¿Nuevo asalto a Guaidó?
No, no fue a Guaidó porque este nuevo asalto no se produjo en Venezuela, sino en Nicaragua; y desde luego el objetivo no era darle muerte, porque ya Ernesto Cardenal había rendido su jornada, estaba muerto y se trataba solamente de enterrarlo. Estoy seguro que la misma manifestación acompañará en su momento a Sergio Ramírez, si fallece antes de que se desplome el gobierno de Ortega.
Esas turbas iracundas que han arremetido contra personas y cosas y que los comunistas siempre han calificado como “la reacción legítima del pueblo frente a la explotación burguesa”, o con cualquiera otra frase similar, deja claramente establecido que el comunismo sea en Rusia, China, Cuba, Venezuela o Nicaragua no está capacitado para aceptar la alteridad; reconocer al otro y el derecho del otro a disentir que es lo que en síntesis representa la democracia, es incompatible con la concepción marxista del mundo, según la cual esa revolución llega “para quedarse”. Es el fin de la historia.
En nuestra formación política aceptamos como dogma que no excluiríamos a los comunistas de participar en nuestro juego democrático, a sabiendas del riesgo asumido, dado que su objetivo es acabar con la democracia, que en eso nos diferenciamos aunque corramos el riesgo de perderla, con la fe intacta en que la recuperaremos, porque la libertad es connatural al hombre y la esclavitud no tiene otro sustento que la fuerza.
¿Puede la fuerza perpetuarse por una eternidad? Desde luego que no. Eso que los griegos en sus lecciones de filosofía política llamaron demagogia, gobierno de la mayoría para beneficio de la mayoría, es en realidad gobierno de una minoría para su propio beneficio, aunque se le predique a las inmensas mayorías que si no han alcanzado la felicidad plena, es porque aún hay esquiroles que impiden alcanzar la meta, por lo que deben canalizar su “ira” contra los esquiroles y los “traidores” que siguen operando agazapados y saboteando la obra del gobierno.
Ahora han anunciado, será mejor decir, repetido el anuncio de que van a educar a la población entera bajo su credo. Si antes, cuando todavía no se había mostrado la mentira escondida bajo la promesa de darnos el paraíso, no pudieron lograrlo, ahora que solo les queda el uso de la fuerza que representan las armas ante una población inerme, menos podrán. El grito de traidor lanzado contra Ernesto Cardenal es la prueba, no quieren a nadie que piense distinto. Tendrán que matar por millones. Lo hizo Stalin, Mao, Kim il Sung, Pol Pot y Castro. El usurpador quiere emularlos y no podrá.