opinión (página 44 de su libro), en estos términos: “Jóvito Villalba interrumpe su exilio y junto a Luis Troconis Guerrero, decide ingresar clandestinamente a Venezuela, siente que su presencia es necesaria, pero al llegar a Caracas, percibe que en poco tiempo las cosas han cambiado dramáticamente. Que el PDN, a pesar de mantener un esquema unitario formal, se ha disgregado entre comunistas y seguidores de Rómulo Betancourt, y además que este último ejerce de hecho y a pesar de que él sigue siendo nominalmente el secretario general del partido, el liderazgo y la conducción de la organización. Jóvito le plantea a Rómulo, tal vez como una manera de diferir la lucha por la jefatura, que ambos abandonen de nuevo el país, su argumento se basa en que mientras permanezcan clandestinos, el gobierno de López Contreras tendrá la justificación idónea para la persecución contra las organizaciones populares. Betancourt la rechaza de plano, está convencido de la necesidad de su presencia al frente del PDN y de los objetivos que ha ido logrando. Jóvito decepcionado decide regresar a su refugio granadino”. Más adelante (páginas 45-46), Jiménez agrega: “Con diferencias en la valoración de la situación venezolana, con criterios distintos en cuanto a los planteamientos políticos y el modelo de partido, y abierta la disputa por la jefatura del PDN, resultaba incompatible la presencia de Villalba y Betancourt dentro de una misma organización política. Jóvito, debió apreciar su precariedad de apoyos para plantear al interior del PDN una disputa por la conducción con Betancourt, por lo que prudentemente decidió retornar a Colombia sin anunciar todavía su deslinde o renuncia a esa organización. Betancourt había ganado la batalla y la guerra y desde ese momento nadie le disputaría el máximo puesto de conducción en el interior del nuevo PDN”.
Juan Bautista Fuenmayor, quien fuera Secretario General del Partido Comunista, en su libro “1928-1948, Veinte Años de Política”, que salió a la luz pública en 1968, también analiza, en un capítulo titulado “El Rompimiento entre Betancourt y Villalba” (páginas 223-226), la situación interna del PDN. Allí, al igual que Tarre Murzi y Rafael Simón Jiménez, se refiere a temas en los que discrepaban los dos líderes pedenistas. Hagamos también una larga cita del libro de Fuenmayor: “En este estado de cosas, se perfilaron dentro del PDN dos corrientes antagónicas: la jovitista y la romulera. La primera, más flexible, más inclinada a la unidad con el PCV, más conforme con la idea de un frente democrático, sin sectarismos o izquierdismos como los del 36. La segunda, más rígida, agresiva, hacia el PCV, con mayores ambiciones de alcanzar el poder en breve plazo. La dirección del Partido Comunista comprendió la importancia de esta escisión y procedió a brindar apoyo al jovitismo, con ánimo de auparlo a la jefatura suprema efectiva. Le hizo llegar a Villalba un largo informe de Juan Pirela (seudónimo de Juan Bautista Fuenmayor, nota de CCM) sobre la situación política nacional y la interna del PDN, en el que se hablaba de la existencia de las dos corrientes y del apoyo al jovitismo. Dicho informe contemplaba también la táctica a seguir frente al Gobierno de López Contreras, escindido también en ‘parnaquistas’ y ‘panistas’. Se aspiraba a que Villalba entendiese la trascendencia de esta táctica y lograra su adhesión por el PDN. El líder de las huestes amarillas de hoy estuvo conforme con este punto de vista y puso manos a la obra, intentando convencer a Betancourt de la justeza de esta línea, pero sin decirle que era la opinión de los comunistas. Reunidos ambos para la discusión exhaustiva, Betancourt se enteró, accidentalmente, de la existencia del informe del PCV que se encontraba en un bolsillo de Villalba. El hecho fue casual, pero la sorpresa e indignación de Betancourt por haberle ocultado tan trascendental documento, en el que, en su opinión se conspiraba contra él, fue enorme, y atribuyó a Villaba una actitud desleal. Desde entonces las cosas fueron de mal en peor. Las relaciones se hicieron más tirantes, la pugna más aguda, hasta que en abril de 1939 se produjo el rompimiento definitivo”. Líneas antes, Fuenmayor escribe, un tanto poéticamente, que “como en el cielo no puede haber dos dioses, en el PDN no podía haber dos jefes con igual categoría. Uno de los dos debía ser excluido”.
Como verá el lector y sacará sus propias conclusiones, he transcrito textualmente varias informaciones y opiniones sobre las situaciones que se presentaron internamente en el PDN y condujeron a que Villalba decidiera “desligarse” o separarse del partido y no asistir a la Conferencia Nacional que éste celebró entre el 27 y el 30 de septiembre de 1939. Después, en el discurrir de la política venezolana, hubo encuentros y desencuentros.
Así es la política, como Gallegos dijera de la llanura, “bella y terrible a la vez”.